Tras semanas de enfrentamientos y ataques limitados, y pese a llamados desesperados de la ONU por evitar una nuevo conflicto, los dos gobiernos en disputa en Libia se declararon la guerra, en un país que sufre un vacío de poder y constantes luchas armadas desde el derrocamiento de Muammar Khadafi en 2011.
Ante el ininterrumpido avance de las fuerzas del general Jalifa Hafter, el líder del llamado Ejército Nacional Libio y el hombre fuerte del llamado gobierno de Tobruk, que domina las regiones del este y controla los principales recursos petroleros, el gobierno de Trípoli, reconocido por la comunidad internacional y con sede en la capital del país, oficializó su contraofensiva.
“Tendimos nuestras manos hacia la paz pero luego de la agresión de parte las fuerzas de Hafter y su declaración de guerra contra nuestra capital no encontrará más que firmeza y fuerza”, aseguró el primer ministro del llamado gobierno de Trípoli, Fayez Serraj, en un discurso televisivo.
Serraj había intentado acatar los pedidos de cautela y moderación de la ONU; sin embargo, ayer,con las fuerzas de Hafter a solo 50 kilómetros de la capital, lanzó la operación Volcán de Ira y dejó en claro que están en guerra con el general rebelde.
Según el primer parte que difundió el gobierno de Serraj, al menos 21 personas murieron y otras 27 resultaron heridas desde el jueves pasado, cuando el avance de Hafter hacia Trípoli se aceleró.
Los primeros ataques masivos de ayer se concentraron en los alrededores de Trípoli, concretamente el campo de Naqliya, cerca de la ruta que lleva al aeropuerto del país y que controla Serraj, y en la región de Wadi Rabea, donde están concentradas las tropas de Hafter. Desde ambos lados, se atacaron con bombardeos aéreos.
Mientras la escalada militar se volvía evidente, Serraj se reunía con la embajadora de Francia en el país, Béatrice du Hellen, para comunicarle que su gobierno consideraba a París cómplice de la “invasión de Trípoli” que intenta Hafter.
Según el gobierno de Trípoli, Francia está apoyando al general rebelde en su avanzada sobre la capital y todo el país, una denuncia similar a la que el gobierno italiano realizó hace unos meses cuando afirmó que París está alimentando la inestabilidad del país norafricano por sus “intereses petroleros”.
Desde Estados Unidos, el comando de las Fuerzas Armadas destinadas a Africa, Africom, anunció un retiro parcial de sus tropas en el país, sin detallar el número de militares ni su nuevo destino.
En tanto, la Misión de Apoyo de Naciones Unidas para Libia pidió una tregua humanitaria de carácter inmediato a las afueras de Trípoli, un llamado que es muy posible que no tenga grandes consecuencias, como sucedió con la visita al país del secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, esta semana.
La división del país en dos gobiernos en disputa, uno con base en el este, en Tobruk, y el otro en el oeste, en Trípoli, se remonta a 2014, cuando diversas facciones no aceptaron los resultados de unas controvertidas elecciones. Desde entonces, los combates esporádicos entre milicias leales a los dos Ejecutivos se han alternado con infructuosas negociaciones de reconciliación nacional impulsadas por la ONU.
Ayer, antes del estallido de los masivos bombardeos aéreos de ambos lados, el organismo internacional mantenía la esperanza de celebrar una conferencia de paz el próximo fin de semana. Aunque la conferencia sigue en pie, parece difícil imaginar que el diálogo entre los dos gobiernos libios en disputa continúe ya que ambos parecen haber optado por la vía armada.