Caori tiene 10 años y dice, afuera de la cancha, que no sabe qué haría sin el fútbol. Adentro, su cuerpo parece más delgado de lo que es porque la camiseta que usa le queda por las rodillas. No importa: Caori –la tez morocha, el pelo atado con una colita baja, una sonrisa que se le escapa cada vez que toca la pelota– aguanta el balón bajo el pie derecho, gira, busca el pase a su compañera. Y una jugada después su arquera se la tira larga para que pique. Caori corre, se adelanta a las otras niñas y cuando está frente a la arquera le pega de puntín: es gol. Caori se abraza y se deja abrazar; y vuelve corriendo para su lado. Ahora se entiende lo que quiere decir cuando explica que el fútbol le da felicidad.

Caori llegó a la Villa 31 desde el Abasto con su equipo, Rincón del Fútbol, así como hicieron las 120 pibas que estuvieron la mañana de sábado jugando al fútbol. Ahí, en la cancha Güemes que habitualmente usan las pibas de La Nuestra, se juega el torneo Relámpago que anuncia el lanzamiento de una nueva temporada de la Liga Nosotras Jugamos, un campeonato que el año pasado reunió a 240 pibas de todas las edades, y que se transformó en un verdadero semillero del fútbol femenino en la Ciudad de Buenos Aires.

Dana también tiene 10 años y revela un secreto: cuenta que cuando está triste, el fútbol es muy lindo porque le saca la tristeza. Y que la pelota es una amiga más. Luján tiene 13 y juega en Las pibas de Chaca: dice que el fútbol le encanta porque se puede desquitar de todos los problemas. Y les deja un mensaje a quienes afirman que éste es un juego de varones: “El fútbol no tiene género, es para todos, todas, todes”.

Detrás del alambrado, cerca de la parrilla con chorizos –pero sin tocar ninguno– están Macarena Sánchez, quien encabezó el reclamo por el fútbol profesional en Argentina, y Gabriela Garton, una de las arqueras de la Selección. Vinieron a apoyar la iniciativa. A la “uno” la emociona ver a tantas nenas chiquitas desarrollándose en el fútbol en un ambiente de fiesta. Maca agrega que tener estos espacios es indispensable “para que las disidencias puedan tener un lugar en la cancha, como corresponde”. También está Damián Stazzone, campeón del mundo en Futsal. Cerca de ellas y ellos, Mónica Santino, referente social de este barrio, una de las entrenadoras de La Nuestra Fútbol Feminista y coordinadora de esta Liga dice que la magia de este certamen está en la heterogeneidad: “Acá podés jugar con pibas que se forman en potreros y con chicas de oficina que alquilan una cancha para despuntar el vicio. Es una Liga comunitaria que armamos porque entendimos que en la Ciudad las pibas –y sobre todo las de los barrios populares– necesitaban un lugar para competir. Es acá: nosotras jugamos para defender el derecho al juego y es un campeonato abierto a todas las disidencias”, explica.

La Liga cuenta con cuatro categorías: menores (desde 2009 en adelante), juveniles (desde 2003 hasta 2005), cadetas (nacidas desde 2006 hasta 2008), y mayores (sin límite de edad). Su inicio será el domingo 7 de abril y hay tiempo de inscribirse hasta hoy al whatsapp 115-592-8376. El certamen se jugará durante nueve domingos –a excepción del feriado por Semana Santa– en las canchas de Avenida Alberdi 4563, Villa Luro.

Se trata de un torneo que además tiene a mujeres árbitras. Ana Vera es la coordinadora de las referís y afirma que lo más destacable de acá es la inclusión: “Es lindo trabajar en Nosotras Jugamos porque hay tolerancia, solidaridad y mucha unión. Por ahí me cruzo con chicas que dirigí por la calle y me saludan porque pase lo que pase adentro de la cancha, afuera está todo bien”.

La principal impulsora de este campeonato es la legisladora Andrea Conde, de Nuevo Encuentro. Con una camiseta que reza “Yo amo a Boca”, la diputada cuenta que lo primero que pensaron cuando armaron este proyecto fue no dejar afuera a quienes no podían pagar la inscripción. Así, trabajan para cubrir gastos que equipos de barrios vulnerados no pueden afrontar.

Verónica Bellomo
La entrega de premios con una de las ganadoras.

“Me pregunto cuántas Messi habría si a cada piba en el jardín de infantes le hubieran dado la posibilidad de soñarse goleadora”, expresa.

En la villa 31 hay un equipo que homenajea a Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo línea fundadora. Se trata de Norita Fútbol Club, un grupo que ya disputó esta Liga el año pasado. “Nos gusta este torneo porque atraviesa las dimensiones sociales de la Ciudad”, coinciden Julieta Ossés y Tamara Haber. Norita cuenta en sus filas con Lucía Cortiñas, delantera y nieta de la Madre de Plaza de Mayo. Lucía juega con la número 10 que tiene el nombre de su abuela. “Cuando mi abuela me contó de este equipo lo primero que dije fue que quería jugar acá. Me da un orgullo tremendo ser parte de este grupo. Es un poco como jugar en representación de ella. Y cada vez que le cuento que estuve en los partidos, se pone muy contenta”, cuenta.

También están Nueva Unión, Las Pibas, YPF (Yegua, Puta y Feminista), Babé, Evita Tortillera, Fuerza y Voluntad, y tantos otros equipos. El año pasado, en el marco de la Liga, todas tuvieron además talleres de liderazgo deportivo, de acceso al aborto y de educación sexual integral.

Las remeras que están a la venta, exhibidas en el alambrado que da a uno de los pasillos, tienen consignas que interpelan a las aquí presentes: Mi juego, mi revolución; Me paro en la cancha como en la vida; Un caño al patriarcado.

Los trofeos que reciben las campeonas tienen a una chica pateando una pelota, y están ubicados en el lugar donde dentro de un rato Karen Pastrana rapeará: “Pateo desde adentro desde el vientre de mi madre”.

En el cierre, Mónica Santino recuerda la importancia de este espacio: “Esta es una usina para que juntas trabajemos en políticas públicas de género y deporte. Queremos un fútbol con divisiones inferiores, que construya nuestra identidad como futbolistas desde la infancia. Queremos que haya entrenadoras y también dirigentas. En este camino vamos. Las esperamos a todas el domingo 7 de abril”.

Caori, transpirada, pasa al frente con sus compañeras y vuelve a sonreír: le toca levantar el trofeo y pensar, una vez más, qué haría sin el fútbol.