Deudólares y deudeuros, hermanes en deuda, fratelas y sororos, aderfi, bruders un shuesters, ajim ve ajiot, bratiya y cestry, dixiong he jiemei, o el idioma que quieran usar para hermanar a todos esos millones, más bien miles de millones de argentinos (entre matices, maneras, avatares, perfiles, identidades de género, de número y de especie): es tiempo de… algo.
Quiero decir, e intentaré no ser confuse, -para eso ya están la economía, la política y un montonazo de otras ciencias- que quizás sea el momento de dejar de lado nuestras diferencias estériles, y pasemos a usar las fértiles. Que es tiempo de consolidar nuestra identidad, y si el Sumo Maurífice y su mejor Equipo Contrario siguen manipuliteando nuestras existencias, depositar dicha identidad en alguna cuenta que madame Lagarde sabrá comunicarnos en tiempo y forma.
Porque, argentines querides, llevamos siglos de pelear entre nosotros para averiguar qué es lo que no somos (y votar en consecuencia).
Mientras nosotrus discutimos identidades de género, especie, familia o reino, (algún pregorila habló de “Aluvión zoológico”, ¿para referirse a si mismo?) los que de verdad “organizan todo esto” y se creen más allá del más acá (aunque no lo estén), nos ven a todos, todas y todis los que aquí vivimos, reales, simbólicos o imaginarios, como “deudores”. Más allá de nuestra autopercepción, de lo que creamos, comamos, bebamos, pensemos, fantaseemos o nos acostemos.
Para ellos: si les pagamos, somos. Y si no les pagamos, no somos.
Y si no somos, no estamos.
Y entonces como no estamos, ni somos, se pueden quedar con todo lo que (no) tenemos: petróleo, agua, aire, hamburguesas de arroz yamaní con brócoli, o de soja parrillera, jugadores de futbol, psicoanalistas, satélites, neuronas, músculos, y una larguísima lista de etcéteres, que bien supo enunciar el Soberano español, cuando se le lapseó la lengua en el congreso de la misma, y mencionó a “nuestro José Luis Borges”.
El jardín de los errores que se bifurcan (El santo de la errata)
Todos nos reímos mucho porque dijo “José Luis”, y nos quedamos encantados con el real error. Pero no fue tal. Seguro que él cuenta con un Jorge Duran Barba que le escribe los discursos y le indicó, con exquisita precisión, que eso era lo que tenía que decir.
¿Para qué? Para que no nos demos cuenta de que al ladito de “José Luis” dijo “nuestro”.
Ustedes ya deberían saber, después de 4 años de macrificio, que los Autoritarios, cuando dicen “nuestro”, están diciendo “mi”. O a lo sumo “eso que les hicieron creer que también es de ustedes, pero no”.
Los magos, que también la saben lunga, usan el concepto de “missdirection” o sea “distracción”: fijo tu atención acá, mientras te escondo la carta allá, donde ves pero no ves, donde no está el foco, y entonces, cuando veo que vos no te das cuenta ¡Abracadabra y guita en Panamá!
Lo que dijo el soberano, es que don Jorge Luis, a quien, nuevamente, disfrazó de José Luis “para bajarle el precio”, para que no nos creamos que todo el mundo lo conoce y pretendamos un mayor rédito por él, es “nuestro” o sea “suyo”.
Al mismo tiempo, “nuestro” Maurífice recalcaba que la lengua (la del lenguaje), también era “Suya” del Rey, haciendo un curiosísimo e inentendible (fiel a a su estilo discursivo), uso de palabras, merced al cual “el castellano es español, pero no es argentino, cuya lengua hablamos, aunque si queremos hablar con un uruguayo, no necesitamos intérprete (estimo que él, sí).
Resumamos: de un lado, el Rey nos dice lo de ustedes, es nuestro, del otro, Maurifice “le agradece por dejarnos usar su (de él) idioma. Y tuvimos suerte de que no volvió a hacer referencia a “la angustia de la independencia” quizás porque ni él cree demasiado en dicha independencia, si tomamos en cuenta el resto de lo que sí dijo.
