“Gorda”, “gorda paposa”, “gorda batata” y hasta “paqui”, por paquidermo, te dicen una, dos y hasta infinitas veces y te lo tragás, bajás la cabeza con vergüenza callándote toda la bronca. Joy tiene 29 años y ha escuchado toda la vida estos comentarios con las miradas recelosas cuando entra a un local de ropa, cuando se sienta a la mesa familiar y alguno de los presentes se transforma en el veedor de su salud contando cuánto y qué comió. La protagonista de la serie Gorda sufre cada uno de los señalamientos que estigmatizan y estereotipan a las personas gordas. En apenas 15 minutos de trama, se retrata lo que miles de personas que son catalogadas como obesas, gorditas y gordas sufren a diario: gordofobia. Joy, entonces, hace la pregunta justa que punza a la audiencia frustrada vuelve de otra salida en la que fue relegada a ser la “amiga gorda copada” en un audio poderoso que envía a sus ex compañeros del secundario por error: “¿Por qué vos no sabés lo que significa ser gorda? Nunca lo vas a saber”. 

LA POLICÍA DE LOS CUERPOS

¿Quién conoce verdaderamente el relato de la violencia sobre los cuerpxs diferentes? ¿Dónde aparecen estas voces desdibujadas en un sistema que reproduce normas corporales para todxs? Ahí donde aflora la pregunta aparece la serie Gorda para llenarnos de más interrogantes y para conmovernos con la visibilidad de la diversidad corporal. Es interesante que la trama aborde desde el lugar de lo cotidiano las diferentes violencias que sufren las personas gordas, pero esto no resulta casual. En los últimos años, los movimientos de la diversidad corporal han logrado instalar algunas de las preguntas más complejas para resolver por el conjunto de la sociedad en nuestro país. Ser gordx aparece asociado a una serie de estereotipos negativos: estar enfermo, no tener voluntad para ser delgado, ser feo respecto de la norma patrón de belleza y hasta tener una identidad quebrada que no puede cumplir con los mandatos sociales. Ser gordx implica ser motivo de señalamiento constante en una trama en la que se invisibiliza a los gordxs en el mercado del deseo. Ser gordx, entonces, es no ser merecedor de amor ni tener una vida posible.

En contra de estos significantes sociales, el activismo gordx sudaka sin duda se ha manifestado, en los últimos años, con mayor visibilidad a partir de varios factores: la insurrección de los movimientos feministas desde 2015 con las consignas del Ni Una Menos, el reclamo social de los grupos de mujeres y personas gestantes por el derecho al aborto legal y gratuito y, también, la creciente visibilización de los grupos de activistas gordxs que vienen trabajando en estas temáticas desde 2011.

LA CARNE COMO CAMPO POLÍTICO

La serie Gorda habilita, desde nuestras coordenadas latinoamericanas, una lectura posible de la denuncia contra las normativas corporales que se centran en la delgadez como valor social y de consumo. Es decir, la propuesta audiovisual dirigida por Tamy Hochman, Bárbara Cerro y Sol Rietti inserta en el repertorio cultural las incipientes voces políticas que se abren paso en las discusiones de turno. La diversidad corporal, que incluye el reclamo de los colectivos trans, intersex, diverso funcionales y de los movimientos gordxs, tiene un vasto recorrido político que se inicia en las coordenadas anglosajonas a finales de los años 70. Sin embargo, el activismo gordx ha llegado a estas orillas rioplatenses por medio de una serie de tráficos y discusiones que propagó el fenómeno de la globalización. La reapropiación de los activistas gordos locales desde el 2011 ha dado una mirada múltiple y particularísima sobre el abordaje de estas temáticas en un país productor de alimentos. Desde los grupos de la perspectiva crítica hasta las posturas de la positividad corporal gorda se han entramado una serie de alianzas y estrategias políticas que ponen en primer plano la cuestión del cuerpo. No sólo se trata de poner en discusión las preguntas acerca de las dietas eternas o de cómo se articulan esas presiones sociales sobre las corporalidades diversas, sino que también podemos encontrar desde intervenciones sociales sobre la ley de talles, múltiples campañas de visibilización de los cuerpos gordos en la moda, hasta intervenciones críticas como la Comisión de Activismo Gordo en el Encuentro Nacional de Mujeres, la circulación de documentales, la denuncia explícita al sistema de consumo que ha transformado al cuerpo en mercancía, las intervenciones callejeras y la proliferación de las voces literarias, entre otras. Si bien señalamos que el origen del reclamo contra el modelo médico hegemónico y la industria dietética tiene larga data, en nuestro país, desde la publicación de Cuerpos sin patrones en 2016 por la editorial Madreselva hasta las preguntas que empiezan a proliferar en las redes sociales sobre los estereotipos de belleza han dotado al activismo gordo de una visibilidad dentro de los reclamos sociales que resulta ineludible.

