Cosecha nacional
Desde su primera edición, en abril de 1999, el Bafici ha sido una de las canteras ideales para la exploración de lo nuevo en materia de cine argentino. Dos décadas más tarde, la vigésimo primera vuelta no parece ser la excepción, con su contingente de nombres reconocidos y noveles diseminados en las diversas secciones, las competitivas y las otras. Por segundo año consecutivo, el festival abre sus cortinados con una producción nac&pop, la nueva comedia del realizador Sebastián de Caro, Claudia (foto), en la cual la ubicua Dolores Fonzi interpreta a una especialista en planificación de eventos envuelta en la más extraña de las fiestas de casamiento, con novia arrepentida y todo. La Competencia Argentina ofrecerá regresos de auténticos “abonados” como Raúl Perrore (Ituzaingó V3rit4) y José Celestino Campusano (Hombres de piel dura) y el estreno internacional de óperas primas como Fin de siglo, de Lucio Castro, el documental Las facultades, de Eloísa Solaas, e Ínsula, de la compositora y directora de arte María Onis, quien se destacó en esta última área nada menos que en Zama, de Lucrecia Martel.
Otros regresos esperados incluyen el nuevo largometraje de Santiago Loza, Breve historia del planeta verde –que promete una extraña incursión en la ciencia ficción local–, Familia, segundo largo del actor Edgardo Castro luego de la notable La noche, La vida en común, de Ezequiel Yanco, y el retorno a la dirección, luego de dieciocho años de ausencia, de Rodrigo Moscoso, el director de Modelo 73, con Badur Hogar. En la Competencia Internacional, en tanto, el catálogo anticipa una “comedia porteña dirigida por un estadounidense” (Noemí Gold, de Dan Rubenstein) y la coproducción uruguayo-argentina Los tiburones, de la debutante Lucía Garibaldi, mientras que la sección “Rescates” ofrecerá una copia restaurada de un clásico de los 60, Tiro de gracia, de Ricardo Becher, verdadera cápsula del tiempo que permite viajar a los inicios del rock nacional.
Paulo Rocha e Isabel Ruth
Otra de las visitas baficiescas de este año. La actriz portuguesa Isabel Ruth, cuya extensa y rica trayectoria atraviesa cinco décadas del cine producido en su país, será parte del jurado oficial y acompañará una retrospectiva completa de su filmografía realizada en colaboración con el cineasta Paulo Rocha, uno de los realizadores fundamentales del cine luso de todos los tiempos. El foco “Ruth y Rocha”, junto con el dedicado a la guionista y directora británica Muriel Box, es uno de los segmentos más esperados por la cinefilia dura y arranca con la ópera prima del director, Los años verdes (1963), grito primigenio de aquel nuevo cine portugués de los años 60, un retrato con elementos autobiográficos sobre la marginalidad en la afueras de Lisboa, centrada en la compleja historia de amor entre un joven zapatero y una camarera (Ruth, desde luego). En palabras de Rocha, la película disfrutó de tres debuts fenomenales: “los diálogos en portugués de Nuno de Bragança, las improvisaciones con la guitarra de Carlos Paredes y la invención constante en la interpretación de Isabel Ruth”.
Otro largometraje indispensable, Mudar de vida (1966, en la foto) contó con el rol protagónico masculino del brasileño Geraldo Del Rey (el Manuel de Dios y el Diablo en la tierra del Sol, de otro Rocha, Glauber), un muchacho que acaba de volver de la guerra de Angola para encontrar en una joven rebelde la única salida posible a la ola de frustraciones que lo acecha desde su regreso del frente. La retrospectiva también incluye la escasamente vista La isla de Moraes (1984), dedicada al escritor luso-japonés Venceslau de Moraes y el largometraje póstumo de Rocha –fallecido en 2012, a los 77 años–, Si yo fuese ladrón, robaría, cuya historia transcurre en los años 20 y está basada libremente en los recuerdos de su padre. El catálogo del Bafici retoma una palabras escritas por el crítico italiano Roberto Turigliatto en el momento de su estreno: “es un verdadero milagro, un gran logro artístico, mucho más que una recapitulación de todo su cine: más bien una nueva metamorfosis cósmica de su mitología poética” .
