Pasaron poco de más de cuatro meses desde la última entrevista a la diputada del PT, María do Rosario Nunes, la ex ministra de Derechos Humanos de Dilma Rousseff. Las elecciones ya habían dado ganador a Jair Bolsonaro y la legisladora definía a ese momento como el de “la fascistización de Brasil” y alertaba de que nos “preocupáramos en la Argentina” por lo que vendría. Desde ese momento y con mucha rapidez, el proceso de derechización en la región se profundizó. Sus respuestas de hoy son una señal de que nuestros países todavía pueden estar peor.
–Desde su condición de mujer agraviada por el actual presidente de Brasil (N. de la R: en 2003 Bolsonaro le dijo que “no merecía ser violada”), ¿qué reflexión le merece el primer aniversario del asesinato de la concejala y militante feminista Marielle Franco que se cumplió el 14 de marzo?
–El asesinato de Marielle Franco es un crimen político de la más alta gravedad todavía impune y su muerte está ligada a ese período de promoción del odio político, que se suma al odio racial, al odio contra las mujeres que existe en Brasil y que fue acelerado a su grado máximo por Bolsonaro y su grupo político. Yo no tengo dudas y estoy segura de las responsabilidades criminales de personas vinculadas a las actuales autoridades. Sabemos que influyeron para que se viviera la situación de odio que atraviesa el país y que llevó al asesinato de Marielle.
–¿Usted sostiene que el crimen político de Franco se mantiene impune pese a las detenciones de los presuntos asesinos?
–Sí, así es. Está impune porque los actuales líderes políticos son responsables de lo que pasó.
–El presidente viajó a Estados Unidos e Israel, donde se lo felicitó por la política que lleva adelante, incluso a sus hijos, como cuando Trump elogió a Eduardo Bolsonaro, quien dijo de Marielle que era una desconocida hasta su asesinato. ¿Qué piensa de esa situación?
–Nosotros estamos viviendo un período político en Brasil en que la república se transformó en una familia autoritaria, sin límites y que está vinculada a grupos criminales. Es lo que está ocurriendo en Brasil donde estos grupos, como las llamadas milicias, han rodeado al poder. Por eso en este momento hay una mixtura entre el Estado, el poder del Estado y los Bolsonaro.
–¿Qué piensa de uno de los gestos sin precedentes de Bolsonaro en EE.UU, su visita a la CIA, brazo ejecutor de los golpes en América Latina a lo largo de su historia?
–Es una vergüenza para Brasil, una vergüenza… Algo abominable, esa postura de servidumbre ante EE.UU. Nunca tuvimos un presidente que se comportase sin el reconocimiento de su propia función y de la soberanía de nuestro propio país. Ni siquiera los dictadores lo hicieron, lo que demuestra una diferencia. Yo tengo entendido que Bolsonaro funciona como un soldado raso, o sea, un soldado sin capacidad para tomar decisiones propias. Más siendo el presidente de la república, ¿quién ejerce su jefatura o su comando? Es Trump. Bolsonaro está al servicio de Trump en todos los sentidos. El gobierno de Brasil es fascista. Ahora bien, ¿por qué hacemos esta caracterización? El se basa en cuatro sustantivos: patria, familia, tradición y orden. Esas cuatro cuestiones que el presidente disemina desde el proceso electoral en las redes sociales, todas ellas movilizan el odio interno y la división de Brasil. Pero viaja a Estados Unidos y vende la patria y deja millones de familias en la miseria. Además, fuerza la violencia contra las mujeres que son las principales víctimas de su gobierno.
–¿Es cierto que esta cercanía de Bolsonaro con Trump causó disgusto en las fuerzas armadas brasileñas?
–Sí, claro, sin duda. Porque hay sectores militares en mi país que creen que el concepto de patria deriva de la constitución de 1988. Otros no, porque el militarismo es una ideología. Pero entre los sectores nacionalistas, las actitudes de Bolsonaro son vistas de manera muy crítica.
–La posibilidad de que Brasil pueda ingresar a la OTAN o a la OCDE –como trascendió– a cambio de cederle a EE.UU. la base de Alcántara en el estado de Maranhão para lanzar satélites al espacio, ¿qué opinión le merece?
