Producción: Tomás Lukin
Expulsan empresas
Por Huilen Amigo *
Uno de los ejes del discurso oficial se basa en la confianza internacional obtenida durante el gobierno de Mauricio Macri. El indicador utilizado por el presidente durante la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso fue el financiamiento otorgado por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, la economía argentina muestra otra realidad. La lluvia de inversiones prometida en campaña no sólo no llegó, sino que lo que se gestó y profundizó desde la gestión de cambiemos como resultado de las políticas implementadas es el cierre masivo de pymes y una expulsión de empresas internacionales que estaban instaladas desde hace décadas en Argentina. Las políticas que arrojaron semejantes resultados se han visto reforzadas y legitimadas por el condicionamiento que impuso el prestamista de última instancia como garantía para que continúe el desembolso de fondos.
El cierre de pequeñas y medianas empresas está directamente relacionado con el modelo de acumulación del capital inaugurado en diciembre de 2015, donde el sector financiero gana terreno por sobre la economía real. La estrategia económica basada en una apertura comercial y devaluación de la moneda, sumado el incremento de tarifas, vuelve muy complejo el sostenimiento de las pymes en un contexto de caída abrupta de demanda. La Secretaría de Transformación Productiva sostiene que el 99 por ciento de las 609.393 empresas privadas creadoras de empleo son pymes, concentrándose principalmente en la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense. Tal es la importancia de estas empresas sobre el empleo, que hasta el propio presidente hizo hincapié durante su discurso, bordeando el cinismo, en la importancia del desarrollo y crecimiento de las mismas para la creación de puestos de trabajo de calidad.
No sólo estas empresas “poco competitivas” sufrieron los efectos del macrismo, sino que grandes empresas internacionales no están pudiendo hacerle frente a la crisis. Algunos medios de comunicación argumentan que la salida del país de esas compañías responde a una modificación en la modalidad de negocio a escala global, sin embargo, tanto los cierres que se registran como el incremento de presentaciones a procedimientos preventivos de crisis (PPC), dan cuenta que la crisis que se está viviendo está volviendo poco tentador el mercado argentino.
La Secretaría de Trabajo informó que entre 2016 y 2018 se presentaron 246 empresas a procedimientos preventivos de crisis. El 44 por ciento de las solicitudes tuvo lugar durante 2018, el registro más alto desde 2005. La solicitud de los PPC por parte de multinacionales como Coca Cola o Carrefour, abrieron a su vez, el debate del objetivo real que se encuentra detrás su utilización. Una explicación posible es que las firmas no recurren al instrumento para intentar solventar y paliar la crisis, sino que responden a un interés por flexibilizar las condiciones laborales, un deseo expresado por el gobierno nacional, que aún no cuenta con apoyo legislativo.
Entre los casos más relevantes de empresas internacionales que están dejando de operar en el mercado argentino, se encuentran Wrangler y Lee, operadas por VF Corporation, que cerraron sus dos fábricas y se van del país. El rubro textil es uno de los más golpeados por la crisis con caídas interanuales que superaron el 20 por ciento desde septiembre y alcanzaron una retracción máxima de 36,8 por ciento en diciembre. Por su parte, la empresa japonesa Hitachi que operaba en Argentina desde hace más de 60 años, cerrará sus puertas y pasará a controlar sus operaciones en la región desde Brasil. El listado incluye además al grupo Alpargatas y el frigorífico BRF, ambos de capitales brasileños.
* Economista UBA - Maestranda en Sociología Económica Unsam.
Primero hay que crecer
Por Leandro Martín Ottone *
A la hora de pensar en inversión, primero debemos definirla y para eso voy a remitirme a John M. Keynes, uno de los autores más importante del siglo XX. En 1936, cuando publicó la Teoría General, definió la inversión como “adquirir un derecho a una serie de rendimientos probables, que espera obtener de la venta de los productos, durante la vida del bien, después de deducir los gastos de operación respectivos”. De esta frase podemos tomar dos términos: “rendimientos probables o venta de productos” y “deducción de gastos”. A su vez, Keynes postula que la “relación entre el rendimiento probable de un bien de capital y su precio de oferta o reposición, (…) nos da la eficiencia marginal del capital (EMK)”. La EMK es la tasa de descuento que logra igualar el valor presente dado los rendimientos esperados del bien de capital y su precio de oferta.
En tan solo un pasaje, Keynes logra explicar claramente qué es la inversión y de qué depende, algo que parece complejo en el discurso del gobierno y los economistas que toman las decisiones de política económica. La inversión depende estrictamente del precio corriente del bien de capital, los rendimientos “probables” y la tasa con la que se descuenta el flujo de fondos futuros, que suele estar determinada por la tasa de interés fijada por el Banco Central.
Ahora vayamos a los números actuales de la economía argentina, según el INDEC en la última publicación (enero 2019) del informe de utilización de la capacidad instalada (UCI) la industria manufacturera está operando en niveles del 56,2 por ciento en promedio. La industria petrolera está operando en niveles elevados mientras que la industria automotriz lo está haciendo en niveles muy bajos. ¿De qué depende la UCI?, ni más ni menos que del nivel de ventas; con lo cual, si un empresario quiere saber sus rendimiento probables, debe proyectar sus ventas, ergo su UCI.
De acuerdo con el Indicador Mensual de Consumo (IMC) de ITE-FGA, durante los últimos meses de 2018, el consumo se contrajo en términos anuales cerca del orden del 10 por ciento. Suponiendo que, en el mejor de los casos, el PIB para este año ya haya tocado el piso y no siga cayendo –pero tampoco creciendo– debería terminar con una caída de 1,8 por ciento y por ende, el consumo no se recuperará. La UCI, que depende de las ventas, se mantendrá deprimida, por lo tanto, el flujo futuro de fondos será pequeño y esto generará que la EMK se mantenga en niveles bajos. En el caso de que el consumo repunte a fin de año –cuestión altamente improbable–, la UCI, al partir de niveles tan bajos, aun aumentando, todavía habría un gran espacio por cubrir hasta activar el proceso deseado de inversión.
En cuanto a los gastos, tenemos la estructura de costos clásica de una empresa, la cual se compone de salarios, materias primas y préstamos. Tanto las materias primas como los salarios siguen la lógica de la inflación estimada para el año 2019. Es decir, las paritarias dependen del nivel general de precios como así también los precios dependen del nivel de discusión paritaria. Durante los primeros tres meses del año la inflación no ha descendido en la cuantía esperada por el gobierno. El promedio de consultoras estima que la inflación cerrará el año alrededor entre 30 y 35 por ciento. En segundo lo lugar, bajo el esquema monetario planteado por el FMI, la tasa de interés cumple el rol de contención del tipo de cambio. Si esperamos altos niveles de inflación, sumado al año de elecciones, es probable que el tipo de cambio presente tensiones y esto requerirá un aumento de la tasa de interés que como hemos visto los últimos meses no necesariamente contiene el mercado de cambios. Por último, si estimamos que el PIB descenderá 1,8 por ciento, y la tasa de interés se mantendrá en los niveles actuales, estimamos que la inversión puede descender el 15,2 por ciento. Como decía Keynes, las ventas futuras y los costos son la clave para comprender la inversión, lo demás es discusión retórica.
* Economista de ITE y Docente de Unpaz; UBA.