En los dos meses y medio que restan hasta la definición de los candidatos que competirán en las elecciones de octubre, el Banco Central no podrá intervenir en el mercado cambiario vendiendo divisas hasta que la cotización suba más de 9 pesos respecto del valor actual. Es un 21,6 por ciento más respecto del cierre de ayer, por arriba de lo que ofrece en este momento la tasa de interés de un plazo fijo, en torno al 3,8 por ciento mensual (o 43 por ciento anual). La zona de no intervención que le impuso el FMI establece que el 21 de junio, el día previo a que se conozcan las listas, Guido Sandleris no podrá gastar un dólar si la cotización en el segmento mayorista se ubica hasta 53,41 pesos. A la autoridad monetaria le quedará la opción de seguir aumentando las tasas de interés casi como el único y doloroso antídoto para frenar una corrida, pero si la demanda sigue predominando sobre la oferta, como ocurre desde principios de marzo, el salto cambiario será resonante. Inversores y minoristas hacen cuentas y especulan si mantenerse en pesos o pasar a dólares en busca de refugio. Para que la tasa le gane al dólar cuando se conozcan los candidatos, el billete verde no deberá haber superado los 48,40 pesos en la venta al público. Como se dijo, el BCRA no intervendrá con ventas de divisas hasta que la cotización alcance alrededor de 54 pesos en bancos y casas de cambio.

La recomendación de agentes de la city a sus clientes que más se escucha por estos días es que resguarden al menos el 70 por ciento de sus tenencias en dólares y el resto, para quien quiera apostar, en instrumentos en pesos. Esa proporción de billetes verdes viene creciendo desde que terminó el verano. Sin embargo, la dolarización de carteras muestra un ritmo intenso incluso desde antes, cuando supuestamente se había alcanzado una paz cambiaria y la tasa de interés de las Leliq bajaba hasta un piso del 44 por ciento a mediados de febrero (ayer cerró a 67,37). En efecto, la compra bruta de divisas en enero y febrero escaló a la friolera de 12.217 millones de dólares, según destaca un informe de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE) con datos del último balance cambiario del Banco Central. Solo con que la demanda de dólares mantuviera esa dimensión hasta fin de año, la fuga treparía a un volumen histórico e insostenible de 73.302 millones de dólares. Serían 15.950 millones más que lo adquirido en 2018, cuando la dolarización ascendió a 57.354 millones. En 2017 la demanda bruta había sido de 47.931 millones y en 2016, de 28.554 millones. La mala noticia es que la perspectiva de acá a las elecciones es que el volumen de enero y febrero sea un piso más que un techo. La conclusión del análisis de las cifras es que los riesgos de una explosión devaluatoria son cada vez más evidentes.

La respuesta del Gobierno frente a tantas amenazas, incluso sobre su supervivencia política, es apostar a tres bandas. La primera es la liquidación de la cosecha por parte de las cerealeras y el sector rural, para elevar la oferta de divisas. La segunda será la venta diaria de 60 millones de dólares que hará el Ministerio de Hacienda desde mediados de mes con los fondos prestados por el FMI. Y la tercera es seguir incentivando el desprendimiento de billetes verdes por parte de empresas y particulares con tasas de interés asfixiantes, que a algunos los obliga a desprenderse del “canuto” para no afrontar créditos a esas tasas de usura y a otros los tienta para apostar al carry trade (bicicleta financiera), al menos por un tiempo más. La estrategia se completa con el incremento de las tasas de interés, ventas de futuros e intervenciones puntuales de la banca pública en el mercado de contado. Frente a ese arsenal, que el mercado ya conoce como cartas marcadas, lo que se observa es que el dólar no para de subir.

En marzo la dolarización de carteras superó a las de enero y febrero, según fuentes del mercado, y abril sigue en la misma línea. Está comprobado que cada vez que la cotización del dólar sube, la adquisición de moneda extranjera, en especial del público minorista, avanza como en manada. Es una dinámica que se observa desde diciembre de 2015, cuando Alfonso Prat Gay anunció el fin del cepo cambiario. A más precio del dólar, más compra de billetes verdes. El Gobierno apostaba en un inicio a que un arreglo con los fondos buitre, más la adopción de políticas pro mercado (como la libre adquisición de divisas y la libertad absoluta para ingresar y sacar dólares especulativos del país), junto con el apoyo de Estados Unidos y la OCDE, generaría una corriente de dólares hacia el país que permitiría equilibrar las cuentas. Era la jugada de la lluvia de inversiones. Aunque ese plan fracasó de manera estrepitosa, al punto que se tragó a dos presidentes del Banco Central –Federico Sturzenegger y el mago de las finanzas, Luis Toto Caputo–, con una inflación de 41, 25 y 48 por ciento en tres años, Mauricio Macri insiste en que no torcerá el rumbo y que es cuestión de aguantar. ¿Hasta cuándo hay que aguantar? El Presidente no lo precisó. En cambio, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, sostuvo que la recuperación está en marcha.

“La crisis cambiaria que eclipsa todo el funcionamiento de la economía se explica, casi unilateralmente, en la fuga de capitales, que continúa evidenciando niveles récord”, contrasta la ex presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, en el informe de FIDE. “Desde fines de 2015 la dolarización de ahorros ascendió en términos netos a 64.000 millones de dólares, monto equivalente al 64 por ciento del total registrado durante los doce años previos”, alerta. “Los mecanismos utilizados por el BCRA para enfrentar esta situación –retirar pesos del mercado y aumentar las tasas de interés– muestran señales de agotamiento en su capacidad para apaciguar el dólar”, agrega. “El riesgo latente no es solamente que se intensifique la dolarización de los amplios bolsones de liquidez existentes (solo los plazos fijos en pesos equivalen a 26.000 millones de dólares), sino que también se desacelere la desdolarización de carteras, que se ha transformado en una de las fuentes principales de oferta de divisas”, suma otro elemento. En el primer bimestre, las ventas de dólares de ahorristas e inversores totalizaron un récord de 9294 millones de dólares, la mitad de todo lo vendido en 2016. Si ese flujo de oferta también se interrumpiera, las presiones cambiarias serían aún más graves.

La decisión del Gobierno de permitir la compra de dólares de manera irrestricta y al mismo tiempo habilitar la entrada y salida de capitales especulativos generó una situación de máxima vulnerabilidad. Sin embargo, no hay señales de que eso vaya a cambiar. La obsesión del plan en marcha es el ajuste fiscal y la velocidad para quitar derechos a las mayorías populares mediante las reformas laboral y del sistema de jubilaciones. Macri se afirma en ese discurso para pelear la reelección. La carrera empieza el 22 de junio.