Hay otros mundos posibles. En uno de ellos, Jorge Luis Borges se llama Juan Bustos y usa Grindr para levantar un chongo. En otro de esos mundos, la pareja que formaban la poeta María Elena Walsh y la fotógrafa Sara Facio practican el poliamor y se pelean por Whatsapp. Hay un mundo posible donde Cris Miró decide vengarse de la humillación televisiva que le fue infligida por el mentalista Tu Sam, quien no quiso reconocer su identidad femenina transexual autopercibida; Cris se transforma en arquera femininja de tiro fatal.
El cuarto y último de esos mundos es posible de verdad: realizable. Se trata de la transformación amorosa de un club de barrio, contada en el lenguaje popular callejero de sus protagonistas. En "Los mundos posibles. Cuentos del colectivo", de Fabi Fernández, conviven la utopía social y la crónica, la militancia GLBTIQ+ y el género menor de la fan fiction, elevada a literatura mayor gracias a una prosa de alta calidad, inteligentemente humorística, brillantemente ingeniosa.
Publicado en marzo de 2019 con la ayuda financiera de la Subsecretaría de Diversidad Sexual del Gobierno de Santa Fe por el sello rosarino Turba Ediciones ("turba" en su acepción de multitud activa, no del sustrato para helechos; valga la aclaración), el libro de tapas violetas ilustrado por Franco Rasia tuvo una emotiva presentación a la altura de su generosidad estética y política.
La noche del último miércoles de marzo, La Casa de las Locas estaba llena de gente. Era fácil intuir a simple vista que la prevalencia de ropa roja y negra superaba el azar estadístico. Este detalle queda explicado en la parte de la solapa donde se cuenta que su autora (además de activista LGTB que trabaja para el Estado y para una asociación civil) es "hincha de Ñuls". Nacida en Rosario en 1970, "la Fabi" (como le dicen todes) tuvo una deriva vital muy Gen X, de cajera de supermercado a licenciada y profesora de Antropología por la Universidad pública. Tras contar su historia y decir gracias, gracias, gracias, estampó su mano en una pared de la Casa y firmó una frase: "¡Esta luz es nuestra!" mientras les asistentes se dividían espontáneamente entre quienes fotografiaban el rito y quienes iban a probar (algunes, por primera vez en una ya larga vida) las ricas copitas de sambayón casero y brochettes veganas. Fue una fiesta.
La actriz, escritora, cantante, docente y performer trans Susy Shock, autora del prólogo, deleitó al público con su lectura e interpretación del cuento "La flecha" (el de la Cris Miró arquera, quizás el mejor del libro). "¡Necesarios, Fabi, estos cuentos!", celebra Susy Shock en su prólogo, en segunda persona, a modo de carta a la autora: "te animás a jugar, a ganarles el respeto, a repintarles para ablandarles el mármol, lo acartonado de la memoria que se pone tan hegemónicamente solemne cuando de figuras públicas se trata. Y además, con ese escribir le das una enorme bocanada de aire fresco a lo literario todo. Precisamente, desde estas disidencias, demostrás también que, cuando se lo proponen y se empoderan en lo propio, lo mejoran todo. Entonces, tus cuentos les dan, por fin, a estos seres reales atrapadxs en estos mitos, el aventurarse que les quedó pendiente, sin salir; la venganza de terciopelo que no germinó, el desalineado beso que no se permitieron compartir por causa de todos esos miedos de este mundo demasiado chato".
El prólogo resume en pocas y certeras palabras cómo estos cuatro cuentos despliegan otras tantas posibilidades: el aventurarse gay en "El poeta depuesto"; la aterciopelada venganza transexual, meretriz y zen al mismo tiempo, en "La flecha"; el tierno beso lésbico de "El viaje", y el empoderamiento revitalizador donde convergen las marginalidades para hacer lazo social en "El club de las mariposas", un milagro posible donde putas y pibes chorros construyen un hogar colectivo a la sombra de la madreselva en flor. Cada cuento tiene su lenguaje, en un arco de idiolectos y sociolectos que van desde la filosófica prosa borgeana a la universidad callejera de la noche.
Es en el cuento homenaje a María Elena y Sara donde los diálogos se acartonan un poco. Quizás sea un respetuoso amor a esas figuras lo que le impide a la autora lograr la hilarante irreverencia con que depone al poeta nacional o transforma a la mediática Cris en una versión criolla de Beatrix Kiddo: "Hoy cumple cincuenta y dos años. Si Lohana Berkins la viera, estaría orgullosa", comienza "La flecha". Y más adelante dice: "Mil veces la vi practicar. Tiene un cuerpo deseable y lo sabe. Usa polleras entalladas, para evitar que su arco se trabe. Ceñida al cuerpo, usa la aljaba a la cintura…".
Son necesarios más libros como este. Para escribir las diferencias en primera persona. Para prender un fuego carnavalesco a los estereotipos que oprimen, y que ardan con una luz que sea de todes.