El último viernes, Netflix estrenó su producción original Santa Clarita Diet, que consta de diez episodios de treinta minutos y está protagonizada por Drew Barrymore. En esta ocasión, lo de original va por partida doble, por la temática, género y estilos involucrados: algo así como una comedia sobre canibalismo y locura suburbana con altos octanaje gore. Son contadas las producciones audiovisuales que han trabajado ese mix (La última cena, Coneheads, Delicatessen), pero quizá la referencia más directa sea Comiéndose a Raúl (Paul Bartel, 1982), en la que una pareja conservadora mataba personas y vendía la carne en su restaurante. El caso de Joel (Timothy Olyphant) y Sheila (Barrymore) tiene sus bemoles, aunque la melodía suena extrañamente parecida.
En este caso, la pareja se dedica al negocio inmobiliario y lleva su vida de consumismo insatisfecho en Santa Clarita, una zona residencial de Los Angeles, junto a su hija adolescente. Un buen, día la mujer descubre –tras un vómito digno de El Exorcista– que no tiene signos vitales. Sí, faltaba agregar el ítem zombie. La única manera de mantenerse saludable será a base de una dieta de carne humana. Cuánto más cruda, mejor. Y no habrá otro modo de conseguirlo más que asesinando. Sus víctimas, por otro lado, son sujetos revulsivos y representantes cabales del “riñón” estadounidense. Solo una actriz como Barrymore puede tener su boca llena de intestinos, chorrear sangre por los costados de sus labios y lucir adorable.