No hay fueguito en el medio, de ese a cuyo derredor se desarrolló la humanidad. Lo que hay es una larga mesa marrón bajo techo, un sillón a medida y un florero de consultorio. Pese a ello, Acho Estol, Lucho Guedes, Carmen Baliero y Julián Galay se las ingenian igual. No para “inventar” el mundo, claro, pero al menos para mejorarlo. Primero cuentan sus pálpitos sobre el cuarto encuentro Músicas del Sur, que se desarrollará en La Usina del Arte y en el Centro Cultural Morán, entre hoy y el sábado 25 de mayo. Luego informan lo que va a hacer cada quien. Y al final se desmadran en palabras, conceptos y pareceres acerca de ese mundo que intentan aliviar. O algo así.
El encargado de romper el hielo en la charla es Acho Estol, cuya actuación será el 12 de mayo en el Morán (Pedro Morán 2157), junto a su amigo brasileño Arthur de Faría, y sus congéneres argentinos Pablo Dacal y Omar Giammarco como invitados. “Necesitaba una ocasión de este tipo que me envalentonara, que valiera la pena para compartir con otros. Tengo relación con todos ellos e incluso con Arthur nos conocemos hace veinte años... Hemos tenido y tenemos un vaivén musical muy intenso”, dice el guitarrista, cantor y creador de La Chicana ante la inminencia del concierto.
Lo sigue Galay, compositor y multi instrumentista del Ensamble Chancho a Cuerda, que se presentará será el 28 de abril, junto a Leo Maslíah. “Nos apareció esta invitación de Carlitos Villalba, que es como un sensei maravilloso, y es súper importante para nosotros estar. Nos recuerda a 2014, cuando el encuentro se hizo en Brasil, y nuestra presencia allí nos permitió conocer un montón de músicos que terminaron influyéndonos. Ahora estamos armando un concierto especial para el festival, y escribiendo arreglos de uno para otro, más algunas composiciones. Estamos contentos, porque logramos convencer a Leo de algo que no quería: tocar temas viejos. Incluso lo vamos a hacer tocar la guitarra”, promete.
El caso de Baliero, en cambio, es el opuesto al resto. Mientras todos se juntan, ella aspira a mostrar solita y sola su mirada personal sobre las Centésimas del alma, de Violeta Parra. “Estoy sola como un perro”, sonríe ella. Y sigue, entre risas y miradas cómplices: “No tengo amigos, nadie me invitó a tocar, no salgo nunca. No sé, debe ser porque no mantengo el pulso o porque desafino. Entonces me permitieron tocar sola. Y, bueno, lo que voy a presentar son los versos de Violeta que musicalicé... Décimas numeradas, que toco en vivo y de memoria. Esto quiere decir que tengo la misma capacidad de error que Violeta, porque ella lo escribió en automático, y entonces se equivocó. Transformó el error en discurso poético. Denunció el error, con ese pensamiento tan libre y estético que tenía, y que para mí es uno de los temas más lindos de la música”, anuncia la compositora, acerca de un set que le llevará unos cuarenta minutos el domingo 21 de abril en el Morán. “Violeta, a través de temas como ‘El gavilán’, por ejemplo, o las anticuecas, es un caso de música de ruptura. De cómo llevar al extremo la música donde no importa el tiempo, y tampoco hay estribillos ni explicación. Por eso, hacer lo que voy a hacer yo implica una experiencia de alto riesgo”.
–¿Tu “error” cuál será, Guedes?
–(Risas) El mío se imbrica en el espíritu del festival, que es abordar la canción como una forma de literatura. La idea no solamente es tocar sino también exponer el seminario que vengo haciendo hace años en universidades. Una especie de bajada de un laburo de investigación relacionado con abordajes del género canción, desde la teoría literaria.
El “error” de Guedes, entonces, incluye también grabar un disco en vivo en la fecha que le toca (5 de mayo, también en el Morán) rodeado por Alejandro Simonazzi, Flor Bobadilla Oliva y Julián Venegas. Se trata de Aterrados y orgullosos, un trabajo que el músico-literato viene desarrollando espejado en tradiciones orales, líricas y narrativas. “Es un repertorio trabajado desde la forma musical del texto, que después se musicaliza. Una lógica coherente, de disco, que toma diferentes formas cada vez que la expongo. Por ejemplo, ahora empezamos a disfrazarnos. Siempre quise disfrazarme de payaso y es lo que hago, de hecho”, vuelve a reír.
–Resulta complicado adivinar quién está más loco de los cuatro...
Acho Estol: –Eh, pero yo vengo bien, che, coherente. No me pidas que me mantenga, pero vengo bien (risas).
Carmen Baliero: –Pero, ¿por qué decís locos? ¿En qué sentido?
