“A mí lo que más me gusta es discjockear. Tocar es una tortura”, confiesa Sergio Rotman en una pizzería de Núñez, antes de ir conocer un club próximo al Barrio Chino en el que se presentará a mediados de abril con su flamante proyecto: Dub Clash Orchestra. Se trata de una suerte de supergrupo del under porteño con el que le rinde tributo en clave de psicodelia jamaiquina a The Clash. Allí lo acompañan, entre otros, Gonzalo Campos y Julián Della Paolera, integrantes de Ok Pirámides. No obstante, mientras llega ese día, el saxo de los Cadillacs se encuentra celebrando una vez por mes en Niceto Club (Niceto Vega 5510) los 20 años del primer disco de Mimi Maura (el próximo show será el 13 de abril) y se prepara para el segundo show del regreso de Cienfuegos en Groove (Av. Santa Fe 4389) con entradas agotadas. “No sólo me sorprendió lo que pasó sino que la primera fecha se agotó en cuatro días”, asegura el músico, quien sólo usó para anunciar sendos recitales un post en su cuenta de Instagram. “Pensé que íbamos a llenar nada más ése. Pero agotar dos es mucho y más en estos tiempos”.
–Eso quiere decir que algo bien hicieron...
–Hay una cuota de nostalgia grande, pero no creo sea sólo eso. El grupo envejeció bien. Y eso es notable. Hay bandas que veinte años más tarde no se ven tan bien, mientras que hay otras que en treinta años se ven súper bien y hace quince que no se juntaban. Eso pasa ahora porque el rock es nuevo.
–¿A qué te referís con eso?
–Es un momento cultural muy joven. Digamos que el rock está muerto, que duró 50 años. Entonces la perspectiva es reciente. Me parece que le sucederá lo mismo que pasó con el tango y el jazz. Volvé a escuchar los discos y te darás cuenta en perspectiva de nuestro valor artístico.
–Luego de estos shows, ¿seguirán en actividad?
–No lo sé. Yo dije que estos shows eran los últimos.
–Lo mismo dijiste hace doce años, en su anterior vuelta...
–Esos recitales en el Salón Pueyrredón fueron caóticos, no los recuerdo con cariño. Había que hacerlo porque sí. La idea de desvincularnos tuvo que ver también con que en aquel entonces Mimi Maura sufrió una escisión entre la banda original y la formación post Mirando cae la lluvia. Muchos de los integrantes también tocábamos en Cienfuegos y salimos disparados para todos lados después de una interna. Me quedé con Mimi, y empezamos a trabajar más ella y yo solos. Pese a que hicimos varios discos, ya no hubo un formato grupal funcional.
–Si bien ustedes se conocen desde 1982 y crearon la banda en su madurez, ¿por qué fue tan complicada la relación?
–Nunca fue un grupo fácil. eramos más que amigos. Si fuéramos sólo eso, no habría habido problema. Quizá los muchachos no piensan lo mismo, pero hubo un compromiso muy de la juventud, de cuando descubrís el mundo. Ese vínculo en los 80 fue muy poderoso porque éramos muy poquitos en el punk rock de acá. A veces las relaciones humanas son superiores a la de la banda. Un grupo de rock es peor que un matrimonio. Hay cosas que pueden salir mal... y generalmente salen mal.
–Cuando armaron Cienfuegos, ¿sospechaste que el proyecto iba a terminar de esa manera?
–En los 90, la visión era diferente a la de ahora. Había un sesgo de esperanza, un no sé qué. Cienfuegos tuvo que ver con el rock alterlatino, entre mediados y fines de los 90. Había un power ahí, pero llegó el siglo XXI para recordarle a la raza humana que somos una mierda. Fue un cachetazo terrible. Esta nueva realidad que nos tocó vivir, traducida en la intercomunicación, la interconexión y la desaparición de la individualidad, afectó radicalmente a gente como nosotros.
–¿No es una conclusión exagerada?
–No nos podemos hacer los boludos acerca de “lo buenos que éramos”. La gente creía eso. La misantropía no sólo es un odio a la sociedad sino que incluye una negación a la naturaleza del ser humano. Somos malos, y estamos condenados al fracaso y a la extinción. Si nos damos cuenta, capaz cambiemos las cosas.
