PáginaI12 en Italia
Desde Roma
Después de los miles de casos de abusos sexuales sobre menores por parte de miembros de la Iglesia que han salido a relucir en las últimas décadas y particularmente después del primer encuentro internacional de obispos y cardenales sobre el tema que se hizo en febrero pasado en el Vaticano, los católicos esperaban un documento del papa Francisco, anunciado en ese momento, que indicara normas precisas sobre cómo evitar estos males. El documento, un Motu Proprio –es decir un documento de iniciativa papal– “sobre la protección de los menores y las personas vulnerables”, fue dado a conocer el 26 de marzo pasado. Pero no todo el mundo quedó satisfecho.
PáginaI12 conversó sobre este tema con Emiliano Fittipaldi, escritor y periodista italiano que hace profundas investigaciones sobre el poder y para eso es “enviado especial” de la revista italiana L’Espresso. Entre sus libros se encuentran Avarizia (Avaricia), de 2015, donde reveló una serie de escándalos a nivel económico y financiero de la Iglesia y por el que fue acusado de divulgar secretos de estado de la Santa Sede, procesado dentro del Vaticano y finalmente absuelto en 2016 por “defecto de jurisdicción”. En 2017 publicó otro libro no menos polémico: Lussuria. Peccati, scandali e tradimenti di una Chiesa fatta da uomini (Lujuria. Pecados, escándalos y traiciones de una Iglesia hecha de hombres”) en el que denunció el encubrimiento del que gozaban los curas pedófilos en todo el mundo.
–¿Qué piensa del Motu Proprio del papa Francisco? ¿Cambiará algo en la Iglesia en materia de abusos sexuales después de este documento?
–Después del encuentro de febrero nos dijeron que el papa Francisco habría promulgado un Motu Propio sobre la pedofilia y todos se esperaban algo importante. Desde el punto de vista simbólico, por primera vez este Motu Proprio coloca en la legislación vaticana la obligación de denunciar los casos de pedofilia a las autoridades vaticanas. Pero esta es una ley que vale sólo para la Ciudad del Vaticano, donde los niños son poquísimos. Desde el punto de vista práctico, sin embargo, no cambia prácticamente nada. La gente esperaba una decisión que incluyera la obligación de denunciar los casos de abusos a las autoridades civiles y penales de cada país donde se producen y que fuera válida para todos los episcopados del mundo
–Pero este Motu Proprio es válido para el Vaticano y la Curia romana. Dado que el papa es el obispo de Roma, ¿no se aplicaría en Roma al menos?
–No. Sólo es aplicable dentro del Vaticano y de la Curia Romana –es decir en todas las organizaciones que constituyen el aparato administrativo de la Santa Sede– . El texto del Motu Proprio dice que hay que hacer las denuncias al promotor de justicia vaticano, y en consecuencia se trata de una denuncia que se hace ante el Tribunal de Justicia del estado de la Ciudad del Vaticano. Se habla sólo de los abusos que se hayan cometido dentro de la Ciudad del Vaticano. Pero en el Vaticano, aparte del coro de la Capilla Sixtina del que participan niños y jóvenes, no hay muchos niños. Por lo cual las denuncias prácticamente serían inexistentes.
–Se esperaba algo más contundente, con más efectos prácticos, ¿no?
–Sí. Se esperaba un Motu Proprio que obligara a todo el clero mundial a denunciar los abusos a las autoridades judiciales, no al Vaticano. Esta habría sido una medida, no digo revolucionaria, pero que al menos habría tenido en cuenta lo que piden las organizaciones internacionales de gente que sufrió abusos. Este Motu Propio en mi opinión ha sido una oportunidad perdida. Y a nivel práctico no tiene ninguna importancia. A nivel simbólico en cambio podría ser positiva –y lo digo en condicional porque soy muy crítico respecto al documento– porque las normas que guían a las conferencias episcopales internacionales –algunas más rígidas, otras más suaves en relación las denuncias de abusos– podrían tomar como punto de referencia esta nueva ley vaticana. Si las conferencias episcopales internacionales escribieran nuevas normas con las cuales obligaran a los sacerdotes y obispos a denunciar a la policía o a la justicia los casos de abusos, entonces sería un paso adelante y significativo. Por ahora hay que esperar para ver cómo reaccionan...
