La fiesta comenzó desde temprano en el estadio Presidente Perón. Una hora antes de la cita, el Cilindro ya se mostraba repleto para presenciar el duelo entre el campeón Racing y el subcampeón Defensa y Justicia: la final que no fue, pero que terminó siendo un gran partido entre los dos mejores equipos de la Superliga, esa que tuvo una final de Libertadores entre Boca y River en el medio y que ayer llegó a su fin. Claro que el encuentro, que terminó en empate 1-1, fue sólo el pretexto de carácter oficial para que los locales tengan su festejo en casa.
Y, de a poco, el aire de Avellaneda se fue disfrazando de celeste. Los equipos salieron a la cancha, pasillo de campeón de uno y otro lado, saludos y sonrisas por doquier y el humo de las bengalas que llegaba hasta tapar los enormes ojos de Gabriel Arias, uno de los más ovacionados. En ese rubro se destacaron también Matías Zaracho, el niño mimado de la hinchada que emocionó a todos con sus lágrimas la fecha pasada en Victoria; el chileno Marcelo Díaz, Eduardo Coudet (“Y ya lo ve, es el equipo de Coudet”) y hasta Iván Pillud, quien jugó sólo un puñado de partidos en el torneo. El “Pillud, Pillud” acompañado de aplausos de corte vikingo fue uno de los cánticos protagonistas de la tarde noche, para felicitar al hombre de la sonrisa inmortal, ese que se fue ganando el cariño de la gente a base de carisma y buenas actuaciones, aunque esporádicas, porque Renzo Saravia es dueño legítimo de ese lateral.
Claro que el gran protagonista de la jornada era Lisandro López y, por ende, receptor de un sinfín de dedicatorias verbales y hasta visuales. Estoico como siempre, como de cara a una batalla, el goleador del campeonato fue homenajeado a los 15 minutos de partido –el número de su camiseta– con el despliegue de una gran bandera que llevaba en sí la estampa de su clásico festejo.
En el inicio del complemento llegó el esperado grito de gol, que estuvo en boca de Jonathan Cristaldo, quien aprovechó un rebote tras una gran atajada de Unsain y desató la locura en las tribunas.
De a poco, el partido se fue quedando –como lo hizo el auto a control remoto del sponsor del torneo que ingresa al inicio de los partidos y que tuvo que ser retirado a cococho por unos auxiliares– y las miradas empezaron a apuntar a otros lares, como a las canchitas improvisadas en las populares, donde cada tanto alguna linda jugada de los niños y niñas que por allí corren detrás de la pelota, genera algún “ole”. O también a los bancos de suplentes, donde Sebastián Beccacece realizaba sus habituales pasadas a lo runner. Y el DT de la visita se llevó realmente todas las miradas a los 69, cuando Defensa llegó al empate tras un gran cabezazo de Matías Rojas.
El enérgico festejo del 1-1 por parte del entrenador del Halcón motivó la respuesta del público local, que le dedicó un “Saludá al campeón, Beccacece, saludá al campeón”. Rápido de reacciones, el DT hizo lo que se le aconsejaba y aplaudió hacia las tribunas. Claro, ya no había nada que hacer para arruinar la gran fiesta que vivió Racing en Avellaneda, algo a lo que se está acostumbrando en los últimos años.