–¿El resto de los integrantes del grupo coinciden con vos?
–Por algo estás hablando conmigo...
–¿No hay chance para la reconciliación?
–Es una relación bastante sincera. En las miles de bandas en las que estuve, me tocó vivir diferentes relaciones. Y acá no hay hipocresía. Nos conocemos demasiado.
–Se comportan como talibanes...
–Creo que es bastante heavy. Pero tiene que ver de dónde venimos. Esta es mi visión. Acá no hay personalidades inferiores o sumisas.
–¿A quién se le ocurrió la vuelta?
–Estaba latente en nuestra relación. Además, entre tanto trap y tanta mierda, la gente quería ver a seres humanos tocando música. Vamos a dar un show de músicos de verdad. Va a estar brutal.
–¿Desde hace cuánto la vienen preparando?
–Desde diciembre hasta hoy, ensayamos de distintas formas. Y hace unas semanas estamos tocando todos juntos. Fue complejo. Sin embargo, cada uno sabe sus partes y el show que tenemos que dar.
–¿En qué consistirá el repertorio?
–Creo que lo sugerí y todo el mundo me dijo que le parecía bien.
–¿Entonces seguís siendo el frontman?
–Es una banda en la cual cada uno canta sus canciones, menos yo, que tengo que cantar también un par de los demás. Es la idea más grupal que tuve. También tené en cuenta que la producción creativa de Cienfuegos sucedió entre 1996 y 1999.
–De sus tres discos, pareciera que el primero, titulado igual que el grupo, es el que más caló entre la gente. A tal punto que fue el único que relanzaron en vinilo...
–Fabricamos el primero en vinilo porque somos dueños del máster. Los otros dos discos pertenecen a DBN. El sello me los ofreció, pero quisimos empezar por ése. Es de 1996, cuando todavía no existía aún el Pro Tools. Fue grabado en cinta en La Diosa Salvaje, el estudio de Spinetta, mientras él armaba porros y cebaba mates.
–Este regreso a los escenarios coincide con los veinte años de la salida de su último trabajo de estudio, Hacia el cosmos, hacia el infierno. ¿Cómo llegó Ricardo Mollo a ser el productor?
–Tenía un acercamiento con Ricardo porque él venía a ver a Mimi Maura. En 1998, tuvimos a Leroy, nuestro hijo. Entonces paramos con la banda por un tiempo y seguí con Cienfuegos. Nos pidió mezclar el tema “¿Querés saber lo que es estar muerto?”, que está en NS/NC (1998), y nos dijo que cuando tuviera tiempo libre quería trabajar con nosotros en un nuevo disco. Ocho meses después de haber terminado ese álbum, me llamó para decirme que se encontraba disponible. Y ahí hicimos Hacia el cosmos, hacia el infierno. No tuvimos tiempo para desarrollar NS/NC, es todo la misma jodienda.
–A pesar de su espíritu y del origen tribal de sus integrantes, Cienfuegos no suena como una banda típica del post punk ni mucho menos del punk.
–Siempre fuimos una banda demasiada punk para los rockeros y demasiada rockera para los punks. Eso fue el clásico. Estábamos en una evolución que se interrumpió porque no sentía una buena vibra y lo de Mimi era evidente.
–Si algo los atraviesa a todos ustedes, incluyéndote a vos, que, si bien sos parte del mainstream, preferís manejar el bajo perfil, es la resistencia al éxito. ¿Por qué?
–Tengo una posición rara. Vi a líderes de banda increíbles: Vicentico, Mimi Maura y Fidel Nadal. Y pensaba: “No quiero pasar por eso”. Incluso, cuando hice El Siempreterno, me escondí detrás de Mimi. Es un precio muy caro el que hay que pagar. Sé lo que es someterse a eso.
–¿A qué se somete un cantante?
