Macarena Sánchez, la chica que está dispuesta a cambiar el mundo con una pelota en los pies, eligió la camiseta con el número 17 para inaugurar la profesionalización del fútbol femenino en Argentina. Ayer firmó su contrato como nueva jugadora de San Lorenzo, en una jornada histórica: el club que preside Matías Lammens se transformó en el primero en generar las condiciones para que las futbolistas abandonen el amateurismo y empiecen a ser consideradas como trabajadoras. Y Maca, rebelde, jugará ahí, con el 17 en la espalda, su marca personal para torcer destinos.
La delantera dice que el símbolo no la asusta porque transformó una desgracia. Ese había sido su número en la UAI, el club que la dejó libre a principios de año, con el torneo por la mitad, cuando la chica con la insignia de la fatalidad no tenía opción de inscribirse en otro equipo. A Maca la abandonaron después de que exigiera el fútbol femenino profesional, eso que ahora terminó de concretarse.
En el final de la conferencia de prensa, Sánchez –derecha para escribir y patear– le puso su firma al acuerdo. Luchó por esto. Lo logró. El 17, un símbolo, está de su lado. Es su número de la fortuna.
Maquillada y con un peinado que dibuja trencitas sobre el lado derecho de su cuero cabelludo y deja caer su pelo lacio y rubio sobre el izquierdo, tenía ayer el rostro del alivio. La tranquilidad de quien puede volver a respirar después de haber perdido el empleo y realizado una huelga de días. “Este es un paso importantísimo y somos capaces de ir por más. Hay jugadoras que no son conscientes del poder que tienen, que tenemos. Contar la realidad es el primer paso para cambiar las cosas. Y no importa la camiseta, tenemos que luchar todas juntas. Esto que estamos haciendo es un cambio cultural”, dijo.
Súper Maca no tiene respiro. En la conferencia de prensa se refirió a la profesionalización, pero nombró otras cuentas pendientes. Les pidió a las y los hinchas que se acercaran a ver fútbol femenino. Les reclamó a los medios de comunicación una cobertura deportiva con perspectiva de género: que transmitieran los partidos, que comentaran la importancia del lugar de las mujeres futbolistas, que escribieran estas nuevas historias de fútbol.
Su nuevo club hizo contratos para 15 jugadoras, después de que la AFA anunciara que destinará 120 mil pesos para que cada entidad contrate un mínimo de ocho futbolistas. Es decir: San Lorenzo pondrá plata de su bolsillo para ampliar el cupo. Maca lo celebró pero mencionó también la necesidad de que todas las del plantel pudieran firmar.
Del otro lado de la mesa estuvo sentada Eliana Medina, cordobesa de Marcos Juárez, una chica de 32 años que lleva la mitad de su vida en el Ciclón. Ella suma 21 títulos en su currículum: 19 en Futsal y dos en el torneo de AFA. La capitana dijo que tienen que seguir peleando: que hay que hacer contratos también para las jugadoras de la segunda categoría y pensar un proyecto federal sustentable para las que, como ella, llegan desde el Interior: “Lo de la profesionalización me genera una emoción enorme. Es una lucha de todas juntas y demuestra que pelear por nuestros derechos vale la pena”.
Tiene sentido: la historia de Eli como futbolista empezó a escribirse en Independiente con el sacrificio como bandera. En el camino a los entrenamientos, junto a su compañera Lucila Sandoval, ex arquera de aquel club, juntaban latas de la calle para vender el aluminio y poder vivir con ese dinero.
Ahora, acá, el día de la profesionalización, Matías Lammens, un varón que ocupa un rol clave y que tiene chances de modificar algunas cuestiones, dijo que ayer se daba un primer paso: que el fútbol no podía escaparle a lo que le sucedía a la sociedad y que, en ese sentido, las mujeres estaban en una situación de desigualdad. Que había que nivelar la cancha.
Maca, la chica que parece destinada a transformar desgracias, lo miró de reojo. Ayer fue el comienzo de una nueva historia.