The Kinks X 2
Los hermanos Davies, Ray y Dave, fibras nerviosas esenciales de esa institución de la British Invasion llamada The Kinks, son el centro de atracción de sendos documentales dirigidos por Julien Temple, uno de los invitados estrella de esta nueva entrega del Bafici. No serán las únicas dos películas del foco Temple –que incluye un retrato íntimo de Keith Richards y un homenaje a la ciudad de Londres, además de su clásico en el terreno de la ficción, Absolute Begginers–, pero la posibilidad de sumergirse en un doble programa en pantalla grande dedicado a una de las bandas esenciales de los años 60 no logra pasar desapercibida. Una doble dosis de kinksmanía, ideal tanto para el conocedor al detalle del orden de los temas en cada uno de sus discos como para aquel que desea iniciarse en los atardeceres de Waterloo y las tribulaciones de Arthur. En Ray Davies: Imaginary Man, Temple recrea toda una época a partir de los recuerdos en primera persona del líder de The Kinks, desde los orígenes de la primera formación –esa que dio a luz el riff inoxidable de You Really Got Me– a los años de ascenso y caída, desde la quintaesencia del pop inglés a la exploración de la ópera rock y más allá. Dave Davies: Kinkdom Come, compañera fílmica rodada un año más tarde, completa la visión de aquellos años a partir de la voz del hermano menor, el guitar star del grupo, el menos melancólico del clan (¿o no era tan así y estábamos todos equivocados?).
La historia según Moretti
Hace dos años, el italiano Nanni Moretti se transformó en el visitante ilustre del 19° Bafici, acompañando una retrospectiva integral de su obra, y su última película fue seleccionada para cerrar las doce jornadas de esta nueva edición. Se trata de su primer largometraje documental en mucho tiempo, luego de décadas de concentración exclusiva en el terreno de la ficción, un racconto de lo ocurrido como consecuencia del golpe de 1973 que asesinó al presidente chileno Salvador Allende. En Santiago, Italia, el director de Caro diario y Aprile entrevista a una serie de oponentes políticos del régimen militar que lograron sobrevivir a la violencia pinochetista gracias a la ayuda de la Embajada de Italia en Santiago de Chile, punto de inicio de exilios y dolores, pero también de nuevos comienzos y posibilidades. Moretti permanece durante casi toda la película en un modesto fuera de campo, en el rol de entrevistador, aunque hay un par de inesperadas y explosivas excepciones.
Los pueblos fantasma de Denis Côté
El canadiense Denis Côté es un favorito del festival porteño y este año regresa a las pantallas del Bafici con su onceavo largometraje, Répertoire des villes disparues, cuyo título en idioma inglés, Ghost Town Anthology, ofrece una pista respecto de quiénes pueden llegar a ser los protagonistas reales de la historia. El director de Vic + Flo vieron un oso y Bestiario ha coqueteado en algunos de sus títulos previos con lo fantástico, pero esta es la primera vez que se mete de lleno en ese terreno, rozando incluso las fronteras de aquello que suele llamarse horror cinematográfico. “Me gusta esa idea de ‘coquetear’ con lo fantástico”, celebra Côté en comunicación desde Montreal. “Pero, obviamente, soy demasiado esnob en cuanto a lo cinematográfico y no podría hacer una película literal, explícitamente de terror. No quise abrazar completamente la idea de una película de género. Me encantan sus códigos pero prefiero cuestionarlos o eludirlos”. La primera y brutal escena del film registra el choque frontal de un automóvil contra una serie de bloques de cemento, luego de acelerar y girar imprevistamente sobre una ruta cubierta de nieve. Su conductor muere en el acto y el pequeño pueblo de Irénée-les-Neiges, de poco más de doscientas almas, entra en fase de duelo. No pasará mucho tiempo antes de que el joven fallecido, junto a otros ex habitantes que abandonaron el pueblo y la vida terrena, comiencen a aparecer por las calles, transitando nuevamente aquellos lugares que solían conocer. “Me gustan los adjetivos como ‘espectral’, ‘fantasmal’ o ‘de otro mundo’ cuando se habla sobre ella pero, en última instancia, la película es realmente sobre los vivos, no sobre los muertos”, continúa el cineasta. “El cine de terror ha puesto mucho esfuerzo en embellecer a los muertos y los aspectos más tétricos de las historias, mientras que a mí me interesan mucho más las luchas y miedos de los habitantes de ese pequeño pueblo. Si es que hay un mensaje en el film, es algo bastante positivo. Algo así como que debemos cuidarnos mutuamente, aquello que tenemos en común y nuestras diferencias, nuestros territorios y nuestros recuerdos. De otra forma, la muerte estará acechando a la vuelta de la esquina y podríamos desaparecer fácilmente”.
