El escenario era inmejorable. Rodeado de casi todo el establishment político y económico, el presidente Mauricio Macri aprovechó la invitación a la cena anual de uno de los think tanks más cercanos a su gobierno para dar un discurso propio de la campaña electoral 2019. Repitió buena parte del libreto en torno a la herencia y la necesidad del sacrificio diseñado en la Casa Rosada, aunque no pudo evitar cometer varios errores, falsear información y revolear cifras en un intento de justificar la crisis económica provocada por su gestión. Las palabras de Macri no generaron mayor adhesión entre los asistentes, que sólo lo aplaudieron cuando hizo referencia a la obra pública y la supuesta baja en los costos respecto del gobierno anterior. En cambio, sí hubo cuestionamientos, por ejemplo de la gobernadora de Tierra del Fuego, Rosana Bertone, quien le salió al cruce por las críticas a los subsidios a la industria electrónica, que casualmente fueron aprovechados por Macri y su “amigo del alma” Nicolás Caputo, con quien tiene una empresa radicada en esa provincia, Mirgor.
El Presidente llegó a la cena del Centro de Implementación en Políticas Públicas para la Educación y el Crecimiento (Cippec) acompañado por su esposa Juliana Awada. Se sentó en la mesa principal junto a la directora ejecutiva de la ONG, Julia Pomares, quien lo antecedió en el uso de la palabra. Para esta oportunidad, le buscaron a Macri fragmentos de dos discursos puntuales con el objetivo de darle una pátina de credibilidad a su latiguillo sobre el origen de la decadencia argentina, ubicado según Cambiemos hace unos 80 años. Las frases elegidas fueron fragmentos de los discursos de Arturo Frondizi, en 1960, y el histórico mensaje de Raúl Alfonsín, en 1984, en Parque Norte. En el primero, Frondizi presentaba un escenario económico adverso con un Estado en quiebra y ponía el foco en “la vigencia de un proceso inflacionario”. En el segundo, Alfonsín se preguntaba: “¿Cuántos recursos se despilfarran por carencia de una mayor flexibilización de las normas de trabajo, de producción y de gestión?”. Se trata de un discurso elaborado por los sociólogos Juan Carlos Portantiero y Emilio De Ipola. Apenas terminó la cita, Macri lo miró a Gerardo Martínez, de la Uocra, en busca de complicidad y le preguntó: “Gerardo, ¿reconocés esas palabras?”. “Queda claro que estamos como atrapados en el tiempo”, sostuvo Macri para desentenderse de las decisiones propias.
“En el pasado no existe ninguna solución a nuestros problemas del futuro”, sostuvo Macri, ya en tono de campaña ante los empresarios que, de todas formas, tuvieron una recepción fría del discurso. Macri aseguró que ahora estamos en crisis, sí, pero “habiendo respetado un conjunto de reglas” e invitó a los empresarios a enfrentar a “aquellos que facciosamente como decía Alfonsín defienden intereses particulares”. Como ejemplo, mencionó convenios laborales marítimos. En ese momento, Macri se metió con Tierra del Fuego: “Ushuaia tiene un mercado natural, de abastecer logísticamente a la Antártida. Un mercado de 1100 millones de dólares. Un mercado que es prácticamente totalmente abastecido por Puerto Williams que tiene dos días más de navegación. Alrededor del puerto, sin ningún sentido de los costos operativos, por parte de la conducción política el puerto se repartió quién le cobraba más a cada uno que quería entrar al puerto. Hasta la Prefectura le cobraba un adicional por darles seguridad a los cruceros”. También cuestionó “los miles de millones que pusimos de subsidio para tener una industria electrónica armando celulares”. Muchos salieron a recordarle a Macri que la primera empresa que fundó con Caputo la estableció en Tierra de Fuego para acogerse como empresario a esos beneficios, que ahora critica como presidente.
La gobernadora de Tierra del Fuego, Rosana Bertone, salió casi de inmediato a desmentir a Macri (ver aparte). También lo hizo el intendente de Ushuaia, Walter Vuoto: “Macri dio una muestra más de ignorancia y falta de soberanía al atacar la industria fueguina y confundir a Puerto Williams con Punta Arenas”.
Inmune a las críticas, Macri dio ejemplos de por qué el país estaría mejor: mencionó la energía, el Paseo del Bajo, la lucha contra el narcotráfico y la educación. Sobre esto, Macri dijo que “trabajar con la primera infancia que siempre ha sido uno de mis prioridades en la ciudad”, pese a que en la Ciudad de Buenos Aires siguen quedando más de diez mil niños y niñas sin vacantes en el nivel inicial y que a nivel nacional incumplió por lejos su promesa de 3 mil jardines de infantes. Lejos de repasar esos datos, Macri destacó “las pruebas Aprender. Las lanzamos en el 2016 y nos dieron muy mal. En sólo dos años, cuando volvimos a evaluar en 2018, nos encontramos que 8 de cada 10 alumnas de todas las provincias, tenían notas positivas en Lengua”. El Presidente repitió este dato, pese a que todos los estudios serios señalan que no se pueden sacar conclusiones en base a un solo año.
Curiosamente, lo dijo en la cena de Cippec, que hace poco emitió un informe en el que indica sobre la inversión en educación: “Después de alcanzar el 6 por ciento del PBI en el año 2015, la reducción entre 2015 y 2016 fue de 65 mil millones de pesos a valores constantes de 2018, lo que significa una caída al 5,80 y 5,65 del PBI en 2016 y 2017 respectivamente. La caída de la inversión 2016-2019 alcanzaría el 19 por ciento en términos reales”.