Mientras el ex titular de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) Oscar Parrilli le pedía explicaciones por la mañana al presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, por la filtración de sus conversaciones con Cristina Fernández de Kirchner, y cuestionaba su utilización política desde Comodoro Py, el juez federal Ariel Lijo terminaba de redactar su procesamiento al concluir que encubrió a Ibar Pérez Corradi cuando estaba prófugo por el Triple Crimen de General Rodríguez por tráfico de efedrina y lavado de dinero de la mafia de los medicamentos. Según Lijo, el ex funcionario ocultó informes que había producido la Dirección de Contrainteligencia, que señalaban la presencia de Pérez Corradi en Paraguay, para ayudarlo a que siguiera evitando a la Justicia. Parrilli ya había declarado que fue todo lo contrario, que necesitaban precisar el lugar dónde estaba y ordenó profundizar. En su resolución, el juez se ataja y pide que se abra una causa para investigar la difusión de dos escuchas con diálogos entre CFK y Parrilli, la primera de las cuales fue utilizada por el fiscal Guillermo Marijuán para hacer una nueva denuncia contra ambos para establecer si “armaron” causas contra el espía Antonio Horacio Stiuso.
“Lijo me procesa para justificar que me intervino el teléfono y porque yo lo recusé el viernes”, le dijo Parrilli a PáginaI12, como primera reacción. Luego señaló que no había enviado el informe sobre Pérez Corradi a la Justicia porque estaba inconcluso.
“Estamos en presencia de una triple alianza e infamia, que es la unión de sectores de los medios periodísticos, el Poder Judicial y servicios de inteligencia, todo esto monitoreado y seguido de cerca por (Mauricio) Macri y (Germán) Garavano”, señalaba Parrilli ayer temprano, y recordaba que el Presidente fue procesado por espionaje en sus tiempos de jefe de gobierno porteño. El “objetivo”, enfatizó, es “llevar adelante un control social y político” y “mantener atemorizados” “no sólo a la ex presidenta y a mí, sino a toda la dirigencia política opositora, jueces, empresarios, periodistas y sindicalistas”.
Lijo procesó a Parrilli por encubrimiento agravado, aunque no se basó en elementos que se desprenden de las escuchas, sino que evaluó que demoró de manera intencional la entrega de informes de inteligencia a los fiscales (Juan Manuel Bidone de Mercedes y Franco Picardi del fuero federal porteño) que investigaban a Pérez Corradi y que habrían dado cuenta del lugar donde estaba oculto. Es, en esencia, el mismo planteo que hizo Graciela Ocaña en la denuncia que inauguró la causa en enero de 2016. Aquella presentación decía que la nueva conducción macrista de la AFI, con Gustavo Arribas a la cabeza, había hallado dos informes sobre Pérez Corradi en un cajón del ex titular de asuntos jurídicos del organismo, Emiliano Rodríguez, sobreseído por Lijo a diferencia de su ex jefe. El juez señala que esos reportes tenían códigos de seguridad propios de los que están en estado de ser enviados a los investigadores judiciales.
El nuevo gobierno puso el grito en el cielo porque supuestamente Parrilli había propiciado que Pérez Corradi siga eludiendo a la Justicia. Luego tardó seis meses en poder concretar la detención, el 15 de junio de 2016.
La secuencia de los hechos fue así: el 5 de agosto de 2015 el fiscal Bidone recibió la declaración de un testigo de identidad reservada que dijo que había visto a Pérez Corradi en Ciudad del Este y que estaría en un edificio llamado El Progreso; Bidone estaba en su búsqueda como autor intelectual de los asesinatos de Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina (Triple Crimen de General Rodríguez); recién el 25 de agosto pidió colaboración a la AFI para rastrearlo. También lo hizo el fiscal federal Picardi, en función de las novedades de Bidone, en el expediente donde investigaba la llamada mafia de los medicamentos, donde fue procesado por lavado. Parrilli designó a dos agentes para la búsqueda. El 13 de noviembre terminaron un informe que decía que creían haber dado con un número de teléfono que usaba Gladys Delgado, la pareja de Pérez Corradi, y con un Facebook que usaba ella y donde parecía estar en pareja con un tal Pablo Martínez, pero las fotos eran de un hombre de rasgos similares a los del prófugo.
Ni el edificio El Progreso ni tampoco un hotel, Convair, desde el cual pedía comida a Pizza Hut el celular de la esposa de Pérez Corradi, fueron datos útiles para encontrarlo. Pero de la resolución de Lijo se desprende que entiende que si Bidone hubiera tenido el informe de inteligencia antes, podría haber conseguido resultados más expeditivos.
Cuando fue indagado, Parrilli sostuvo que el informe de Contrainteligencia le llegó entre el 15 y el 18 de noviembre y que él ordenó que continuaran las tareas porque no había certezas de nada. Y que finalmente como el gobierno de Macri fracasó en las negociaciones para traer a Pérez Corradi le quisieron echar la culpa a él y su gestión.
El año pasado, ya después de la detención de Pérez Corradi, Lijo ordenó intervenir los teléfonos de Parrilli. La intervención la hizo la Corte Suprema, que ahora está a cargo de hacer las escuchas telefónicas. La Corte y el juez las derivaron a la AFI. Nada aportaron esas conversaciones para la causa sobre Pérez Corradi – está procesado por lavado pero tiene falta de mérito en la causa de la efedrina y el triple Crimen, dictada por María Servini de Cubría–, sólo algunos escándalos para los medios de comunicación y la excusa para abrir una nueva causa penal contra el ex presidenta Cristina Kirchner y Parrilli. Marijuán fue quien hizo la denuncia apoyándose en que en un tramo de sus tantas conversaciones, ella le dice (además de “pelotudo” porque no la reconocía) que le hiciera una lista de las denuncias que había hecho el gobierno contra Stiuso: “buscá las causas que le armamos a Stiuso, no que le armamos, que denunciamos”, se corregía.
Parrilli apelará su procesamiento, anunció, y repartirá denuncias contra personajes judiciales. Advirtió que espera explicaciones de Lorenzetti, sobre quien se despachó: “Parece que este hombre, que era gran estadista y se la pasaba dando cátedra de transparencia, democracia e institucionalidad, cuando asoma un poquito la cabeza, sale (Elisa) Carrió, lo ladra un poco y vuelve enseguida a silencio, como si volviera un perrito faldero a su cucha”.