–Si nunca cantaste lo que pensás, no te puedo explicar lo que se siente. Es como definirle un color a un ciego de nacimiento. No lo digo desde la altanería. En 1996, en el Buenos Aires No Duerme, como invitado de Catupecu Machu, salí a cantar cosas que me pasaban a miles de personas a las que no conocía. Es una sensación muy extraña.
–¿Ahí te diste cuenta de que querías ser frontman?
–No, ahí me di cuenta de que no quería serlo. Automáticamente, me puse detrás de Mimi.
–¿Y por qué lo fuiste?
–Tenía que hacerlo. Es un rol complejo en el que no hay concesiones. Cuando vos tocás la guitarra y tenés un mal día, de última te ponés unos anteojos negros y quedás ahí. Pero al momento de cantar, te miran todos. Y si estás sensible y jodido, no está bueno.
–¿Un frontman nace o se hace?
–No tengo la menor idea.
–¿Cómo no vas a saber si vos lo has sido, al igual que tu pareja?
–Mi pareja es la Messi de la canción. A ella no le importa nada. Esa mujer tiene un don que no se lo vi a nadie ni cerca. Y mirá que grabé con cantantes increíbles como Celia Cruz y Jeffrey Lee Pierce. Ella no es una cantora: es la cantante. Al escucharla por primera vez, mi ego se paró y me dijo: “Salí de acá y componele canciones lindas”.
–A propósito de eso, y considerando que a fines de los 90 el ska era un género olvidado, ¿cuál fue el punto de partida del repertorio del primer disco de Mimi Maura, titulado igual que el proyecto?
–Hasta por los Cadillacs estaba olvidado. No hay un fucking ska ni reggae en La marcha del golazo solitario. Cuando diseñamos Mimi Maura, lo hicimos pensando en una artista imaginaria. Era un apodo que le inventó su padre para que hiciera una serie de escritos para una revista. Cuando me mudé a Puerto Rico, no nos conocíamos. Me fui a pasar vacaciones un mes y no me separé por doce años. Ella venía de cantar en una banda de hard rock llamada Alarma. Al momento de preguntamos qué teníamos en común, nos dimos cuenta que nos aunaba el rocksteady jamaiquino. Compusimos juntos los temas “Mensaje especial” y “Loiza Aldea” en el mismo periodo de tiempo, a los que sumamos un cover de Billie Holiday, “I’m Gonna Lock My Heart and Throw Away the Key”, y otro de su padre, que fue un bolerista famoso en Puerto Rico. Nos preguntamos qué podíamos hacer para armar esto y que tuviera sentido. Entonces le dije que tenía pibes en la Argentina que saben tocar esta música. Esos cuatro temas fueron la base y así se fue armando. Si bien a nuestros shows venía mucha gente, año y medio antes, en El Dorado, no iba nadie. Ni siquiera gratis. Nos decían que lo que hacíamos estaba pasado de moda. Hasta que un día explotó.
–Son dos celebraciones bastante fuertes para vos, en lo particular. ¿Qué tienen en común Cienfuegos y Mimi Maura?
–Hablan de un momento y de un año muy especial como 1999, cuando todos pensábamos que se iba todo a la mierda. Creímos que era el fin del mundo, pero sucedió algo peor: llegó el siglo XXI.
–Con Mimi Maura siguen siendo el último bastión visible y consecuente del ska y del rocksteady en la Argentina. ¿Qué tal se llevan con la supervivencia?
–Mimi supera cualquier escena. No va a cambiar. Hasta hizo un grupo llamado El Siempreterno, que también llenó los clubes. No tenemos ningún techo. Hacemos lo que queremos y no nos podés comprar. Y eso es muy importante. Lo que tengo que pasar por viernes o sábado es más sufriendo. Yo soy feliz disckjokeando. Hay muchas cosas importantes, salvo un par: el poder y el dinero.
–Además de Mimi Maura, llevás adelante otros grupos en simultáneo (Los Sedantes, Cienfuegos, El Siempreterno), entre ellos el inicio de tu carrera solista. ¿Por qué decidiste hacerlo? ¿No te juega en contra?
–Hay que tener cosas que hacer todos los sábados. No conozco el ocio ni el tiempo libre, ni tampoco veo Netflix.