Desde Caracas
Caracas se ha transformado en un escenario de movilizaciones callejeras desde hace meses. Los sábados son una fecha fija donde quedan fotografiadas las dos fuerzas políticas en disputa en el país: el chavismo y la derecha. El sábado 6 de abril no fue la excepción bajo un cielo azul color Caribe. El día venía cargado de preguntas. La principal: qué forma tomaría lo que la oposición había denominado el inicio de la “operación libertad”.
La jornada, en filas de la derecha, venía marcada entre otras cosas por las declaraciones del enviado de Estados Unidos para Venezuela, Elliot Abrams, quien afirmó el jueves que era “prematura” la opción de la intervención militar en Venezuela. El anuncio había caído con efecto desmoralizante para el sector de la base social de la oposición que ha llegado a la conclusión de que solo una intervención militar extranjera, es decir encabezada por EE.UU., puede derrocar a Nicolás Maduro. En cuanto a los dirigentes que plantean que esa es la única vía, como María Corina Machado, debieron explicar sobre destiempos, cargar con el peso de las palabras dichas por Abrams que pusieron un freno a su voluntad intervencionista.
Las respuestas a la “operación libertad” llegaron a través de lo que no sucedió. La oposición realizó protestas en varios puntos del país, una movilización centralizada en el este de Caracas –en las antípodas del Palacio de Miraflores–, allí dio un discurso Juan Guaidó, acompañado de dirigentes de otros partidos de la derecha, y luego de eso tuvo lugar la desconcentración, y final.
Guaidó se refirió a varios puntos. En primer lugar, a la necesidad de mantener y profundizar los niveles de organización en los llamados “comandos de libertad”. En segundo lugar, a las palabras de Abrams: “Nuestros aliados nos dijeron es prematuro, no dijeron que no se puede, sino que es prematuro, porque como hemos dicho responsablemente, tenemos un plan para construir las capacidades, ¿vamos a esperar o seguir activos en las calles de Venezuela?”. Luego se refirió a la hoja de ruta para los próximos tres días, donde el lunes tendrá una reunión con empleados públicos, y convocó a una nueva jornada de protesta para el miércoles sin especificar mayores modalidades. Finalmente anunció que se realizará un “encuentro mundial” como muestra de apoyo y construcción de alianzas internacionales. Si la “operación libertad” consistía en el escalamiento de las formas de enfrentamiento, no sucedió. Al menos por el momento.
El chavismo por su parte realizó una movilización hasta el Palacio de Miraflores, donde el presidente Nicolás Maduro dio un discurso, centrado en varios ejes. En primer lugar, dio una explicación de todas las formas de ataques que habría recibido el sistema eléctrico como parte del plan de saboteo de la derecha. Llamó a profundizar la organización popular, desde la necesidad de construir respuestas conjuntas a las dificultades actuales y los nuevos saboteos que podrían estar por venir: “La apuesta de ellos era que el pueblo no iba a poder aguantar esta guerra (…) llamo a mejorar la capacidad familiar y comunitaria de acumulación de agua para estar preparados por si nos tocara enfrentar una nueva situación de ataque al sistema eléctrico y de agua (…) a mejorar la organización popular, unirse en cada comunidad, conformar las cuadrillas de paz en los barrios, estar pendientes de los grupos de mercenarios, de violentos, avanzar en la capacidad de resistir a cualquier circunstancia”.
Al finalizar su discurso hizo una convocatoria al diálogo: “Le hago un llamado al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, al presidente de Uruguay, doctor Tabaré Vázquez, al presidente de Bolivia, Evo Morales, a los primeros ministros y presidentes del Caribe, del Caricom, para que se retome la iniciativa de hace dos meses en Montevideo para el diálogo nacional. Venezuela pide ayuda, apoyo para un gran dialogo de entendimiento entre venezolanos y venezolanas, ratifico toda mi voluntad para una vía de diálogo, de negociación, de acuerdo”.
La cuestión del diálogo ha sido un punto de insistencia de Maduro desde el inicio de esta fase del intento de asalto marcado por el autoproclamamiento de Guaidó y su apoyo incondicional desde EE.UU.. Las respuestas a ese llamado han sido, en lo público, negativas hasta el momento. Quienes dentro de la oposición asoman la posibilidad de un diálogo, aseveran que una condición inamovible es la salida de Maduro.
Ayer se vio una nueva fotografía del empate inestable con mayor fuerza del chavismo. La derecha no ha anunciado acciones con capacidad de desbalancear la correlación actual, de plantear un escenario que presente mayores amenazas en su posibilidad golpista. Donde sí han avanzado ha sido por la capacidad de EE.UU. y no por la propia: en los ataques a la economía, el último de los cuales fue anunciado el viernes con la decisión de Washington de sancionar a dos compañías y 34 buques que comercian petróleo venezolano con Cuba. La ilegalidad de esas medidas no ha cambiado, la impunidad para realizarlas tampoco.
Venezuela termina una nueva semana de batallas geopolíticas y cotidianas. El miércoles tendrá lugar la reunión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas convocada por EE.UU. para abordar por tercera vez el tema Venezuela. En cuanto a la vida diaria de millones de personas seguirá marcada por el seguimiento de los enfrentamientos, su participación directa o indirecta, y la resolución de las necesidades materiales, de servicios, un cuadro donde Caracas presenta mayores niveles de estabilidad.