Como en aquella película Corre, Lola, corre. Así se siente Verónica Irízar a dos semanas de las Paso para la categoría de intendente de Rosario. Los sondeos arrojan un escenario de paridad con Pablo Javkin (algunos con pocos puntos de diferencia entre ambos) en la que será la interna más caliente que tendrá la agenda electoral local. Es que no sólo es la candidata, es el socialismo entero tratando de conservar además del principal sillón del Palacio de los Leones, la conducción hegemónica del Frente Progresista en la ciudad. Es la pura identidad socialista resumida en un cuadro político del partido, versus el recorte de un candidato que viene trabajando hace años no sólo para esta disputa, sino también para un cambio sustancial dentro del espacio que también gobierna la provincia.

La crisis y el desgaste político que sufrió el espacio en medio de la "Ola Amarilla", impidió trabajar con tiempo en la sucesión de Mónica Fein, cuyo segundo mandato pudo ser una realidad, precisamente, por el aporte de los votos de Javkin y María Eugenia Schmuck allá por 2015, cuando Cambiemos se agrandaba en cualquier cancha.

Esa crisis y desgaste del Frente Progresista originó varios cambios en la gestión de Fein. Apareció el equipo sub 50, todo el gabinete tenía que mostrar juventud, pero también probada experiencia política para que en serio el electorado comprendiera que había una renovación real del socialismo. A esa "apertura" se sumaron funcionarios de otros partidos y el propio Javkin, que resignó los dos años que le quedaban como diputado nacional para bajar a la ciudad, conectarse con los problemas y los barrios, empaparse de gestión y prepararse para la disputa que cuatro años después, por fin sucederá.

Pero, como diría el propio presidente de la Nación, "pasaron cosas". Entre otras muchas, la impensada recuperación del socialismo en gestión, incluida la figura de la propia intendenta Fein. Todo a partir de la debacle nacional que las políticas públicas de Cambiemos generaron. Un derrumbe acelerado de las condiciones de vida de vastos sectores sociales a partir de la devaluación, la pérdida del poder adquisitivo y la destrucción de puestos de trabajo en todos los rubros.

Tal fue la renovación del escenario que no fueron pocos los que pensaron para qué buscar otro candidato si la actual intendenta mejoró muchísimo su imagen y relación con la gente. Pero la levantada no era para tanto. No se podía arriesgar a quien había ofrecido 8 años de mucho sacrificio y penurias. Fue ahí cuando el camino volvió a allanarse para Javkin, que se vio como "el candidato de todos" .

Andres Macera

Pero, se sabe, en política no hay regalos y muy pronto el socialismo comprendió que podía jugar a uno propio para mantener el cargo y la conducción frentista. La recuperación en la imagen y consideración de la gestión daba para eso.

Allí comenzó una ronda interminable de nombres, casi todos sub 50 menos Miguel Cappiello, que no ocultó sus aspiraciones de entrada. No menos de una decena de hombres y mujeres del socialismo tenía posibilidades de ser. Pero la responsabilidad recayó en Verónica Irízar, que se había estrenado como candidata sólo dos años antes, para concejal de la ciudad. 

Fein tuvo mucho que ver en la selección. Irízar reunía varias características positivas: Ser mujer, un sólido cuadro técnico y político del partido, juventud y ya había salido al ruedo como candidata en 2017. Todas las características para presentar una real renovación. Sólo tendría que luchar contra el escaso conocimiento que tenía entre los rosarinos. Hacia allí se enfocó entonces la principal tarea que dio pronto sus frutos: En pocas semanas Irízar -o mejor dicho Vero, como decidieron presentarla- estaba en todos los rincones de la ciudad con su rostro juvenil. La conducción del PS empezaba a creer que había acertado en la selección de la candidata.

Enfrente, la estrategia del equipo de Javkin, fue totalmente diferente. Debía dejar de ser "Pablito" como todos lo conocen, para dar la imagen de un dirigente maduro capaz de hacerse cargo de la conducción de una ciudad muy grande y compleja. Allí apareció el saco y la corbata. De esa manera se diferenció del look casual que impuso el PRO en todo el país y que tomaron muchos políticos de diferentes partidos; y se vistió de intendente en medio de la campaña.

Esta semana, en una entrevista radial, el candidato a concejal del Movimiento Evita Eduardo Toniolli habló del costado político de las camisas lisas. "A mí me gusta usarlas desde siempre, pero como las impuso el PRO a veces cuando llego a algún barrio donde no me conocen tanto, primero me preguntan de qué partido soy antes de comenzar una conversación", se quejó.

Lo que hay que apuntar de la interna frentista es que se trata de dos candidatos de la política. No es una cuestión menor en medio de la necesidad que impone a veces la boleta única, en la búsqueda del conocido y/o famoso. Es lógico que esas preferencias queden reservadas a los cargos legislativos. En los Ejecutivos no hay tiempo para empaparse de los temas o aprender sobre el funcionamiento del Estado. Y eso lo sufrió en carne propia el PRO con candidatos como León Barreto en Funes o Martiniano Molina en Quilmes, que ganaron las elecciones y en los dos primeros años no sabían qué hacer en sus sillones de jefes de una ciudad. La gestión y sobre todo la cercana como la de un intendente, no es broma. Y una vez allí las cosas se notan, los problemas se multiplican.

Ese es un plus que tienen Irízar y Javkin, que precisamente por esta cuestión tomó la decisión de involucrarse en la gestión como secretario general del municipio resignando una parte de su mandato como diputado de la nación. Pero Irízar se "crió" en la gestión. De muy joven trabajó en las administraciones de Miguel Lifschitz y de Mónica Fein y nada menos que en el rubro finanzas, hacienda y presupuesto. Nadie tiene que explicarle los números de un gobierno.