El charanguista Rolando Goldman cuenta cómo fue el cruce con Juan Falú, durante el primer capítulo de “La ruta del charango”, su nuevo proyecto en vivo. Y las primeras definiciones que le bajan son dos: desacartonado e improvisado. “Todo salió diferente a lo que nos habíamos propuesto”, dice. Después fluyen palabras: disfrute, diálogo (humano y musical), humor, reflexión, alquimia, cábala... “Es que Juan es como una especie de talismán, porque ha estado presente en situaciones inaugurales de diversos proyectos que he encarado –continúa–. Es más, cuando subió al escenario, comentó que creía que yo lo invito porque me gusta como toca la guitarra, ¡y se vino a enterar que era porque trae suerte!”, se ríe el también ex director nacional de Arte, que decidió recorrer esta larga ruta cada segundo sábado de mes, como hoy, en La Paila (Costa Rica 4848). “La próxima invitada es Nadia Larcher”, anuncia. “Ella ya participó en el disco que grabamos con la Orquesta Argentina de Charangos y ahora la idea es que, además de compartir, también haga algo sola”.
Planteada como ciclo anual, esta kilométrica ruta espera también el andar de notables de la música popular argentina, que Goldman fue eligiendo con paciencia de araña y bajo parámetros sólidos. La amistad pesa, claro. Pero también la admiración que tiene por cada quien, y la militancia, claro. “Más allá de pertenecer a distintas generaciones, todos tienen un mismo compromiso con nuestra música, con nuestra cultura, con la identidad de nuestro pueblo”, insiste, sobre el denominador común que agrupa a los que seguirán. A Lito Vitale y el Mono Villafañe, por caso. “Todavía no definimos qué repertorio haremos con Lito, pero estoy tranquilo porque él se sube sin ningún inconveniente a cada situación. Con el Mono (11 de mayo) tengo un reconocimiento especial: es el único de todos los invitados que no vive en Buenos Aires. Vendrá especialmente desde Tucumán”.
–¿Con todos los invitados ya ha hecho algo antes?
–Con casi todos, sí. Con Nahuel Pennisi, con Peteco Carabajal, con Mónica Abraham. Mucho más con Raúl Malosetti y José Balé, con los que comparto grupo, y con mi hijo Julián. Pero digo casi porque es el primer cruce de estas características con José Curubelo, aunque sí somos grandes amigos y hemos estado juntos en diversas situaciones, acompañando luchas sociales de nuestro pueblo. Curbelo, como todo payador, siempre sube solo a un escenario, o a lo sumo con otro payador para hacer un contrapunto, pero no con otros músicos. Por eso, es un desafío que nos planteamos en el momento que lo invité y habrá que resolverlo de alguna manera.
Goldman ha cosechado tales amistades fruto de una larga vida dedicada al folklore. Altos hitos al respecto lo presentan como creador de la primera Orquesta de Charangos, como director –junto a Osvaldo Bayer y Julián Troksberg– del documental Simón, hijo del pueblo; o como charanguista de la Filiberto. “Decidí hacer el ciclo porque creo que estamos en un momento especial en el que debemos encontrarnos, estar unidos, compartir espacios, disfrutar de lo nuestro, debatir y abrazarnos. Hablo de público y músicos, de los dos. Por otra parte, la idea de ciclo representa una continuidad que de alguna manera contrasta con el mero evento suelto, efímero. Debo ser claro en esto: no desdeño de los recitales, de cada encuentro, pero al igual que lo que considero que debe desarrollarse desde las políticas públicas en el terreno de la cultura, los procesos sostenidos en el tiempo son mucho más enriquecedores. Nos dan la posibilidad de crecer, de reencontrarnos”, explica Goldman, embarcado también en la confección de dos discos (ya ha publicado seis) y en la organización de un Congreso Internacional del Charango, previsto para agosto. “Lo estamos organizando con Patricio Sullivan y la pretensión es compartir con los amantes del instrumento espacios de discusión, conversatorios, talleres y ponencias. En ese marco, estamos preparando un homenaje a Jaime Torres”.
–Imposible omitirlo a Jaime. ¿Qué se fue con él?
–Un símbolo de nuestra música popular. Un estilo único, con el cual logró que muchos se acercaran y conocieran al charango. Ese estilo tenía algunas características que lo destacaron, sin que muchos se dieran cuenta en qué lugar radicaba lo esencial de su forma de tocar, acaso lejos del virtuosismo. En sus silencios, en sus movimientos de brazo sin pulsar las cuerdas, en esos amagues, con su rostro disfrutando, sumado al sonido que lograba hacer brotar de su charango, podemos encontrar lo más rico, lo más necesario, lo esencial de la música, que es la emoción que supo transmitir. Aunque no fuimos amigos, con él tuvimos relación de mucho respeto.