“Le consulté a mi sobrino y está de acuerdo”. La frase parece inocua hasta que se empiezan a agregar capas de contexto. Quien la dijo fue Silvia Inés Pieruzzi, directora del Teatro Mitre de Jujuy, en un mensaje de audio enviado a la productora de una obra que debía estrenarse el viernes pasado en esa sala provincial. En el audio –al que pudo acceder este medio–, Pieruzzi agrega que “perdió” la nota del grupo solicitando la sala. Pero el sobrino de Pieruzzi no es ninguna autoridad vinculada al teatro o la cultura jujeña: es cura.

La historia tiene sus vericuetos sorprendentes. Requiem inducido, de Sergio Martín Mendoza, ganó la última edición de la Fiesta Provincial de Teatro de Jujuy. La compañía, entonces, presentó una nota para poder representarla en la sala Raúl Galán del Teatro Mitre. Al comienzo, todo marchó como debía. Tenían sala, fecha y hora de estreno. Pocos días antes, Pieruzzi llamó a la productora del grupo para explicarle que había decidido suspender la función por su contenido y por temor a ofender con su puesta en escena al clero. Es decir: nada de hablar de aborto en el teatro, no vaya a ser que la Iglesia ponga el grito en el cielo. “Leyó en la sinopsis que había un personaje que era un cura, y tenía miedo de que la propuesta pudiera ofender a la Iglesia o sus miembros, sobre todo porque ella tenía un sobrino cura”, explica a PáginaI12 el dramaturgo de la obra.

La indignación ante lo sucedido fue tal que al grupo le llovieron ofertas para montar la obra en otros teatros, en bares y hasta en espacios no convencionales. Además, concitaron el apoyo de capítulos provinciales del Instituto Nacional del Teatro, de Argentores y de distintas personalidades de la cultura provincial, que convocaron a una protesta. Además se cursaron nuevas notas a autoridades provinciales por el tema. Argentores, por ejemplo, reiteró “su histórica, enérgica e irreductible postura contra cualquier medida que atente contra la libertad de expresión”. Aunque por el revuelo finalmente Pieruzzi accedió a darles la sala, ahora exigen su renuncia a la dirección del Teatro para actuar allí.

Requiem inducido pone en escena el debate y los distintos discursos sociales en torno al aborto. “Todos los personajes se construyeron a través de comentarios de los medios de comunicación, las redes sociales y la vida cotididana”, cuenta Mendoza. “Hay un personaje para la Iglesia, otro para el feminismo, otro para el sistema de salud y así; son distintos puntos de vista”, detalla. “En esa dinámica se desarrolla la narraiva y el público tiene la opción de votar en cada función para ver cómo va a terminar”, cuenta. Esto lleva a que la obra tenga rasgos de dramaturgia colectiva. Para Mendoza, este último rasgo agrava la censura de la funcionaria: “No sólo es a nosotros como grupo sino al público, que tiene la necesidad y el derecho de decidir qué quiere ver”, plantea el autor. “Pieruzzi piensa al teatro público como privado, respondiendo a sus valores personales y no a sus deberes como funcionaria público”, dispara Mendoza.

“Cuando ella vio la repercusión nos llamó y nos dijo que ya tenemos sala, que fue un malentendido y que habló con su sobrino, que le dio permiso. Eso nos parece doblemente terrible”, señala el dramaturgo. “Esto no es un hecho aislado, ya un colectivo feminista que hacía una feria en la plaza seca que está junto al teatro tuvo problemas similares”, revela. “Ya presentamos una nota en el Ministerio de Cultura y Turismo de la provincia. Hasta que no renuncie, hemos decidido no hacer funciones en este espacio”, asegura Mendoza. “Luego sí, queremos reapropiarnos del Teatro, que consideramos que es nuestro, del pueblo”.