Cuando el documentalista italiano Daniele Incalcaterra era chico, su padre era funcionario de la embajada italiana en Paraguay y recibió 5 mil hectáreas, que eran una parte de las que el dictador Alfredo Stroessner repartió de manera irregular bajo su régimen. Esas tierras rompieron la relación de Daniele Incalcaterra con su padre. Años después, ese mismo hijo decidió devolverlas a sus dueños originales del Chaco paraguayo: los guaraní ñandeva. El poderoso documental El Impenetrable (2012) registró la odisea por lograr su meta, y el desolador paisaje de desmonte, soja, corrupción, golpismo y sufrimiento que encontró en el camino. Incalcaterra lo dirigió junto a la realizadora suiza Fausta Quattrini y pretendió fundar un lugar sustentable, ecológico y natural llamado Arcadia. Un decreto del entonces presidente del Paraguay, Fernando Lugo, lo avaló posteriormente. 

Cuando hace unos años estaba presentando El Impenetrable en el Festival de Venecia, un llamado telefónico puso a Incalcaterra en alerta: “Me llamaron comentando que había un problema con la reserva Arcadia que hemos creado durante la filmación de El Impenetrable. Como había un nuevo problema pensé que había que hacer otra película. Así que en 2013 comenzamos el rodaje de Chaco. Empezó como una necesidad para defender la reserva que estaba otra vez con problemas de usurpación”, explica el cineasta que volvió a codirigir con Fausta Quattrini. 

Chaco se presentó en el Festival de Mar del Plata 2017 y obtuvo el premio Greenpeace destinado a la película que mejor refleja el cuidado del medioambiente y la no violencia, valores que la organización ambientalista defiende en todo el mundo. El jurado fue contundente en la elección: “Chaco denuncia claramente uno de los más graves problemas que enfrentamos hoy: la deforestación del planeta y las razones por las que se está produciendo a pasos agigantados. También señala con toda claridad los intereses que hay detrás, los grandes propietarios y sus bandas de sicarios, la convivencia distraída y corrupta de los estados y sus instituciones, y el brutal despojo de sus derechos a las poblaciones originarias. Lo que la película muestra en el Chaco paraguayo está sucediendo casi de idéntica manera en muchos otros lugares del planeta. Se podría decir que cualquier parecido con sucesos de esta índole no es pura coincidencia. Es casi una norma”.  

Una escena de Chaco, con el propio Incalcaterra poniendo el cuerpo.

 

Ahora, llegó el momento del estreno de este documental narrativo, que pone en escena a Daniele Incalcaterra, inmerso en la defensa y en la construcción del futuro de la Reserva Natural Arcadia, en el corazón de Chaco paraguayo. A partir del jueves 4 de abril podrá verse en el cine Gaumont y desde el domingo 7 en el Malba. 

–¿La lucha por la tierra la vive como algo personal ya que usted decidió devolver 5 mil hectáreas heredadas de su padre de bosques paraguayos a los nativos guaraníes?

–No solamente personal. Entre las dos películas transcurrieron diez años y se volvió un problema que nos afecta. Hace diez años, yo no sabía dónde me iba a meter. Y me metí en algo que, al final, sufrimos todos. Para mí, es una forma de dar una respuesta a lo que está pasando en el mundo. La deforestación está pasando en el Chaco paraguayo, en el Chaco argentino, en el Chaco boliviano, en el Amazonas y en otros lugares del mundo. Estamos en la misma situación. Hay responsabilidades de todos lados. Nosotros, en Europa, somos segundos importadores de soja transgénica, después de China. Y no lo consumimos los humanos pero sí los animales. O sea, las gallinas, los pollos, los chanchos, las vacas. Y ese consumo está ligado a nuestro consumo de carne y de quesos. No es casual que Greenpeace Italia esté en estos momentos con una campaña muy fuerte diciendo que hay que disminuir el consumo de esos alimentos porque está directamente ligado a la deforestación. Cuanto más consumimos, más deforestación hay. O sea, que es un problema que hay que arreglarlo de todos lados. 

–¿Se puede decir que hay un diálogo entre Chaco y El Impenetrable?

–Sí. La otra es el cuento del forastero que cae en Paraguay tratando de encontrar dónde está su tierra para poder devolverla a su pueblo originario y al final se da cuenta de que esa tierra está en el centro de muchos otros intereses. Al final, para salvar esas 5 mil hectáreas hace una Reserva de cogestión con los ñandevas. Y termina como una pequeña victoria.

–¿Y para este documental, Chaco, se sintió menos extranjero?

–En esta ya soy una persona conocida en el Paraguay. Hay una parte de los paraguayos que conocí en la otra película y que saben que Arcadia se volvió un símbolo de resistencia hacia otras deforestaciones. Al mismo tiempo, soy mucho más conocido por todos los que se oponen: los grandes propietarios que no quieren saber nada de lo que estoy haciendo. Además, el Estado mismo. No es por casualidad que me haya salido un juicio: normalmente cuando tocás los grandes intereses económicos y tocás el Estado, la respuesta inmediata es judicial. 

–¿Siente que hay una complicidad de los Estados frente a la problemática de la deforestación?

–Pienso que sí. No se olvide que en los últimos años Paraguay se volvió el cuarto productor de soja y el sexto productor de carne del mundo. Eso dice mucho. O sea que el crecimiento económico que tiene Paraguay está basado  sobre tres productos: carne, soja y electricidad. La electricidad que producen Itaipú y Yaciretá está revendida a los brasileros. Esos son los tres elementos del país. Un país que crece de esta forma, sobre producciones peligrosas –aparte de la eléctrica–, en el sentido de que está desertificando su territorio y dejando desparecer los bosques que son fundamentales, está haciendo una política muy peligrosa. Lo mismo se está haciendo en la Argentina. No es que esté muy lejos del esquema paraguayo. Con la producción de soja en la Argentina se está exponiendo un peligro. Cuando un responsable del gobierno sabe muy bien cuáles son las contradicciones de un producto, con las cantidades químicas que se usan y que recaen en el territorio y también en los seres vivientes, está haciendo una complicidad con la muerte. Los gobiernos tendrían que defender los intereses de los ciudadanos. Y en lugar de defender los intereses de salud, educación y trabajo de los ciudadanos, está realizando otro tipo de inversiones que, al final, dejan resultados muy peligrosos. 

–¿Qué significó obtener el premio Greenpeace en el Festival de Mar del Plata 2017?

–Fue muy fuerte el reconocimiento que tuvo Greenpeace para esta película porque es muy cercana de la lucha que Greenpeace y otras ONG están llevando adelante en el mundo por el tema de la deforestación. Yo estoy presentando Chaco ahora en varias ciudades italianas como Milán, Génova, Bologna, Roma, Palermo y estoy siempre acompañado por un grupo de jóvenes de Greenpeace, quienes dan una visión de lo que están haciendo, como hizo esa institución en la Argentina. La Ley de Deforestación la llevó adelante Greenpeace Argentina. Fue aprobada, pero no es respetada.