Al menos 8 millones de personas en el mundo están afectadas por el parásito Trypanosoma cruzi, causante de la enfermedad de Chagas. Sin embargo, muy pocas están al tanto de su condición y conocen los trasfondos políticos, sociales y epidemiológicos detrás de esta enfermedad. ¿Son las vinchucas las únicas responsables de esta problemática?

A 110 años de su descubrimiento y a 12 de la sanción de la Ley de Prevención y Control de Chagas, estas preguntas siguen sin tener respuestas claras en el imaginario social. Así, la enfermedad se ubica en el segundo puesto en el ranking de Enfermedades Tropicales Desatendidas (ETD) configurado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). 

Particularmente en Argentina, el cuadro de situación es crítico: mientras el presupuesto asignado para prevención y tratamiento del Chagas es subejecutado y los programas de investigación son progresivamente abandonados, las cifras sobre las personas afectadas están desactualizadas. Las últimas datan del 2007.

Dos investigadoras alertan sobre la falta de reglamentación de la Ley de Prevención y Control de Chagas y el desinterés del Estado con esta problemática que, en contra de lo que se cree, no afecta únicamente a las personas pobres de zonas rurales.

En 2007 se sancionó la Ley 26.218, que declara de interés nacional y les asigna carácter prioritario a la prevención y control de todas las formas de transmisión de la enfermedad de Chagas, hasta su definitiva erradicación del territorio nacional. Sin embargo, prácticamente nada de esto se cumple, lo que deriva en la falta de investigaciones, desarrollo de fármacos y tratamientos, cifras precisas y acciones de educación y divulgación.

“Si bien la ley tiene todas las herramientas para revertir esta situación, todavía no está reglamentada, lo que depende del Poder Ejecutivo Nacional, y no tiene un presupuesto asignado”, asegura Mariana Sanmartino, investigadora del Conicet y promotora del espacio “¿De qué hablamos cuando hablamos de Chagas?”. La especialista agrega que, al no haber estadísticas precisas y actualizadas, los datos de esta enfermedad giran en torno de estimaciones que se repiten en papers, tesis e informes.

Se habla de al menos 1.600.000 personas afectadas en Argentina, pero quienes investigan el tema advierten que esa cifra está desactualizada. “Estos números datan del 2007 y no dan una real dimensión del problema”, destaca Sanmartino.

Por su lado, la investigadora adjunta de Conicet, Ana Laura Carbajal de la Fuente, también plantea que la problemática del Chagas no escapa a la crisis que atraviesa la ciencia, dado que los programas nacionales de prevención y control, así como también los proyectos de investigación y desarrollo, están suspendidos o disminuidos por falta de presupuesto.

Como el tratamiento se suele practicar tarde porque no se diagnostica a tiempo y todavía no hay vacunas contra este parásito, los especialistas plantean que la mejor forma de abordar la problemática es realizar seguimiento y reducción de las poblaciones de este insecto con equipos especializados. “Desde que se desarticuló el Programa Nacional de Chagas estas actividades se interrumpieron. No darle continuidad es un grave error que puede aumentar las probabilidades de contagio”, asegura Carbajal, quien también pertenece al grupo “¿De qué hablamos cuando hablamos de Chagas?”.

Hasta el año 2016, el Programa Nacional de Chagas (PNC) dependió de la Dirección de Enfermedades Transmisibles por Vectores. Sin embargo, desde 2017 esta dirección se redujo en rango a Coordinación y el PNC desapareció. Ahora todas las enfermedades transmitidas por vectores se nuclearon en la Coordinación de Vectores. “Este nuevo programa funciona distinto. En cierta medida, independientemente de la Coordinación, todo depende mucho de las provincias, ya que ellas tienen a cargo el presupuesto, el diagnóstico, el control y el tratamiento”, explica Carbajal de la Fuente. 

En materia de investigación el panorama tampoco es esperanzador. “En cuanto a la financiación, el Chagas no es prioridad, queda por detrás de proyectos de otras áreas –asegura Carbajal de la Fuente–. Sin embargo, debemos seguir insistiendo y ofreciendo propuestas, para ayudar a todos los afectados. Para eso está la ciencia.”

Otra de las aristas de la problemática tiene que ver con la producción y distribución de medicamentos. En la actualidad sólo se cuenta con el Benznidazol y el Nifurtimox, ambos de la década del 60, útiles en su totalidad si la detección se realiza de forma temprana. “Como si su antigüedad fuese poco –profundiza la investigadora de Conicet– no existen fórmulas pediátricas, a pesar de que el tratamiento es más efectivo en niños o pacientes que recién se contagiaron”.

Existen varias formas de contagio de la enfermedad de Chagas: la más común se produce por el contacto con las heces de la vinchuca, vector de la enfermedad, que al picar a la persona defeca muy cerca y, si está infectada, contamina el área. La segunda es la transmisión congénita de madre a hijo/a durante el embarazo, pero se podría revertir con 30 días de tratamiento, si se detecta a tiempo mediante un análisis de sangre al bebé. Existen contagios poco frecuentes como la ingesta de alimentos que tuvieron contacto con la vinchuca infectada, la donación de órganos de pacientes infectados o por accidentes de laboratorio al estudiar el parásito.  

Por último, la falta de campañas de sensibilización y la escasa información que tiene la población favorecen la estigmatización. “Nos quedamos en la enfermedad sin cuestionar cosas que permiten que siga la estigmatización y la discriminación. Algunas personas creen que el Chagas es de otra época o que está sólo en algunas provincias”, alerta Sanmartino.

Ante este escenario, desde el espacio “¿De qué hablamos cuando hablamos de Chagas?” se proponen también trabajar con las representaciones en torno de la problemática de una amplia variedad de actores. “Hay que trabajar incluso con los imaginarios sociales que hay en torno del tema en los equipos de salud, los que investigamos y otros actores. Hay cuestiones que impiden que se superen barreras que tienen que ver con la salud y, también, con lo social”, subraya la investigadora.

Por el momento, las agrupaciones de pacientes, investigadores e investigadoras y profesionales de la salud buscan que formalmente la OMS declare el 14 de abril como el Día Internacional de las personas afectadas por Chagas, por lo que lanzaron una campaña en la plataforma change.org  para recolectar firmas en apoyo del reconocimiento oficial de este día.

* Agencia CTyS-UNLaM.