La experiencia vivida por el motociclista Ariel Trovato, de 40 años, vendría a ser una tangente no contemplada dentro de la reciente resolución 234/2019 de Patricia Bullrich, que busca proteger los derechos humanos de los uniformados. Trovato recibió una tanda de escopetazos con perdigones de goma, disparados por un grupo de entre tres y cuatro uniformados montados en sus motos de ninjas policiales (después se supo que eran de la Ciudad) contra él, a una distancia de dos metros, que le dejó la cintura y los glúteos como un colador sanguinolento. Le tiraron porque sí, no en la habitual faceta represiva autojustificada por una presunta paz social. Porque sí. El porque sí se verifica en que no lo detuvieron, no intentó eludir un operativo, no le iniciaron una causa por “resistencia a la autoridad”, no lo persiguieron hasta encontrarlo, ni le pidieron identificación. De hecho, le tiraron y siguieron, sin saber quién es, por qué estaba ahí, ni nada. Trovato terminó internado (llegó por sus propios y lastimosos medios), en cirugía, sigue hasta la fecha con licencia en el trabajo y con miedos recurrentes. La denuncia que ahora se dirige hacia el fuero porteño busca indagar por qué el porqué sí de la violencia policial.
La itacada de los ninjas se produjo pasada la medianoche del 9 de diciembre, en el centro porteño, durante los festejos por el triunfo de River en Madrid por la Libertadores.
“Llevaba puesta dos camisetas de River y una campera también de River”, recordó Trovato al hablar con este diario.
“Estacioné mi moto cerca de Belgrano y 9 de Julio, a la altura de Mexico, era entre las nueve y las diez de la noche y pensaba irme caminando desde ahí hacia el Obelisco. Yo iba caminando y sacando fotos, con la gente, los festejos. Estuve un rato ahí, y cuando vi que empezaba a llegar la policía, empecé a irme a buscar mi moto.”
Trovato se subió a la moto, cruzó la 9 de Julio, y se dirigió por Lima hacia Independencia para tomar por esta avenida. Desde el sur, una columna de ninjas policiales avanzaba “arreando la gente, pero a esa altura, como a diez cuadras del Obelisco, no había disturbios”, recordó Trovato. El motociclista declaró en su denuncia que al doblar hacia Independencia cruzó la línea de los policías y le quedaron unas motos a su derecha y otras a su izquierda. Al doblar, desde las de la derecha le gritaron “¡adónde vas? Pará!”, y ahí nomás sintió el impacto en su cadera, primero del lado izquierdo y después le tiraron también desde el lado derecho.
Trovato cayó al piso porque la moto se desestabilizó y volcó.
Los policías lo único que hicieron fue gritarle “¡Salí de acá, negro de mierda, andáte!”.
“Levanté la moto, y me fui caminando por Independencia, subí a la vereda, por mis propios medios. Unas cuadras más lejos, paré, me bajé un poco el pantalón y vi todo rojo, desgarrado, un montón de impactos, un desastre. las heridas y entré en un estado de shock, no sabía que hacer y escuché que una persona me decía, ‘qué te pasó, andá al hospital’”, declaró más tarde, el 11 de marzo, ante la fiscalía de la Procuvin, al ratificar su primera declaración.
Así, como estaba, llegó al hospital que le cubre la obra social, como pudo, entró a la guardia, un vigilador le preguntó qué le había pasado, y cuando él contó lo hizo pasar a esperar al médico. “Me senté a esperar y a los cinco minutos más o menos me moría dolor y llegó un oficial de la policía”, declaró ante la Procuvin. Ante el policía, de la Ciudad, fue su primer declaración en la que relató lo que le pasó, que todavía no lo podía creer. Después lo atendió una médica, le hizo las curaciones y lo hizo volver a la casa, aunque al día siguiente tuvo que volver para hacerse unas placas donde le encontraron cuatro perdigones que le habían quedado dentro. Lo operaron, y estuvo internado varios días. Después volvió a la casa. Al trabajo todavía no pudo volver. Está con alta médica hasta el 15 de abril, cuando será evaluado nuevamente por una junta médica.
Trovato ratificó la denuncia en una causa que fue iniciada por el primer oficial como “lesiones leves”, pero que ahora está siendo impulsada como “lesiones graves, y amenazas, agravadas por tratarse de funcionarios policiales”.
“Este caso muestra un nivel de impunidad escalofriante. En general, cuando la policía reprime o lesiona a un ciudadano, le abre una causa, real o inventada, para justificar su accionar. Acá tenemos un caso ya descarado @dijo Mariano Przybylski, abogado que tomó la querella de Trovato@. De un grupo de policías que le disparan 16 balazos a una persona porque sí, porque estaban aburridos.” A la denuncia se sumó la diputada nacional Mónica Macha (FpV), que impulsó el caso luego de que Teresa Quagliano, la madre de la víctima, llegara hasta su despacho pidiendo ayuda. “Todas las políticas que salen del Ministerio de Seguridad, como el protocolo para que los policías disparen libremente, son las que posibilitan que después sucedan hechos como el de Ariel. Lamentablemente estamos en un momento en donde las fuerzas de seguridad tienen luz verde para cualquier abuso, y eso es peligroso para todos y todas”.