Tanto en el terreno de la ficción como con sus documentales, Denis Côté ha construido pacientemente una poética propia que Ghost Town Anthology –que viene de exhibirse en la Competencia Oficial del Festival de Berlín– confirma con creces: es, sin dudas, una de las películas más bellas, melancólicas y, al mismo tiempo, inquietantes de esta 21° edición del Bafici. Para lograr ese tono “espectral” del pueblo y sus habitantes, los vivos y los muertos, Côté consultó con su director de fotografía, François Messier-Rheault, como podían resolver estéticamente el tono de la historia. “La idea era dar la impresión visual de un mundo que está a punto de desaparecer. Creo que la palabra es ‘residual’. O ‘evanescente’. Pensamos en rodar en un VHS hípster, luego en Super8, pero el Super 16mm fue la elección obvia. Nos prohibimos limpiar el material filmado de manera de conservar toda la suciedad e imperfecciones de la superficie de la película. Luego, la colorimetría ayudó a obtener esa suerte de ‘crudeza poética” que estábamos buscando. No puedo imaginarme la película en un 35mm exuberante o en un digital límpido”. Puede sonar a tecnicismo, pero es todo lo contrario: esa cualidad de origen es precisamente la que termina aportando a la película su aspecto sensorialmente más rico, el sostén visual de un relato misterioso y narrativamente opaco. El último Côté puede tomarse de manera más o menos literal o bien como una alegoría. O ambas cosas. Irénée-les-Neiges no existe en la realidad, pero el realizador confirma que no hace falta viajar muy lejos de Montreal para hallar lugares similares y que la historia es definitivamente universal. “Rodamos a apenas cuarenta minutos de la ciudad, en cuatro pueblos diferentes. Por supuesto, la película habla sobre la desaparición de las comunidades rurales, pero eso no es algo canadiense per se; podría ocurrir en Argentina, en Turquía o en Suecia. Suelo filmar todas mis películas fuera de las grandes ciudades porque me ofrecen mucha libertad creativa e inspiración. Soy muy urbano y, por lo tanto, el campo me inspira. Siempre siento que está lleno de secretos y peligros”.
Días de súper acción
El Bafici siempre se caracterizó por incluir títulos de corte netamente popular, piezas de géneros puros y duros como el terror, las artes marciales o la acción. Este año, además de la inclusión del clásico de clásicos Duro de matar, el festival ofrecerá dosis altísimas de piñas y patadas en títulos como The Scoundrels, película taiwanesa dirigida por el debutante Hung Tzu-Hsuan que promete hacer cerrar los ojos de los espectadores más sensibles a los golpes y caídas. La inclusión en la programación de Thriller: a Cruel Picture (foto), auténtico film del culto del sueco Bo Arne Vibenius, estrenado originalmente en 1973, le agrega a la súper acción un alto componente de dulce venganza. Referencia visual para la composición de la protagonista de Kill Bill, la chica tuerta y vindicativa interpretada por Christina Lindberg (quien estará presente en Buenos Aires como parte del jurado oficial) promete shockear a una nueva generación de espectadores en las dos únicas exhibiciones de esta película insignia del exploitation de los años 70.