La Aldea Miní es tan, pero tan pequeña, que tiene solo dos casas, y allí viven solo dos familias: los Pereyraté y los Garciareté. Siete hijos hay en una, siete hijas en la otra. Mateo es el menor de los varones; Teresita, la menor de las chicas. Y resulta que estas familias guardan un secreto... Esta es la historia que cuentan Daniel Casablanca y Guadalupe Bervih, desplegando los recursos del teatro, pero también de ese otro arte milenario, el de contar cuentos. Y junto a ellos, haciendo música en vivo, Ricardo Scalise y Dolores Usandivaras. Otro integrante del elenco termina de delinear la particular poesía que atraviesa toda la propuesta, tierna y graciosa a la vez: Alejandro Bustos, con sus sorprendentes y bellísimas sombras de arena. Yatencontraré se llama esta obra que transcurre entre el cuento y el teatro, entre la música y la imagen, y que desde su título tira una pista sobre el paisaje litoraleño en el que sumerge a los espectadores.
Yatencontraré va los domingos en la sala mayor del Centro Cultural de la Cooperación (ver aparte). Un primer desafío fue entonces, cuenta el director Andrés Sahade, mantener cierta “intimidad” buscada en la propuesta en un auditorio grande. Que es, básicamente, la de ese espacio único que se recorta cuando alguien le cuenta a otro un cuento y llega a meterlo de lleno en esa historia. Adentro y afuera de ese cuento (contándolo por momentos y también actuándolo), Casablanca y Bervih lo logran componiendo personajes entrañables. De hecho, fue así, a partir de una experiencia contando un cuento en el jardín de la hija menor de ambos actores, como apareció el germen de esta obra.
Hay un río, un sapo, un chancho, un yacaré, un yaguareté. Hay tardes jugando en el agua, hay amigos, hay mates compartidos. Se adivina una historia de amor y también un secreto guardado, o dos. Es una bella historia que despierta risas por momentos, de una profunda ternura en otros. Y que sostienen Casablanca y Bervih con su oficio, en otro plano la música, los ritmos de la región, los acordeones, el juego con el sonido de las palabras en guaraní. Y desde la pantalla, un trabajo sorprendente, preciosas figuras que van apareciendo y luego se esfuman para dar paso a otras entre la arena, los recortes de cartulina, las luces y las sombras. Que no repiten lo que ya se cuenta, si no que van contando algo más, abren nuevos sentidos.
“La verdad es que le hemos puesto mucho amor y creo que eso se transmite”, concluye Sahade al repasar todo el proceso de creación que llevó esta obra, que sigue reformulándose y encontrando nuevas puntas en cada función, cuenta también. Algo de eso es posible encontrar en Yatencontraré. Como un paréntesis para la ternura, apto para todo público.