“Contrariamente a lo que se suele creer, esa noción vastamente extendida de que la fotografía bélica es una profesión de hombres, existe una larga tradición de fotógrafas que capturaron zonas de guerra desde los orígenes del oficio”, afirman las historiadoras de arte Anne-Marie Beckmann y Felicity Korn, curadoras de WomenWarPhotographers, exposición que se inauguró recientemente en el museo Kunstpalast, en Düsseldorf, Alemania, y que rescata la inestimable labor de 8 mujeres con los bríos y el arrojo requeridos. Fotorreporteras que, según detallan Beckmann y Korn, desempeñaron un papel decisivo en su forma de percibir algunos de los conflictos armados más sangrientos de los últimos 80 años. Varias de ellas desde una objetividad pretendida, ejerciendo una suerte de neutralidad cruda; otras, desde un enfoque igualmente franco pero, a la vez, empático, compasivo; todas, registrando sin rodeosel impacto atroz del absurdo de la guerra, sus infernales consecuencias.
140 imágenes integran esta muestra, que centra la mirada en los registros visuales tomados entre 1936 y 2011 por las francesas Françoise Demulder (1947-2008), Catherine Leroy (1944-2006) y Christine Spengler (1945), las estadounidenses Carolyn Cole (1961), SusanMeiselas (1948) y Lee Miller (1907-1977), las germanas AnjaNiedringhaus (1965-2014) y Gerda Taro (1910-1937). Fotógrafas a las que, a decir de las comisarias, “no les fue nada fácil abrirse camino detrás de la cámara y en los medios de comunicación”, porque “los cargos ejecutivos suelen estar en manos de varones, y los tipos suelen ser escépticos respecto de las habilidades de fotorreporteras bélicas”. Una vez en zona de riesgo, empero, “no son percibidas como una amenaza ni por el ejército ni por la sociedad civil, en especial por las mujeres y los niños, lo cual les facilita un laburo que es, de por sí, infernal”. En esa línea pueden leerse las declaraciones de Christine Spengler: “Ningún hombre podría haber fotografiado a mujeres bañándose en el mar Caspio en Irán o acceder a un hospital de mujeres en Afganistán”.
En 1976, Françoise Demulder, que cubría la guerra civil libanesa, tomó una fotografía que devendría icónica: una mujer palestina, indefensa, vistiendo velo, pide piedad a un soldado armado con los brazos extendidos; como telón de fondo, Beirut arde. Inicialmente, la imagen fue archivada ¿El argumento? “No es suficientemente comercial”. Al año siguiente el semanario Die Zeit la publicó: se convirtió en su pic más famosa.
“Si algo emparenta a estas 8 mujeres, a pesar de sus estilos diversos, es la valentía”, concuerdan las curadoras. “Y el hecho de que han creado imágenes llenas de poder y humanidad”. También que tienen una firmeza, una entereza fuera de serie. En 1992, por ejemplo, AnjaNiedringhaus -primera reportera gráfica alemana en ganar el Pulitzer por su cobertura de la guerra de Irak- le escribió una carta cada día durante seis semanas a su jefe, hasta que finalmente le dio el OK para viajar a Bosnia. A fines de la década de 1970, Spengler viajó sola a Irán para informar sobre la revolución islámica. Por cierto, en estos días, una retrospectiva en Niza exhibe sus imágenes más famosas, celebrados testimonios visuales de momentos clave de la historia contemporánea. Entre ellos, fotos de la mentada revolución iraní en 1979 o del bombardeo a Phnom Penh en el ‘75. También, fue premiado en la última edición del Festival de Cine de Málaga el documental Moonface, que repasa su vida y obra. “Nací para dar testimonio de las causas justas, siempre al lado de los más desfavorecidos”, asevera quien dice haber recorrido el mundo “con la muerte como compañera”.
A quien alcanzó la muerte en la línea de fuego fue a Gerda Taro, tan intrépida que la apodaron “el pequeño zorro rojo”: se trata de la primera fotoperiodista en registrar una guerra con su cámara, primera además en morir en combate mientras cubría la batalla de Brunete durante la Guerra Civil Española. Originalmente, ella también fue Robert Capa: compartió el seudónimo con su pareja André Ernõ Friedman para vender en conjunto fotos del frente republicano de Barcelona, Aragón, Madrid, Endre… Trabajaban tan estrechamente que hay quienes sostienen que la célebre toma Muerte de un miliciano es, en realidad, obra de Gerda, no de André.
Mención aparte merece Lee Miller, una de las cuatro únicas fotógrafas que cubrieron la Segunda Guerra Mundial como corresponsales acreditadas por el ejército de Estados Unidos. En dicho rol, Miller fotografió el desembarco de Normandía, la liberación de Francia, Bélgica y Luxemburgo, además de acompañar el avance norteamericano en Alemania. En el ínterin: imágenes retrofuturistas de señoritas resistiendo con máscaras anti-fuego; autorretratos en fajina y barricada; primeros planos de la polaca Anna Lesko -aviadora que sirvió a la fuerza aérea británica y comandó un escuadrón de mujeres-; elocuentes encuadres a contraluz de la soprano IrmgardSeefriend cantando un aria de Madame Buttlerfly en la derruida Opera House de Viena…