Sobre errores y tumbas (Bestiario)
Podría decirse, en un quizás muy disfrazado intento de recuperar nuestro borgeano patrimonio, que hace unos tres años, en junio de 2016, nuestro Mejor Equipo Contrario, en su fase metropolitana, homenajeó a Don Jorge Luis por toda la ciudad, atribuyéndole una expresión (“Con el tiempo comprendés que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad”) que a todas luces y a todas sombras, no le pertenecía.
Nos preguntamos en ese momento por qué atribuirle a Borges una frase que no era suya, habiendo tantas que sí lo son. Diríamos “Borges no necesita más expresiones, ya tiene muchas”. Bueno, justamente por eso mismo. Este Equipo tiene por norma, por ley, darle a quien no lo necesita. Lo sabemos usted, yo y el FMI.
Quizás fue una manera, avant coup de mostrarles a los españoles que somos mucho mejores que ellos en eso de equivocarnos con Borges. No lo sabemos. En todo caso, en ese momento la respuesta gubernamental ante el señalamiento de la errata fue “¡Uh, mala nuestra!”. Y ya está.
O fue una manera de acercarse a otro gran estadista, pionero en estas lides de entregar el país y equivocarse con Borges, cuando, hace más de 20 años afirmó haber leído “todas las novelas” de Borges ( en verdad no mintió, Borges no escribió ninguna, él no leyó ninguna. Pura verdad).
Tal vez ahora pueda develarse que en verdad esa frase le pertenecía a Don José Luis. Vaya uno a ignorar.
Pero el tema no es sólo quien es o de quien es Borges. Es quiénes o “de quienes” somos o no somos.
Freud nos enseña a escuchar “lo que está oculto en lo que decimos, y lo que está a la vista en lo que callamos”, por decirlo de alguna manera.
El tema es que mientras les argentines nos debatimes es saber qué es lo que no somos, mientras buscamos nuestra id-mentidad, ellos sí lo saben: somos sus deudores, sus súbditos, o lo que sea pero “sus”.
Y entonces votaremos, hablaremos, gritaremos y nos miraremos el ombligo unos a unos y otros a otros, y ellos, desde afuera, nos seguirán definiendo.
Triste solitario y final (habrá más penas y olvidos):
Todo esto no es privativo de la Argentina. Es algo muy humano, el buscar lo que uno es, y sobre todo, lo que no es. Identificarse por lo que uno odia, el enemigo común.
El resto de las especies no parece tener ese problema. O saben muy bien lo que son. O no les interesa demasiado. O las dos cosas a la vez. Aunque no tenemos noticias de que la dialéctica haya sido el fuerte de los bisontes ni de las moscas. Pero nunca se sabe,
Parecen más simples, al menos, vistos desde la óptica humana. Quizás vemos a las ovejas o a los estafilococos como “ellos”, los poderosos, nos ven a nosotros.
Sin embargo, ni aun allí estamos de acuerdo.
Un ejemplo Desde el arte, desde el cine.
La hormiga que encarna Woody Allen en la película “Antz” (Hormiguitaz, dirigida por Eric Darnell y Tim Johnson en 1998), le dice a su psicoanalista hormiga que “es muy difícil ser ‘el hermano del medio’ en una familia de 5 millones de hermanos”.
En contrapartida, desde un lugar de investigación científica, el historiador Yuval N. Harari nos dice en su “Breve Historia de la Humanidad, de animales a dioses” (ed. Debate 2014)
(con respecto a las abejas) que “su ADN programa los comportamientos necesarios. Las abejas no necesitan abogados porque no existe el peligro de que olviden o violen la constitución de la colmena. La reina no escatima comida a las abejas obreras, y estas no hacen nunca huelga por mejores salarios”.
Quizás así nos vean, como hormigas conflictuadas o abejas que traicionamos a nuestro ADN “naturalmente obediente” porque “nos hicieron creer”.
El punto, camarada deudólar, es como nos veamos a nosotres mismes. Si “la patria es el otro” (o el Otro, para los lacanianos) como nos gusta pensar, o si “la patria es el riesgo país” como creen algunes.
Hasta la que viene, siempre.
@humoristarudy