La idea de meterse con este texto apabullante fue de Analía Couceyro, actriz que en sus últimos trabajos ha brillado, y que como directora evidentemente apuesta al riesgo. Cuando tenía 18 años comenzó a leer Tadeys. Como a muchos les sucede, no pudo terminarla. Pero siempre la tuvo “girando en la cabeza”. Hace tres años le propuso a Albertina Carri encarar el proyecto juntas. “Me dijo que sí. ¡Después se arrepintió!”, se ríe Couceyro en un camarín del TNC.

“Ni siquiera se podría decir que es una novela. Está en discusión porque tiene una forma muy deforme. Abre muchas puntas que no llegan a ningún lado, tiene algo muy poco convencional. En términos de lenguaje, Lamborghini es muy particular, y acá esto está llevado al extremo. Es un lenguaje que juega mucho con el lenguaje, que es muy musical, poético y barroco. Convive algo muy elevado con algo muy bajo. La novela expulsa y fascina a la vez”, describe la directora, y aclara que todos los textos que aparecen en la versión teatral están tomados de la obra original. “Salvo una frase”.

La puesta retoma la propuesta lamborghiniana del cruce de lenguajes, apelando a la música, la coreografía y el cine, para dar “un respiro al espectador”. “El texto es muy agobiante. El público saldría a las siete y media de la tarde con la cabeza inflamada... La música y la coreografía van hacia un terreno más pop, que alivia lo enloquecedor de ese universo que es Tadeys”.

“Cuando Ana me propuso hacer esto, en principio me dio mucha curiosidad porque nunca había hecho teatro y porque no se me ocurría cómo poner en escena esa poética de la violencia, que en algún sentido me es cercana pero que en muchos me resulta totalmente expulsiva”, relata Carri, que había leído varios textos del autor de El fiord pero no la novela en cuestión. Al hacerlo quedó “desconcertada”, porque le pareció “improbable, dolorosa, inaccesible”. Como el texto provoca terror, a la directora le pareció importante “encontrar su zona de humor”. Respecto del cruce de lenguajes, la cineasta adelanta que, “dentro del vivo”, aparecen múltiples pantallas con otros registros, “más y menos teatrales, menos cinematográficos, más televisivos, puramente cinéfilos”.

En términos de sentido político, la puesta realza “la idea de la cultura y la idea de masas siempre sodomizadas por el poder”. “Tadeys es de una actualidad apabullante. Creo que hace referencia bastante directa a la dictadura, dentro de la disgregación que implica que la acción se ubique en la Edad Media. La actualidad sigue siendo tan pornográfica y violenta sobre nuestros cuerpos como lo narra la novela”. Para Carri, precisamente el eje de la obra es “la propiedad de los cuerpos”. “A quién le pertenece nuestro cuerpo y cómo lidiar con eso es un tema de pura actualidad. ‘¿Qué es la soberanía?’, se pregunta la novela todo el tiempo. ¿Es económica, territorial, aspiracional, una utopía? Y la pregunta finalmente es: ¿Cuál es el territorio de batalla? Y casi siempre es el cuerpo de lxs vulnerables. Los cuerpos de aquellxs que tenemos los derechos vulnerados”, concluye la realizadora de Las hijas del fuego.