“Ella es perreo y yo soy meneo”, describe la rubia DJ Efrita. Y la morocha Aleja Mami añade para despejar cualquier duda: “Ella es cumbia y yo soy reggaetón, y todo lo que pueda desprenderse de eso”. El tándem lleva adelante --y atrás, en las bandejas-- El Club del Sodeado, la fiesta que tropicalizó al under mendocino y ayudó a impulsar el desprejuicio en Cuyo. “Si bien lo intentamos en una provincia que tiene pensamientos obsoletos en algunos sentidos, hay un cambio a nivel de cabeza que es muy visible”, asegura Alejandra Pérez, detrás del álter ego, quien junto a su socia Georgina Puebla concibió este jolgorio hace cinco años. “A pesar de que comenzó como una fiesta, hoy encabeza eventos gubernamentales. Pero la adversidad logró que se fortalezcan aún más los pensamientos y los lineamientos de a dónde querés ir y qué querés lograr. Generamos un polo de entretenimiento muy vanguardista, con un costado conceptual y social fuertes. Y eso se ve reflejado en los resultados.”

La fiesta creció de tal manera que, además de hacerse de forma itinerante en algunas otras ciudades del país, ahora tiene una residencia mensual en Buenos Aires, en Niceto Club. Lo que suma una nueva conquista en la invasión mendocina a esta capital, ahora mediante una interpretación montañesa de la cadencia: ¿se viene el Manso Trópico? “Aunque el público mendocino es seco, desde que comenzó la Movida Tropical no se detuvo”, explica Aleja Mami. “Lo que sí era un poco raro era traducir eso a otro contexto. Yo vengo del dancehall y del reggaetón, y me costó horrores. No estaba bien visto, al punto de que me insultaban. La única que me invitaba a pasar música en sus fiestas era Geo”. Efrita Puebla toma la palabra: “A mí con la cumbia me sucedió exactamente lo mismo: pasaba indie y me aburrí porque nadie bailaba. Un día puse un tema de Gilda y el dueño del boliche me cerró la compu y me dijo que no iba a tocar más ahí. Tratamos de crear una movida para poder durar”.

Más allá de los estilos musicales que pregona y de su apología a la pista de baile, hay otros dos rasgos que distinguen a El Club del Sodeado, su nombre y sus coordenadas. “Se llama así porque el ‘sodeado’ nos une a ambas”, revela Aleja Mami, en el living de un estudio del barrio de Palermo. “Salíamos a comer y la bebida era vino con soda. La defendimos e hicimos la fiesta. Previamente tuvimos otra, la Kush and Bass, dedicada a la bass music. El dueño del lugar nos pidió que viráramos hacia un sonido más tropical, y ahí vendíamos vino con soda. Nos fue bien y, pese a eso, nos echaron por Facebook. Pensaron que se podía mover sola, y esa misma tarde nos hablaron de otro lugar.” A partir de la mudanza, se instaló el miércoles, al menos en su ciudad natal, como un día celebratorio. “Es mi día favorito de la semana”, reconoce DJ Efrita. Aleja justifica: “El miércoles lo das todo. A diferencia del fin de semana, la gente sale a divertirse. Tiene una cuestión mágica. Se produce una diversidad de sectores, a nivel de público, que se conjuga el mismo día”.

En el Club del Sodeado actuaron desde Damas Gratis hasta PXXR GANG, pasando por Mala Fama, Flor de Piedra, Ms. Nina, Ca7riel y Paco Amoroso, Tomasa del Real y Simón Poxyran. De hecho, el líder de Perras on the Beach estrenó ahí su disco solista, SAIEG (2017). “La seriedad con la que nos tomamos el proyecto en cuanto empezó a crecer hizo que de repente tuviéramos shows en vivo todas las semanas”, señala Aleja, que si bien vino a Buenos Aires en varias ocasiones como DJ, tuvo en la fiesta Sudan su aliada para el desembarco con este evento.

“Las primeras bandas que nos atrevimos a llevar eran de cumbia. Siempre están agradecidas por promover su música desde otro lado. Y a la escena indie se le vio muy cómoda. La ortodoxia existe pero tratamos de no marcar diferencias”, explica la DJ morocha. En tanto que la DJ rubia advierte que los límites en el repertorio de El Club del Sodeado están dados porque no son bienvenidos, y son la cumbia pop y su símil reggatonero. Y también hacen el open mic para que los artistas nuevos se presenten.

La alquimia y leyenda de la fiesta mendocina es tal que consiguió poner de moda canciones que nunca sonaron en la radio. A su edición mendocina acuden mil personas semanalmente, todas ellas de entre 18 y 25 años. “En nuestra música converge lo clásico con lo nuevo”, refuerzan. No obstante, por más que se haya transformado en una banda de sonido de géneros como el moombathon, el electro turro, el trap y el hip hop, aparte del reggaetón y la cumbia, El Club del Sodeado hizo del dance floor una fuente de información. “El baile está tan posicionado como forma de expresión que veo a pibas y pibes libres”, manifiesta Alejandra Pérez. “Entendemos que el reggaetón tiene su lado misógino y machista, pero siento mucha emoción cuando las chicas se acercan a agradecernos por el espacio. Hay un feminismo que nos atraviesa. Somos parte de ese cambio. Lo hacemos en la pista de baile y no desde la politización. Aunque nunca esperamos nada de esto porque la fiesta era por el vino con soda”.