Lo mismo, pero distinto
¿Puede una hamburguesería ofrecer algo que la diferencia de las otras cientos de propuestas que parecen calcadas unas de las otras? Uría Burger asegura que sí. Allí está Daniel Uría, gastronómico, cocinero y pastelero con décadas de experiencia (es creador de nada menos que Compañía de Chocolates), con un local ubicado a metros de la estación Martínez, con algunas mesas altas en la vereda, pisos de cemento alisado, cocina a la vista y un pizarrón donde se exhibe la carta.
Una primera diferencia es que las hamburguesas (finitas, de 100 gramos, salen dos por sándwich) se ahuman en frío, un tratamiento que les otorga un leve sabor a leña. Los medallones de carne se cocinan sobre una parrilla de gas a fuego vivo y llegan con un buen punto de cocción. Otra diferencia radica en la calidad de los ingredientes: la panceta ahumada es casera, usan buenos quesos y hay variedad de panes, incluyendo de papa, brioche, de semillas o blanco. Entre las opciones más ricas, está la Arrivata, con mascarpone con tomate, burrata Arrivata, albahaca y oliva ($195) o la Gaucha, con chorizo, una buena provoleta, pimientos grillados y emulsión de chimichurri ($220). Todos los meses hay una opción por fuera de carta, en la cual la cocina se permiten salir del camino más obvio. Un ejemplo: doble carne, gruyere, sriracha, hojas de kale y panceta crocante, servido en un pan con masa de croissant ($200). Para esquivar la carne picada, hay alitas de pollo, un sándwich de bondiola ahumada con coleslaw y tomate ($185) y un sándwich de medallón de quinoa y lentejas como posibilidad vegetariana. Para beber, seis opciones de cerveza artesanal tirada ($150 a $125) y gaseosa ($90) con derecho a una recarga.
Si queda espacio, los helados de palito (de Compañía de Chocolate) son muy recomendables, en particular el chocolate amargo.
Ahumados, calidad en materias primas, salsas caseras son algunos de los de detalles que separan a Uría de otras hamburgueserías. Una sana excepción a la monótona regla.
Uría queda en Emilio Lamarca 387 (Martínez). Teléfono: 4793-3886. Horario de atención: domingos a miércoles, de 11.30 a 1; jueves a sábados, de 11.30 a 2.
Calidez de hogar
Sobre las cuadras arboladas de la calle Honduras, en una casa preciosamente reciclada, hace apenas un par de meses abrió sus puertas El Bulo Cocina Secreta. El lugar arrancó en un principio como restaurante a puertas cerradas, ubicado en un departamento de la familia del dueño y cocinero, pero a fuerza del boca a boca y de la fidelidad de algunos comensales, se animó a abrir con local a la calle.
La puerta, un tanto escondida, da acceso a un salón amplio, con pisos de madera, la barra (prometen tragos a partir de mayo), mesas convenientemente separadas y una iluminación apenas oscura, lo que da un tono íntimo, pero a la vez lo suficientemente clara, como para ver bien lo que se está comiendo.
La casa propone un menú fijo que incluye un appetizer, entrada, plato principal y postre, con opciones vegetarianas, que cambia mes a mes, con énfasis en las materias primas de temporada. A partir de abril el menú incluye una sopa de zapallo con leche de coco, almendras y chile o un pastel de novia, plato festivo de la gastronomía del noroeste argentino. Como principal se puede optar entre una ballotine de ternera con crema de coliflor o unos sorrentinos de zucchini y berenjenas. De postre, leche frita con chocolate y frutos secos. Si bien la idea original es elegir una entrada y un principal, los anfitriones sugieren en voz baja achicar las porciones y servir una pequeña degustación de todos los platos disponibles. Como cierre, se sirve una copa de grappa Castelli de Finca Morera o alguna otra espirituosa.
El costo del menú es de $800 sin vino. Hay servicio de descorche por módicos $100 adicionales, y la cava de la casa cuenta con una interesante selección de etiquetas de bodegas poco conocidas a precios muy amables, como los varietales Don Silvestre de Bodega Hinojosa a $280 y alguna que otra perlita perdida entre los anaqueles.
Cocina honesta, bien hecha, en un ambiente cálido y con anfitriones atienden con ganas y conocimiento. De eso se trata El Bulo, un lugar que vale la pena visitar.
El Bulo queda en Honduras 4141. Teléfono: 15-5803-9887. Horario de atención: jueves, viernes y sábados de 20 al cierre.
Bodegón de Boedo
Un anodino local sobre la Avenida Boedo, a metros de la Autopista 25 de Mayo, alberga La cocina de Luis, uno de esos lugares de barrio que honra el ADN del bodegón bien entendido, con cocina rica y abundante. El susodicho Luis comandó durante años la cocina de Martita, verdadero ícono barrial que lleva años lleno a más no poder, para dar un día el salto y dirigir su propio restaurante.
La apuesta estética es bien simple, sin pretensiones: paredes blancas, algún estante con vinos de bodegas conocidas en un espacio largo y angosto, con la barra mostrador al fondo. Las mesas están puestas a la vieja usanza, con mantel, sobremantel y una panera que llega acompañada de berenjenas y porotos en escabeche.
Una buena idea es comenzar por las empanadas cortadas a cuchillo ($32), que salen a la minuta fritas o al horno. También valen la pena los bocaditos de acelga ($180) acompañados de morrón (pelado, como mandan los libros) al ajo. Y hay lugar para el tomate relleno con atún ($200) o unos champiñones gratinados al horno, esos platos tradicionales casi desaparecidos de las cartas porteñas.
En el capítulo pastas ($240 a $320) hay fusilli, ravioles y sorrentinos de producción propia, con salsas que incluyen albóndigas con tuco, brócoli con ajo y oliva, pestos o frutos de mar. Son ricas las milanesas de peceto con puré ($230): la fritura seca hecha a temperatura adecuada muestra el cariño puesto en un plato sencillo pero que muchas veces no se sirve como debería. Para darse un gusto hay pulpo con oliva y pimentón ($1500), servido en una porción generosa, apta para que dos personas piquen una buena cantidad. Como cierre, muy recomendables el omnipresente flan o el siempre bienvenido tiramisú.
Los vinos son de bodegas clásicas, ofrecidos a precios accesibles, apenas superiores a los de los supermercados chinos del mismo barrio.
La cocina de Luis es una apuesta que esquiva la nostalgia, trescendiendo modas con precios amigables aún en épocas de bolsillos flacos. Un lugar para tener siempre a mano.
La Cocina de Luis queda en Boedo 1087. Teléfono: 2094-3615. Horario de atención: lunes a sábados de 12 a 15.30 y de 20 al cierre.