Mediante el Decreto 222/2019, firmado el 21 de marzo, Mauricio Macri exoneró a los recitales internacionales del IVA que pesaba sobre el cachet de los artistas. Después de la aplicación de la medida, el Presidente invitó a la Residencia de Olivos a los representantes de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (Aadet) que impulsaron la propuesta: “El secretario de Cultura, Pablo Avelluto, nos comentó que el Presidente deseaba juntarse en Olivos con los que hicimos el planteamiento en Hacienda”, evoca Sebastián Blutrach, presidente de la cámara, así como dueño de la sala El Picadero, quien asistió al encuentro en compañía de Sebastián Carlomagno (CEO de Move Concerts Argentina), Diego Finkelstein (fundador de DF Entertainment), Daniel Grinbank (dueño de DG Entertainment), Pablo Kompel (CEO de Paseo La Plaza y Metropolitan Sura), y Fernando Moya (fundador de Ozono Producciones), entre otros.
Horas antes de la reunión, Grinbank, a través de su cuenta de Twitter, advertía acerca del encuentro que tuvo como disparador inicial la Ley 27.346, promulgada por el Congreso dos días antes de Nochebuena, y en la que instalaba la figura del “responsable sustituto”. “Con esa Ley, el productor del evento tenía que hacerse cargo de ese IVA, que en realidad le corresponde al artista, quien nunca lo termina pagando”, explica Blutrach sobre una disposición que establecía, al igual que sucede con Netflix y Spotify, un IVA del 21 por ciento para el cachet del artista internacional. “Imaginate un cachet de Paul McCartney o Roger Waters, más IVA. Como las entradas están exentas de éste, no hay manera de resarcir ese impuesto”. Aunque, según ahonda Fernando Moya, el gravamen que terminaba devengando el productor al fisco era aún mayor. “Además de ese IVA, los recitales de artistas internacionales deben pagar 32,5 por ciento a Ganancias, lo que resulta inviable. Estamos hablando de una ley que se propuso en 2016, y que se reglamentó el año pasado”.
El lapso entre que fue aprobada la Ley y apareció el decreto presidencial, que era el único artilugio con el que contaban los productores para generar una salvedad a una obligación irremontable, no sólo provocó un clima de incertidumbre y pesimismo, al punto de que se llegó a hablar de la “desaparición de la industria”, sino también de desolación en salas de recitales y teatros. “En un contexto de recesión, donde el bolsillo de la gente está muy presionado para cubrir gastos básicos, no se puede trasladar la devaluación del dólar al precio de las entradas”, reflexiona Elisabetta Riva, directoral general y artística del Teatro Coliseo. “Nos vimos afectados por el pánico generalizado. Salvo por cosas muy aisladas, nadie alquiló la sala durante la primera parte del año. Los productores están muy preocupados por lo que pasó en la segunda parte del 2018 con el dólar, donde proyectamos uno a 25, y cerró en 40. Uno se pone creativo y lucha, pero llega un punto en que tenemos costos fijos que debemos cubrir. Hubo un aumento de hasta un mil por ciento en la tarifa de energía”.
A pesar de que la propuesta surgió de Aadet, el decreto alcanza a las productoras y salas que no estén agrupadas en la asociación. Incluyendo a MUBA Producciones, que hace unos días anunció la cancelación del show de Lauryn Hill, pautado para el 1º de mayo en el Luna Park, a causa de la crisis económica y la disparada del dólar. “Pareciera que nuestra cancelación despertó un tema que ahora es sabido por todos”, afirma Manu Monsegur. “Por más que hayan exonerado el IVA al cachet, ahí no queda la cosa porque el hotel, los pasajes y los proveedores locales hay que pagarlos en dólares, y a todo eso hay que sumarle además el 21 por ciento. De acá en más haremos lo mínimo en Argentina”. Es algo parecido a lo que piensa Mario De Cristófaro, de la productora Tribulaciones, quien, por más que el decreto está en vigencia, pondrá este domingo a la banda rusa Pussy Riots en el escenario de Niceto Club con unos honorarios que no consiguieron zafar del IVA. “Ya tenía cerrado ese show, por lo que lo iba a hacer igual. Más que un negocio, me interesaba traerlas por lo que simbolizan”.
A De Cristófaro, que resalta aparte la falta de códigos que existe en el rubro y la desigualdad que hay entre las productoras independientes como la suya y las grandes, amparadas por los patrocinantes, le preocupa la caída en la venta de tickets. “La gente deja el entretenimiento en un segundo o tercer plano. En 2018 hice Franz Ferdinand con otros socios capitalistas, y fue un negocio chino por la manera en que se disparó el dólar. Como uno proyecta con seis u ocho meses de antelación, iba a hacer a King Crimson. Avanzamos, aunque quedamos fuera tras lo que vivimos el año pasado. La buena noticia es que vendrá con una productora grande. Quería hacer otros shows, y al final no los podré llevar adelante por la situación del país. Pero más grave es que haya gente que no pueda comer”. Sin embargo, tras la derogación del gravamen, Fernando Moya no sólo piensa en el segundo semestre de 2019, sino también en el futuro. “Habrá oferta artística a partir de lo que gire en torno a Rock in Rio, y estamos planificando dos festivales para el 2020”.
El creador de Ozono Producciones está consciente de la desaparición de los festivales, por lo que –respaldado por una estructura grande– pretende rescatar esos espacios y apostar por ellos. Al punto de que volvió a abrir una agencia de representación, lo que denota una renovación tanto de público como artística que impactará en los contenidos de los eventos masivos. Mientras esto se cocina, Elisabetta Riva opina que lo que padece el sector al que representa no es el drama del entretenimiento y de la cultura, sino de la economía. “Cada uno mide la dificultad a su escala. Además de tener una capital cultural como Buenos Aires, en la Argentina hay recursos. Debe haber una manera para que los regímenes impositivos no sean una punición, sino que sean parte de un sistema y de una sociedad”. Y esa perspectiva está en sintonía con la de Blutrach: “Es por el bien de la industria y por la reivindicación de la música. La intervención del Estado es fundamental para que esto no suceda. Son actividades culturales, más allá de que sean un negocio”.