–¿Por cual razón, según usted, el papa Francisco no ha hecho una ley en este ámbito que sea aplicable en todos los episcopados del mundo?
–Esta es una pregunta de un millón de dólares... se la tendría que hacer al papa. Francisco como Benedicto XVI han predicado la “tolerancia cero” en este campo, pero sin aplicar normativas más severas. Esto indica una cosa muy clara en mi opinión: para el papa Francisco la lucha contra la pedofilia no es prioritaria. No es la prioridad de su pontificado. Creo que es un error porque el tema de la pedofilia está destruyendo a la Iglesia desde adentro como un cáncer. El hecho de que este pontificado predique la severidad pero sin que en realidad se la ponga en práctica, a largo andar implicará para la Iglesia un alejamiento de los fieles. ¿Por qué el papa Francisco es tímido respecto de esta plaga? Depende de muchos factores. Entre ellos, el que esa batalla no sea prioritaria pero también el hecho de que muchos cardenales, incluso de peso, estén implicados en los encubrimientos de los casos de abusos, y también el hecho de que el fenómeno esté muy difundido dentro de la Iglesia. De 2013 a 2018, cada año han llegado entre 400 y 500 denuncias de todo el mundo a la Congregación para la Doctrina de la Fe que se debe ocupar. Pero de todo lo que ocurre dentro de la Congregación para la Doctrina de la Fe, nosotros no sabemos nada. Todo está bajo secreto pontificio. El nombre de los presuntos pedófilos, las decisiones de los procesos canónicos, las sentencias. No se sabe nada. Esto no ha sido modificado todavía.
–Algunos dicen que el papa Francisco está tratando de cambiar las cosas pero que tiene frenos internos. ¿Usted cree que puede ser así?
–Si existieran los frenos internos, el papa debería denunciarlos. Debería decir, yo quiero hacer estas cosas pero estas personas no me dejan hacerlas. Es un tema demasiado importante. Seguramente se han cometido errores, por ejemplo en la elección de la clase dirigente vaticana que es la que tendría que haber llevado adelante la batalla contra la pedofilia. Por ejemplo el cardenal australiano George Pell, convocado a Roma y nombrado prefecto emérito de la Secretaría para la Economía del Vaticano para reformar la economía de la Santa Sede. El cardenal australiano está ahora en la cárcel en Australia, condenado a seis años por abuso sexual. Otro caso, entre muchos otros, fue el del cardenal hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga, que era el coordinador del C9 (grupo de 9 cardenales de todo el mundo que asesoraba al papa). El cardenal hondureño ha estado implicado en escándalos económicos y ha sido acusado de encubridor –un caso que yo mencioné en uno de mis libros–. Claro que todos pueden cometer errores, pero han sido cometidos tantos tantos errores que es difícil creer que se quieran modificar las cosas. Por supuesto estoy siempre dispuesto a cambiar idea si se demuestra lo contrario.
–¿Cuánto ha bajado la credibilidad de la Iglesia en estos años a raíz de los abusos sexuales?
–La pedofilia comenzó a salir a relucir durante el papado de Juan Pablo II. Algunas encuestas publicadas por la prensa italiana, dicen que en los últimos 20 años la credibilidad de la Iglesia en Italia ha disminuido en casi 20 puntos. Estos escándalos aumentan la velocidad de un proceso de secularización que de todas maneras existe, porque vivimos en un momento histórico en el que el individualismo predomina, sobre todo en Occidente. Los escándalos de este tipo no hacen sino empeorar una tendencia que de todas maneras está en marcha en las sociedades occidentales.