La piel permanece con las cicatrices inalterables, aunque haya que adoptar otra identidad para sobrevivir. “El hijo del pequeño” –el significado de Ian Manook, seudónimo del escritor francés Patrick Manoukian– se reinventó a los 65 años, cuando empezó a escribir su primera novela negra, Muertos en la estepa (Salamandra). Esa trilogía transcurre en Ulán Bator, la capital de Mongolia, y la protagoniza Yeruldelgger, un comisario signado por la muerte de su hija de 6 años, el abandono de su mujer y una pésima relación con su otra hija adolescente. “Manoukian no es el verdadero apellido de mi padre. Después del genocidio armenio, mi abuelo quería ir a Francia, pero necesitaba tener un contrato de trabajo para poder entrar. Sobre el cadáver de un hombre de apellido Manoukian encontró una visa de trabajo y entró a Francia con ese apellido. Del lado de mi abuela, también armenia, ella fue vendida como esclava a una familia de Aleppo en Siria y después fue refugiada en un orfelinato en Beirut. Una señora vieja se encariñó con ella, y cuando pudo salir la adoptó como hija y se la llevó a Francia. Así que mi abuela tampoco entró con su apellido verdadero”, cuenta Manook en la entrevista con PáginaI12.
El escritor francés –que nació el 13 de agosto de 1949, en Meudon– revela que durante mucho tiempo creyó que el verdadero apellido de la familia paterna era Takian. “Parece que hay otro apellido, pero no hay que decirlo para no tener problemas en migraciones”, bromea el periodista y editor, autor de dos libros de viajes, de guiones de cómics de humor y de una novela juvenil. “Mucha gente dice que escribo sobre viajes, pero realmente lo que me toca es la diáspora y la identidad. Nunca estuve Armenia porque prefiero pertenecer a una tradición que está difuminada por el mundo. Me gusta venir acá y conocer a los armenios que viven en la calle Armenia. Pero algún día iré a Armenia”, anuncia el escritor, que está en el país visitando a su hija Zoé, que vive en Buenos Aires desde 2009.
Muertos en la estepa empieza cuando una familia de nómades descubre el cuerpo de una niña de 5 años enterrada junto con su triciclo. En las oficinas de una empresa china aparecen tres cadáveres mutilados. Yeruldelgger iniciará una vertiginosa pesquisa en la que encontrará lazos entre los casos –una madeja de corrupción policial con políticos y empresarios de accionar mafioso–, acompañado por la inspectora Oyun –enamorada de él– y la forense Solongo, con quien mantiene una compleja relación sentimental. “Hicimos un viaje con mi familia a Mongolia, antes de escribir el libro”, recuerda Manook. “La idea de la novela llegó de un desafío que me hizo mi hija: me propuso escribir dos libros al año de géneros distintos y con seudónimos distintos. Elegí Mongolia por el chamanismo, que me parecía que podía ser esencial para las cuestiones que explora el policial: la muerte, la venganza, la violencia, el destino. Todo esto me permitió hacer un personaje original y diferente”.
–El nombre del comisario Yeruldelgger parece más ruso que chino, ¿no?
–Mongolia fue el primer país soviético después de Rusia. El régimen soviético fue muy duro y prohibió muchas cosas, entre otras los apellidos. Durante más de setenta años, los mongoles solo se llamaban por sus nombres. Se puede decir que Yeruldelgger es más ruso que chino. Yeruldelgger es un nombre mongol que asocia dos nociones distintas: la noción de promesa y la noción de abundancia; sería “promesa abundante”. Me pareció que era un lindo nombre y un guiño para mi editor, una promesa de abundancia (risas).
–Yeruldegger no es un personaje simpático. ¿Cómo explica que sea tan violento?
–En la literatura negra hay una convención entre el lector y el autor, un juego de “te busco” y “me escapo” en cada capítulo, hasta ir empujando un poquito más al lector. La violencia sirve para llevar al límite la línea que desestabiliza al lector. Las partes violentas son una excusa para dejar otra cosa en suspenso que está pasando de un modo más sutil. No me gustan los héroes simpáticos; en la vida es difícil que alguien sea ciento por ciento simpático, yo no soy ciento por ciento simpático. Es más agradable escribir sobre personajes con caracteres ambiguos. Mongolia fue uno de los países más violentos en la historia de las conquistas. Gengis Kan conquistó dos tercios de las tierras ocupadas y él y sus hijos exterminaron al 10 por ciento de la población mundial. Es como si un conflicto actual provocara 700 millones de muertos. El fondo de Mongolia tiene una eterna calma y a la vez una historia extremadamente violenta.
–¿Qué importancia tiene el nomadismo en Mongolia?
–En Occidente tenemos una visión de los nómades como gente que deambula por paisajes hermosos y tranquilos; pero el nomadismo es exactamente lo contrario: una técnica de sobrevivencia en un medio hostil. No hay nómades si no hay un medio hostil. La violencia es la base de las culturas nómades. Ahora, con la globalización, esta misma violencia se está imponiendo con las multinacionales y las mineras que están en Mongolia.
–Este año hay elecciones en Francia. En un mundo con Donald Trump como presidente de Estados Unidos, ¿qué va a pasar en Francia? ¿Ganará la extrema derecha de Marine Le Pen?
–Todo es posible en Francia hoy en día. Marine Le Pen sería una de las candidatas que podría obtener un 30 por ciento de los votos, pero va a depender de cómo se alían los otros. Hay tantas turbulencias con todos los escándalos que salen a la luz que es muy difícil hacer pronósticos. El candidato de derecha que podía ganar casi fácil, François Fillon, está en medio de un escándalo enorme. La política francesa es peor que una novela negra (risas). Hace veinte años casi toda Europa estaba más hacia la izquierda y ahora está volviendo a la derecha. La derecha es coherente, dice lo que quiere y lo hace. Cuando la izquierda llega al poder, pierde su verdad. Pero por primera vez hay un candidato para la primera vuelta, Benoit Hamon, que está haciendo una campaña con un programa de izquierda muy generoso y humano que la gente va a votar, pero no creo que llegue a la segunda vuelta. El verdadero problema es quién va a estar en la segunda vuelta. Marine Le Pen va a estar seguro en la segunda vuelta, pero no sé con quién.