Carlos Solsona dice que buscar a un hijo nacido en el núcleo del terrorismo de Estado es como “tirar de la punta de mil ovillos sin saber si alguno permitirá continuar el tejido”. Que por momentos es “cosechar fracaso tras fracaso”. Que pasó “noches enteras” pensando en dónde estaría su hijo, mucho antes de saber que se trataba de una mujer y que hubo momentos en los que dudó, incluso, de su existencia. Fueron 42 años de buscar y esperar a que alguna punta permitiera seguir tirando de ella. Fueron 42 años de esperar al momento que, finalmente, llegó el martes a la tarde, cuando desde Abuelas de Plaza de Mayo le confirmaron que su hijo era en realidad una mujer que vivía en España. A horas del primer impacto de la noticia, y en diálogo con PáginaI12, asegura que le resulta “inimaginable” lo que sentirá en el momento en que la vea cara a cara, pero “sobre todo lo será para ella, porque una cosa es incorporar a una vida ya hecha a una abuela o un hermano. Pero otra muy diferente es incorporar a un padre”, reconoció.
El entusiasmo que lo embarga a Solsona desde el hallazgo de su hija no invade la certeza de que debe ser “paciente” con los tiempos de ella, la nieta número 129 en la lista de la lucha que las Abuelas de Plaza de Mayo emprendieron en plena dictadura, “el nuevo éxito” del organismo, como define al hallazgo.
–¿Imaginó alguna vez este momento?
–No es comparable a nada. No tengo tanta capacidad de imaginación. No puedo imaginar tampoco cómo será el encuentro con ella, pero intento trabajar en no despatarrarme para que el alrededor no se caiga. Sobre todo lo será para ella, pienso. En todas las historias de chicos y chicas nacidos y apropiados por el terrorismo de Estado que han recuperado su identidad, la mayoría recupera con su historia a una abuela o un hermano o hermana. Hubo muy pocos casos en los que se encuentran con padres o madres. Eso es mucho más fuerte.
–¿Por qué? ¿Qué cree que implica?
–Y, creo que es como si un intruso viniera a interponerse en un camino ya construido. Yo tampoco conozco su historia, cómo creció, cómo la crió la familia que la tuvo. Deseo, ojalá, que a pesar de lo terrible del inicio de esa historia, haya sido criada con todos los cuidados que se merece. Pero ahora le aparece un intruso, un padre, al que no será fácil incorporar y yo la comprendo. Quiero acompañarla en ese camino. Un padre es como un elefante que ocupa mucho espacio. Pero estaré acá, sus hermanos, las primas de su madre, para acompañarla en ese proceso que no será fácil.
La entrevista que Solsona ofrece a PáginaI12 sucede en un parate de su viaje hacia Córdoba. Justamente, rumbo a visitar a las primas de Norma, quien fuera su compañera durante las luchas setentistas que él y ella eligieron dar desde el seno del PRT-ERP. Norma era oriunda de Córdoba y allí, también, se estableció Marcos, el primer hijo de la pareja y hermano mayor de la nieta que esta semana supo de su verdadero origen. Ella vive lejos del país y de la historia que la marcó, en España. Viajó a Argentina el mes pasado en donde, hace algunos pocos días y después de dudar por lo menos un lustro, finalmente decidió analizarse para confirmar su verdadera identidad.
En Abuelas hacía por lo menos seis años que contaban con datos sueltos sobre ella, que aparentemente tenía un certificado de nacimiento fraguado. Tres días después de hacerse el análisis genético, desde la Comisión por el Derecho a la Identidad confirmaron que era hija de Carlos y Norma. “El lunes supe que podría llegar a haber novedades sobre nuestra búsqueda. El martes, dos horas antes de la conferencia de prensa, nos citaron a Abuelas y allí nos dijeron. No entrábamos en nosotros”, contó Solsona, que confirmó a este diario que pudo hablar telefónicamente con su hija, pero se negó “por respeto a ella y a su proceso” a dar más información sobre el presente y lo que viene.
“Es una situación compleja y por más de que sea satisfactoria, no es fácil. Tiene 40 años, no es una niña que se puede llegar a adaptar rápido a una nueva historia. Ella tiene la suya ya escrita. Lo único que puedo decir es que hablé y que el haber hablado me conmocionó tanto o más que saber que la habían encontrado”, reflexionó.
–Ahora llegan ustedes a ofrecerle otra parte más de la historia de su vida, ¿no?
–Es importante para nosotros poder transmitirla, por supuesto. Creemos que es una parte fundamental de su identidad, pero también de la nuestra, de la madre, de la mía, de sus hermanos. Porque ella fue gestada durante una época que terminó tan mal para ella y para su madre, que terminó mal también para el resto del país. Aunque creemos que el terrorismo de Estado en Argentina es poco ignorado, tampoco negamos que existan diferentes juicios de valor que cada quien puede hacer sobre eso. En ese sentido, mucho más difícil debe ser saberse de repente protagonista de esos hechos. Nuestra intención es poder conversar sobre esto, esperamos que haya curiosidad de parte de ella. Somos optimistas.
–A Norma la secuestran con su embarazo casi a término y durante la búsqueda que emprendieron no contaban con información fehaciente sobre el nacimiento. ¿Cómo fueron esos 42 años?
–Uno busca, busca, busca. Fehacientemente no sabíamos nada en relación al destino de Norma ni en relación al embarazo, que incluso teníamos dudas por un problema de salud que había tenido Norma. Suponíamos que de haber nacido, habría sucedido días después de su secuestro (el 21 de mayo de 1977, en Moreno), pero certezas nada. Así que dato que recibíamos dato que chequeábamos, era como tirar de la punta de mil ovillos sin saber si alguno permitiría continuar el tejido y a medida que pasaba el tiempo, cosechar fracaso tras fracaso. Pasaron años sin siquiera tener una pista. He pasado muchas noches en vela pensando en dónde estará, quién será, y también algunas otras en las que no sabía si existía. Pero a pesar de todas las contras, no se aflojaba. Esa es un poco la historia de cada familia que busca bebés nacidos durante el secuestro de sus madres en terrorismo de Estado. Los que buscan del lado de la familia tiran de cualquier punta. Y los que saben qué pasó prefieren morir sin decir nada. Por eso, cuando Abuelas logra un éxito, cuando logra hallar un nuevo nieto, se festeja tanto.
Por eso habló con cada medio que lo llamó a pesar de su ser “parco, casi subterráneo” y en cada charla insistió en que “hay que hablar, porque la difusión de estos éxitos estimula al avance de otros casos. Hay muchos por resolver. Hay que reivindicar a las Abuelas e invitar a quienes aún tienen dudas a que se acerquen a agotarlas”.