–Durante quince años el Congreso Nacional impidió la decisión de entregarle la base de Alcántara a Estados Unidos mediante un acuerdo bilateral. Alcántara es un patrimonio inestimable, estratégico. Hubo un documento del Departamento de Estado norteamericano donde decía que el objetivo de Estados Unidos es usar la base del nordeste para investigar el espacio. Nosotros sabemos en Brasil el significado geográfico y estratégico que tiene Alcántara y entonces no es una entrega cualquiera. Es una entrega para economizar combustibles, para beneficiarse. Nosotros no podemos hacerlo. Cederla sería inconstitucional, una traición a la patria. Y eso está aconteciendo en Brasil pese a que Bolsonaro ya no tiene la misma base de apoyo. Ha perdido quince puntos. Pero la población no percibió en su totalidad el carácter entreguista de este gobierno, que está dispuesto a ceder la Amazonia, Alcántara o el uso de Estados brasileños para afectar a Venezuela.
–Al vicepresidente brasileño, el general Hamilton Mourão, se le atribuye una posición diferente sobre el tema a la de Bolsonaro. ¿Es así?
–Sí, nosotros hemos percibido eso, porque el presidente toma decisiones que demuestran que puede no llegar a concluir su gobierno a pesar de que llevan poco tiempo, apenas algo más de tres meses. Creo que es una hipótesis muy relevante y conocida. La solemnidad con que se entrega la soberanía de Brasil agravia a los sectores militares. La falta de seriedad del canciller Araújo también. Y la reforma de la Providencia, la retirada de los derechos del pueblo desagrada a los mismos que votaron a Bolsonaro. Solo están agradados por estas políticas los armamentistas y los latifundistas.
–¿Qué consecuencias trajeron para Bolsonaro sus obscenos tuits, como el video que envió de una pareja gay donde uno de sus integrantes orinaba sobre el otro?
–Eso le costó principalmente porque desmereció a una fiesta popular brasilera reconocida en el mundo como el Carnaval, algo relevante de nuestra cultura nacional. El creó una imagen negativa sobre el Carnaval y eso muestra por qué Bolsonaro hace esas cosas y los integrantes de su gobierno también. Es que precisan mantener un discurso sobre familia y la tradición, mostrándose conservadores para mantener su base de apoyo. Hubo una reacción muy fuerte contra el video.
–El 8M el presidente declaró que las mujeres eran “joyas raras”. ¿Qué cree que quiso decir después de frases agraviantes como las que le dedicó a usted en el pasado?
–Pienso que con eso demostró una forma más de ser machista. ¿En qué país estamos viviendo? En uno que las consultoras concluyeron que no hay espacio seguro para las mujeres. Donde un millón y medio de ellas fueron golpeadas o sufrieron tentativas de estrangulamiento, y 22 millones pasaron por algún tipo de acoso y el 80 por ciento de esas violencias fueron dentro de sus casas o por un conocido.
–¿Qué opinión tiene de la pastora evangélica Damara Alves, la ministra de la Mujer, la Familia y Derechos Humanos de Brasil?
–Damara es una persona que mezcla sus convicciones religiosas con cuestiones de Estado. Ella ha participado en los foros internacionales colocando a Brasil entre los países más atrasados. Nosotros, durante los gobiernos de Lula y Dilma hicimos políticas públicas que bajaron los índices de pobreza y garantizamos la educación a través de las mujeres que ganaron renta, trabajo y protección social. Damara representa exactamente lo contrario de eso. Ella siempre hace sus enfoques a favor del corte de las políticas públicas y la menor autonomía de las mujeres en cuestiones de género y reproducción sexual, basándose en un juzgamiento moral ridículo.
–¿Ha estado en contacto con el ex presidente Lula y, si no fuera así, que nos podría decir sobre su actualidad en prisión?
– Es muy difícil, muy duro para nuestro Brasil tener a nuestro presidente Lula preso. Porque nosotros acreditamos su inocencia y fue víctima de un movimiento para que se eligiera a Jair Bolsonaro. Al mismo tiempo, él sigue siendo un guía para todos nosotros. Está además de detenido, incomunicado y le prohíben hablar. Es el único preso de Brasil en esa condición. Eso nos causa un dolor muy grande. La crisis política del país y lo que está viviendo hoy también pasan por el campo judicial, sobre todo desde que Sergio Moro se convirtió en ministro de Bolsonaro. Lula está haciendo una gran falta en esta hora de Brasil para unir al país.
–¿Cómo siguen los juicios que le inició al presidente por los agravios públicos que le propinó cuando ambos eran diputados en el Congreso?
–El pretendía que el caso fuera cerrado pero no lo consiguió y entonces fue suspendido el juicio solo durante el período en que dure su presidencia. Después será retomado el proceso sin que prescriba y tendrá que responder. Fue una victoria de nuestros abogados y al mismo tiempo, yo creo que él, hoy, volverá a tener que declarar más temprano de lo que piensa.