La llegada de la serie Gorda no es, entonces, una coincidencia, sino que es parte de un proceso arduo en el que se empieza a visibilizar la violencia sobre los cuerpos gordos. Asimismo logra entramar, en 8 breves capítulos de 15 minutos, los modos en los que funciona la discriminación sobre las personas gordas, pero también nos muestra el lado esperanzador en el que Joy, nuestra protagonista gorda, emprende un camino de autoconocimiento. La historia oscila entre la mirada gordofóbica social y el proceso que emprende Joy con su primer aliado, Swartz, para desandar esa violencia desde una mirada crítica e irónica. No es casual cada una de las transformaciones de la protagonista que nos invita a pensar en que no se trata del famoso “querete vos mismx” o “empodérate”, discursos que se han vuelto muy poderosos culturalmente, sino que la trama nos muestra tambien los grupos terapéuticos de gordxs donde cuentan cuantas calorías ingieren o la humillación que sufre la protagonista en su ámbito laboral. Joy se auto descubre, pero no en el eslogan vacío de la auto superación, sino desde ese lugar en el que opta por rever sus prácticas y lanzarse a experimentar con su cuerpo.

La serie alcanza su grado más representativo mostrando los niveles de gordofobia social naturalizados en el grupo terapéutico al que asiste nuestra protagonista. Allí, la exposición constante a la vergüenza grupal, a confesar las infracciones cometidas en contra de los estándares de belleza, son esas medialunas que no debemos haber comido o ese atracón secreto en la noche en nombre de la ansiedad. Esto nos da la pauta de cómo el sistema alecciona a aquellos que se han desviado de la “buena senda” de la delgadez. Pero con esa misma fuerza que nos pone a revisar las prácticas que están naturalizadas socialmente como la facilidad con la que circulan las dietas restrictivas en las revistas de moda o los sentidos comunes sobre el subir y bajar de peso y, por supuesto, la culpabilización constante de quien no ha gestionado “responsablemente” su cuerpo. Ahí encontramos a Vanina, un personaje totalmente obsesionado por cumplir los mandatos sociales sobre las corporalidades. Este interlocutor encarna de manera específica el modo en el que funciona la mirada colectiva que no pide permiso para opinar sobre el cuerpx del otrx. Vanina da consejos desde un cuerpo marcado con el privilegio de la delgadez, desde el cual le comenta a una compañera gorda del grupo que lo mejor que puede hacer es dejar de comer por veinte días, que es el tiempo, según lo que ella leyó, para cambiar un hábito. Un otrx señalando al gordo infractor, dándole consejos en la exposición de su vergüenza. Nada nuevo para quienes somos o fuimos señalados por alguna conducta alimenticia o corporal que no sea la de la delgadez.

LA REVOLUCION GORDA

Otro personaje entrañable es Swartz, que personifica de algún modo la revancha de los gordxs. Él será el primer aliado de Joy para revertir ese lugar de la vergüenza en un lugar de la venganza. Gordxs y unidos, con medialunas de por medio, muestran el desdén de este personaje por la injuria sobre su cuerpo que lo transforma en el motor para generar un lugar de respuesta a la violencia. Swartz personifica la búsqueda de la reparación a cualquier precio: somos gordxs pero somos visibles y nos organizamos, esa es la directiva que encierra este personaje. La revolución de los gordxs como respuesta a una sociedad que ha maltratado a estos cuerpos disidentes. Es así que la trama de la serie intersecciona el fracaso, la vergüenza, con la revancha, la organización, la denuncia pública y, por último, la reflexión sobre cómo se articulan todos estos discursos sobre nuestros cuerpos. Gorda no es simplemente una serie, sino que marca la cancha en la que se instalan lxs activistas gordxs que denuncian la violencia gordofobia y las normativas corporales. No hay fórmulas mágicas ni revolución de lxs gordxs próxima o amor propio que alcance, hoy, para desbaratar totalmente una cultura que nos obliga a tener la mirada 24 por 7 sobre nuestros cuerpos y sobre los ajenos. Gorda retrata toda la tensión de la complejidad de denunciar públicamente la discriminación social sobre lxs gordxs y también nos abre otra puerta para ponernos a pensar sobre las prácticas singulares y comunitarias. Se trata de una serie que nos pone entre la espada y la pared, reflexionando sobre si cada uno de nosotros replica a la policía de los cuerpos que, en esta sociedad, exige ser delgado para ser visto.

Puede verse en Cablevisión Flow y en la plataforma www.un3.tv de la Universidad Nacional de Tres de Febrero.