“Este libro define precisamente a la clase un cuarto como aquella que incluye a quienes rondan o superan la línea de la pobreza, sin que les alcance para ser, estrictamente, de clase media plena, sea cual fuere su autopercepción”. En discusión con el trajinado lugar común que aseveraba que en la Argentina lo que más abunda es la clase media, los hermanos Hugo y Vicente Muleiro sostienen en este ensayo socio político económico, La clase un cuarto, que quienes constituyen la franja mayoritaria en el país pertenecen más bien a este segmento novedoso, concepto devaluatorio al cincuenta por ciento de unas aspiraciones que por largas temporadas pretendieron distinguirnos como los europeos de Latinoamérica, una creencia que hoy día los autores ubican entre “la desinformación, el falso orgullo o la mala fe”.
Tres tristes tragedias: dos semanas atrás en la tapa de este diario aparecían en plano medio corto las figuras de José Alfredo Martínez de Hoz, Domingo Cavallo y Nicolás Dujovne, mascarones de proa que desde el Ministerio de Economía signaron o signan, respectivamente, las devastadoras gestas neoliberales de la última dictadura, de la combineta Menem-De la Rúa y del macrismo, gobiernos que exhiben en común el endeudamiento astronómico, el masoquismo con el Fondo Monetario Internacional, la destrucción de la industria, la concentración de la riqueza y el consiguiente desbarranque del grueso de la población. “El tercer gran fiasco en poco más de cuarenta años”, subraya Alfredo Zaiat en esa nota, y se pregunta por cómo será el cierre traumático del ciclo actual.
Periodistas de notable y larga trayectoria, los Muleiro expanden y detallan esos surcos en el primer capítulo del libro con un abordaje histórico de la clase media un cuarto en el país, un recorrido que alcanza hasta fines de 2018 e involucra cifras y voces recientes. Los sectores inmigrantes que contribuyeron al triunfo de Yrigoyen, los que se incorporaron a fines de la década de 1930 en un primer impulso industrialista para sustituir importaciones con Europa en guerra, los que con el peronismo se robustecieron, ampliaron y consolidaron como clasemedieros, aunque a la vez cultivaron su identidad de tirria antiperonista. “El gran golpe de furca que reciben las clases medias en la Argentina lo da la dictadura cívico-militar de 1976, previo paso por la megadevaluación que acomete Celestino Rodrigo en agosto de 1975 bajo el gobierno de Isabel Perón”, sitúan.
Está bien, aclaran los autores: la idea de “clase” o “sociedad de clases” tiene muchos cuestionamientos e impugnaciones, pero, argumentan, “es todavía una herramienta que ordena la mirada sobre el estado de cualquier comunidad”. El volumen confirma una presunción inicial: “La clase un cuarto argentina no puede ser referida más que por su heterogeneidad, su diversidad e incluso sus contradicciones, indisimulables y potentes –concluyen los autores–. Abarcarlas a golpes de sentencias terminantes -sea que remitan a la política, a la economía, a sus convicciones y ‘valores’, a su cultura, sus costumbres e inclinaciones- comporta cuanto menos un desarreglo en el enfoque y lleva a la ligereza en interpretaciones y diagnósticos”.
Además de las fuentes bibliográficas y de las entrevistas a sociólogos como Eduardo Chávez Molina, Ezequiel Ipar y Ricardo Rouvier (entre otros especialistas), el ensayo se nutre de un trabajo de campo hecho por Andrés Valdés, también sociólogo, 48 entrevistas (mitad a mujeres, mitad a hombres) realizadas en 2017 en ocho ciudades del país (CABA, conurbano bonaerense, Córdoba, Jujuy, La Rioja, Neuquén, La Plata y Paraná). Sus voces, sus percepciones, sus experiencias, aparecen diseminadas a lo largo del libro para ir semblanteando la estructura temática organizativa: la relación “con los otros”, distancias y cercanías con la política, los deseos y la precariedad en torno a bienes y consumos; inseguridad, educación, salud, mano dura, tecnodependencias, manipulación mediática.
El libro cierra con un capítulo dedicado a los abordajes que desde distintas disciplinas de la cultura se enfocaron en este vasto sector social, desde la narrativa de Roberto Arlt (“quien más representa la combustión psicológica y anímica de la clase un cuarto en pleno proceso de mutación social entre 1920 y 1940”) hasta el repertorio de personajes de Capusotto & Saborido, un recorrido que incluye a muchos y notables humoristas gráficos y dramaturgos, a los novelistas que en las dos últimas décadas cuentan sobre el conurbano y sus criaturas, a tiras diarias como Rolando Rivas taxista y Gasoleros, Tinelli como rey del rating, la película Esperando la carroza, y el rock, entre “Comiendo rosquitas calientes en el Puente Alsina” de Sandro y Los caniches de Oklahoma, su primer grupo, hasta Los Piojos y Los Redonditos de Ricota. “La clase media baja es el sector social al que de forma abrumadora se dirigen los creadores en el siglo XX, y la tendencia prosigue en el siglo XXI”, aseveran.
Y sí, entre los testimonios flotantes recogidos hay de todo: los que confían en la anticorrupción de Lilita, los que reconocen lo hecho por el kirchnerismo, los que desconfían en general de la política, del sindicalismo, de la protesta y la manifestación social (con sus excepciones). “La clase un cuarto está disgregada, fragmentada, balcanizada –concluyen–. En el mejor de los casos, según períodos, conforma bloques que adquieren protagonismo: las luchas de los ‘70, los movimientos de derechos humanos, el clima asambleario de 2001, el entusiasta protagonismo durante el kirchnerismo, no son siquiera imaginables sin su presencia y su aporte, aunque de ninguna manera haya sido su protagonista exclusivo”. También contribuyó esa clase al triunfo del macrismo, apuntan, contrapesan; y a la justificación del golpe en 1976, y al voto licuadora de 1995, puede agregarse. Si dos de esos tres períodos resultaron catastróficos, y si el actual está por desembocar en un nuevo colapso, acaso convenga tomar nota de algunas de características salientes en esos gobiernos: la pérdida de la solidaridad, la precarización, las prédicas anti-política. “¿Cómo son y qué piensan los argentinos que conforman la nueva mayoría del país?”, se preguntan desde la tapa los autores: no hay una caracterización única, se responden. Sin explicitarlo, sobrevuela el interrogante acerca de la conciencia de esta clase devaluada.
El ensayo despliega ese arco, entre piquete y cacerola/la lucha es una sola y el terreno fértil que constituyen para las conquistas neoliberales, con hombres y mujeres “dispuestos a defender con uñas y dientes lo poco que tienen, el puesto de trabajo o su aspiración, los ámbitos distintivos de un modesto estatus cuya frontera principalísima es la distancia con la pobreza más dura, que en algunos segmentos puedes llegar a violentarse de la manera más primaria”.