–Por la audacia de las propuestas artísticas. Nadie habló de la clave del éxito, acá.
A.E.: –(Se ríe) Adhiero completamente a lo que dijo Carmen del error, porque es lo que más me sale. Cuando uno tiene que ser leal a uno mismo como artista, tiene que respetar su error... Dime como erras y te diré quién eres. En esta instancia se aprende quiénes somos.
–El nombre Músicas del Sur implica, o parece implicar, una apuesta a la identidad regional, social y cultural. ¿Cómo los interpela el concepto?
Lucho Guedes: –Bueno, todos somos músicos del sur, pero ninguno tienen una gestualidad surera, digamos.
Julián Galay: –Me parece que lo que sí hay es algo de rejunte, de eclecticismo de las distintas pertenencias. Músicos que vienen de Brasil, de Uruguay, de aquí... El otro día, Lucrecia Martel hablaba sobre Zama y decía que lo peor que podía hacer alguien era tener una personalidad muy rígida, porque eso te lleva a la frustración. En fin, creo que ninguno de nosotros está encerrado en un género musical. Aspiramos a la mezcla y a la flexibilidad.
A.E.: –Pregunto yo, ¿acaso esta flexibilidad no es parte de nuestra música popular regional? Creo esta tiene que ver con hacer lo que se puede, con una especie de realismo mágico. Me hizo gracia cuando Vitor Ramil llamó estética del sur a sus milongas con sitar. Nosotros lo llamaríamos ruptura a eso, porque con el tango no se mete nadie, pero ellos tienen esa flexibilidad que viene del tropicalismo, de la antropofagia de los ‘60. Creo que esto, hoy, ya es parte de nosotros también. Y hay que aceptarlo así.
C.B.: –Es que la Argentina es Buenos Aires y lo demás. ¿Qué hace un jujeño interesándose en un choque de autos que hubo en Santa Fe y Callao? Otra cosa: yo trabajo mucho con copleras y ellas no están pensando que son la sangre, la raíz, todo eso. Un tipo que hace chacarera en Santiago, toca y no se plantea nada más. El problema es cuando te ponen en la cabeza el problema moral de que tenés que ser algo. Yo, por ejemplo, me considero una ciudadana del mundo, no una persona de raíz argentina. Calmémonos un poco con esto, digo, porque si no un músico tiene que responder siempre a la necesidad del público de escuchar algo que lo represente. Y la verdad es que uno no representa nada, no es San Martín. Uno investiga en la música y no tiene por qué ser San Martín.
–Está metiendo el dedo en la llaga...
C.B.: –Y bueno, che. Una vez me han dicho “Carmen Baliero parece que toca en París” y la verdad es que a mí las postales regionales me dan lo mismo. El músico tiene que ser libre.
–Bien. Pero esa libertad inevitablemente está condicionada cuando entronca con la dimensión política. Muchos sectores, incluso, ven a la identidad cultural como una herramienta de lucha política, precisamente en busca de una independencia como nación, como pueblo, como país o como región.
A.E.: –Sí. Pero acá somos cuatro músicos porteños y hay que pensar en lo que recibimos en este sentido. Y lo que recibimos es una sociedad cosmopolita, que en realidad es cipaya y eurocéntrica como la de CABA. Esto es lo que nos tocó como cultura. En todo caso, está en nuestro gusto explorar músicas populares regionales que tengan más identidad telúrica, pero sería falso inventarse una. Nací en Canning y Santa Fe escuchando a los Beatles, sería impostado si me pusiera un poncho.
–Encima en Canning, no en Scalabrini Ortiz...
A.E.: –Encima, sí (risas). Esta sí que es una pesada herencia.
C.B.: –Además, no se puede pedir a los músicos que resuelvan algo que el Estado no resuelve. Si yo viera hospitales públicos en Palpalá o universidades en el sur, bueno, lo pensaría. Pero como no veo eso, bueno... Militemos, sí, pero no voy a meter la música en el medio. ¿Qué es la música popular, a ver?
–Así, rápido, un caudal de creación artística sin límites geográficos. La economía y la política necesitan fronteras porque es una forma de no dejarse invadir por el FMI, por ejemplo. Pero el arte no. O no necesariamente.
L.G.: –Creo que habría que repensar un toque el concepto de música o cultura popular. Es revisable, al menos desde que en el siglo XX aparece la industria cultural, que dificulta las divisiones anteriores en nombre del mercado, del rótulo y la venta. Lo popular es una palabra que adolece de especificidad.
–Pero es una formidable herramienta de militancia: genera consenso social.
C.B.: –Pero requiere de una reflexión más profunda, porque los que hicieron el tropicalismo fueron gente pensante, crítica. No se comieron la galletita de que tenían que representar al pueblo.