Los jóvenes deportistas que el Presidente saludó ayer son los que van a participar en los Juegos Olímpicos de la Juventud 2018. Son jóvenes que nacieron en el 2001, año en el que se produjo el desenlace de las políticas neoliberales que Macri fuertemente apoyó.

La crisis económica a la que nos había llevado el neoliberalismo de esos tiempos dio como resultado que la Argentina en la ciudad de Córdoba desistiera de hacer los juegos Sudamericanos Odesur; tiempos donde ni siquiera se pudo recibir a nueve delegaciones de países sudamericanos para realizar la competencia.

La sede para los Juegos Olímpicos de la Juventud fue ganada en el 2013 con el compromiso de la presidenta Cristina Fernández y del entonces jefe del Gobierno Porteño, Macri, de realizarlos. En ese momento, los países que disputaban ser anfitriones utilizaron como argumento en contra de la candidatura de Buenos Aires que la Argentina no era confiable por haber ganado la sede para aquellos Odesur a fines de los 90 y haber desistido en 2001 de realizar una simple competencia sudamericana. El comité evaluador, dejando de lado ese pasado vergonzoso, le dio a la Argentina un apoyo rotundo para que sea sede en el 2018, basándose en la evaluación sobre lo realizado en los Juegos Odesur 2006 y los Parapanamericanos Juveniles 2013. Y, además, consideró el compromiso con el deporte que tenía el gobierno nacional al promulgar diferentes leyes que lo beneficiaban (Enard, Juegos Evita, Clubes). También valoró las obras de infraestructura deportiva realizadas, la situación económica que se encontraba el país y el avance en la tabla de medallas en los últimos Juegos Olímpicos.

Los tiempos neoliberales han regresado. A 18 meses del inicio de los Juegos Olímpicos de la Juventud 2018 nos encontramos, a diferencia de cuando se gano la sede, que en nuestro país hay más pobreza y menos trabajo, más importaciones y menos industrias, muchísima más deuda y menos presupuesto para las Ciencias. El “mejor equipo” nos lleva imaginariamente navegando rumbo hacia esa tormenta perfecta que tanto daño nos ha hecho a las grandes mayorías. Si no se cambia ese destino será muy duro para el deporte argentino no poder realizar los juegos o realizarlos en un contexto de conflictividad social. 

Cuando se pierde el trabajo, se criminaliza la protesta social y se tienen presos políticos, los eventos internacionales son escenarios que permiten a los pueblos expresar las injusticias a las que son sometidos. 

Los sueños de esos jóvenes, el deporte y el pueblo argentino no se merecen ir al lugar donde alguna vez estuvo y de vuelta lo están llevando.

* Ex secretario de Deporte de la Nación.