No sólo de competencias y autores consagrados se alimenta el Bafici. Bien alejado del imán de las secciones a priori más atractivas para el público, el apartado Películas sobre películas agrupa producciones cuyo tema no es otro que el propio cine. La oferta de este año va desde una ficción sobre Oliver Hardy y Stan Laurel (Stan and Ollie) hasta documentales sobre la crítica Pauline Kael (What She Said: The Art of Pauline Kael) y el productor Paulo Branco (Deux, trois fois Branco, un producteur de légendes), pasando por otros que iluminan las facetas menos conocidas de clásicos de todas las épocas. Clásicos canónicos y ultra analizados, en algunos casos, pero también clásicos a los que recién ahora empieza a asignárseles ese estatus. A este último grupo pertenece ese fenómeno de culto llamado Freaks and Geeks. Madre putativa de la rama más sensible de la Nueva Comedia Americana y cuna de actores referentes para la generación millennial, la serie creada en 1999 por Judd Apatow y Paul Feig es el objeto de estudio de Freaks and Geeks: The Documentary, que tendrá su última proyección hoy sábado en Multiplex Belgrano en el incomodísimo horario de las 11.15. Que se queden tranquilos quienes con toda la razón del mundo prefieran no apurar las medialunas un sábado, porque en el todopoderoso Torrent está para bajar en perfecta calidad, aunque sin subtítulos en español.
El documental forma parte de una serie coproducida por el canal A&E y la revista Entertainment Weekly, emitida en Estados Unidos a mediados del año pasado e inédita en la Argentina, llamada Cultureshock, que a lo largo de cinco capítulos explora momentos fundamentales de la historia de la cultura pop, como el reality show The Osbournes, los últimos días de Michael Jackson y la cobertura mediática de su muerte o el crecimiento de la televisión trash en Estados Unidos. Viendo ese criterio de eventos masivos y populares, la presencia de Freaks and Geeks resulta una bienvenida excepción, en tanto no fue ni popular ni masiva. Al contrario, se trató de un fracaso comercial solamente bancado por un grupo fiel de seguidores y un amplio sector de la crítica que no dudó en catalogarla como una de las series más revolucionarias de los ‘90. Aquellos eran años dominados por sitcoms de fórmula (Friends, La niñera) y dramas con adolescentes estereotipados (Dawson’s Creek, Beverly Hills 90210) para quienes la secundaria era un terreno amable y de sociabilidad recreativa. Feig y Apatow pusieron patas a arriba ese ideario mostrando que los otros, los olvidados, los nerds y los solitarios, también pueden ser personajes ser interesantes, complejos y profundamente queribles.
Afirmada en el terreno formal y narrativo de los documentales expositivos, el largometraje dirigido por el canadiense Brent Hodge bebe principalmente de dos fuentes. Por un lado, las clásicas entrevistas en las que protagonistas, directivos, productores y guionistas rememoran los orígenes y el desarrollo del proyecto. Por otro, imágenes de archivo inéditas de reuniones de producción y videos con el backstage y el casting de un grupo de actores hoy consagrados pero que por entonces daban sus primeros pasos delante de las cámaras. Porque Freaks and Geeks fue, entre otras cosas, la primera gran oportunidad para Seth Rogen, James Franco y Jason Siegel, Martin Starr, Lizzy Caplan y Rashida Jones, entre otras figuritas recurrentes del mapa de la comedia del siglo XXI, así como también para Apatow, Feig y Jake Kasdan, quienes con los años formarían una cofradía artística caracterizada por la mixtura perfecta entre el drama y la comedia. Tanto así que se debió acuñar un nuevo término para definir a este tipo de series y películas: los dramedys.
Nunca terminó de quedar muy claro a qué género pertenecía esta serie ambientada en una escuela de la ciudad de Michigan. Dice Feig que la adolescencia es un periodo agridulce, capaz entregar momentos de felicidad extrema y otros dominados por la tristeza y la desazón. Entonces sucedió lo que suele suceder con las anomalías: mientras la crítica celebraba el riesgo, la mirada fresca sobre una temática mil veces abordada y el contorno perfectamente delineado de esos chicos y chicas unidos tanto por el despertar hormonal como por la búsqueda de un camino de vida, el público se alejaba de la pantalla. Apatow reconoce que él mismo les dijo a los representantes de la cadena NBC que todo bien con el rating, pero no pensaba cambiar ni una coma del guión. “Nunca entendieron que la serie era sobre cómo sobreponerse al fracaso y cómo tus amigos te apoyan en los malos momentos”, afirma.
Para colmo, el horario de los sábados a la noche estaba lejos de ser ideal para una serie cuyo target difícilmente estuviera frente a una tele a esa hora. “Para que un programa funcione tiene que haber dos cosas: un grupo creativo seguro de lo que está haciendo y un canal dispuesto a apoyarlo”, dice una ejecutiva. Está claro que aquí estaba lo primero pero no lo segundo: NBC no sólo la manoseó levantado las emisiones cuando las transmisiones deportivas lo requerían; también le dio el tiro de gracia programándola los lunes a la noche para competir con el imbatible ¿Quién quiere ser millonario?, para luego sacarla definitivamente del aire cuando aún quedaban cinco episodios sin emitir pero ya filmados. Los pocos y fieles seguidores enviaron miles de cartas pidiendo por un cierre definitivo, empujando a los directivos a poner al aire la última tanda. Ahora, veinte años después y con los 18 capítulos disponibles en Netflix, la serie tiene su revancha. Una revancha con olor a justicia.