“Mirá qué rico café, ahora tiene una pinta tremenda”, se alivia Damián “Arabe” Ramil, ante la relativa dificultad de conseguir un café tradicional por Palermo Soho. Son pocas las cuadras que separan esta cafetería avant-garde del edificio de la radio Pop, donde sale al aire por las mañanas en La Negra Pop, junto a Elizabeth Vernaci y equipo, de lunes a viernes. El músico, actor y humorista también participa de la primera mañana radial junto a Roberto Caballero en Caballero de Día, por Radio Del Plata, donde pudo llevar algunos de sus más famosos personajes, que le permiten interpelar satíricamente a la realidad sociopolítica, como Magallanes o El Payaso Peroncho.
La actualidad, no obstante, puede presentar batalla: “Hoy algunos medios dicen que es tendencia comer tierra, o vivir cómodamente en un espacio de 18 metros cuadrados, y yo me río de eso”, intercepta. “La realidad está muy extrema, especialmente en los medios de comunicación, que han llegado a límites impensados para intentar justificar este descalabro. Es un rico momento histórico, que seguramente sea muy analizado en el futuro. Lo que antes decía como chiste con muchos personajes, ahora lo firman los editorialistas supuestamente más prestigiosos del país. El discurso de Magallanes, el personaje que empecé haciendo en Radio Nacional, puede ser tranquilamente el de un panelista de un programa nocturno. La realidad ha empatado tanto a ese discurso que es difícil ver el hilo de lo que es verídico y lo que no”.
Al margen de aquellas tribulaciones, la charla de Ramil con PáginaI12 se da a propósito de otro tema que lo ocupa, el de su rol como cantante de Naranjos, cuarteto de rock con 21 años de carrera, que acaba de editar su quinto disco de estudio, titulado El misterio y la fe. “El título tiene que ver con la banda, que es profundamente existencialista. El misterio propio de la existencia y la fe de continuar en esto, la esperanza de que hay algo más que este pantano miserable en el que estamos viviendo, de que podemos construir algo mejor. El tipo de arte que siempre me sedujo más fueron las obras de como Pizarnik o Chéjov, o el cine de Tarkovski, que llevan a preguntarse: ‘¿Para qué todo esto?’. Y yo entro en un estado de desolación. Si no me ato al timón de la fe, no puedo seguir”, confiesa. Este viernes a las 20.30, en Niceto Lado B (Humboldt 1358), se presentará oficialmente el trabajo, que ya está disponible en Spotify y YouTube, mientras espera por su lanzamiento en formato físico. Para eso, al igual que para su producción, el grupo echó mano de una plataforma de financiación colectiva, sin la cual, afirma Ramil, la edición habría sido imposible: “Lo grabamos en Romaphonic, un lugar de primera línea, con la producción de Germán Wiedemer, y grabado y mezclado por Martín Pomares. La banda se lo merecía, pero todo eso tiene un costo y somos independientes. Vimos pasar a un montón de bandas amigas que ya no están. Nosotros somos como un pequeño milagro, aquello que resiste”.
–Como en toda su carrera, la atención del disco está puesta en las canciones. Sin embargo, esta vez le confiaron buena parte de lo artístico al productor. ¿Por qué?
–Es la primera vez que trabajamos con un productor musical. La mente de Germán es un pentagrama que nos abrió la cabeza. Hay muchos matices, muchas texturas, en un laburo que solos no hubiéramos podido hacer. Es un disco de rock, de canciones de rockeras, donde la experimentación parte de lo que hizo él.
–Los shows en vivo de Naranjos proponen algo integral, más allá de la música. ¿Creés que el rock perdió algo de ese espíritu?
–Sí, como todo. Aun así, la oferta de propuestas artísticas es tremenda. El rock se ha aburguesado muchas veces y otras veces no. Lo que nos permite ver el sistema son bandas que siguen fórmulas establecidas, pero hay un montón de discurso nuevo e inquietudes en la periferia, en las cuevas del conurbano. Lo que está haciendo Fiero es maravilloso. Lo que hace Eric Mandarina, ¿es rock? Yo creo que sí. Siempre respeto a las nuevas generaciones, vienen con un empuje increíble. Muchos pensarán que el rock no tiene más nada para decir; yo me niego a cerrar el cajón, no le encuentro sentido a velar los movimientos culturales. No me gusta esa forma de vivir.
–¿Te sentís más cómodo en el under?
–Soy un bicho que se expresa artísticamente, mamé mucho de lo que consumí. Tuve la fortuna de trabajar en la Martín Coronado, en el San Martín, pero fueron como unas vacaciones por Europa. Si bien no terminé ninguna carrera, me formé y aprendí mucho con gente como Héctor Bidonde, Ricardo Bartís, Mosquito Sancineto, Pompeyo Audivert, o Claudio Rissi. Con Naranjos tocamos en todos los festivales, en otros países, y ahora vamos a tocar en Niceto, que es como estar tomando un café acá. Pero yo soy del conurbano, y para mí, el under es como el conurbano. Nosotros somos más de los suburbios: nos gustan los laberintos oscuros y oxidados. Ahí nos sentimos más cómodos que en la impostación de los colores y las luces.