Desde le Petit Pont una pequeña muchedumbre observa la catedral de Notre Dame de París en llamas. El silencio es sobrecogedor. Desde la Rive gauche, en caravana procesional, un grupo de mujeres canta en coro: "Je vous salue, Marie, comblée de grâce". Una mujer anciana sujeta la novela de Victor Hugo entre sus manos, casi como un talismán. Seis jóvenes tomados de la mano elevan su oración para que los bomberos puedan salvar a ese cuerpo cuya vida está en riesgo de muerte. La portada de Libération solloza "Notre Drame", el drama nacional.
Los mensajes de las redes sociales toman la forma de verdaderas condolencias por la pérdida de un ser querido. Ellas se acumulan luego de la caída de la aguja. Sin ella, la catedral de Notre Dame es un monumento amputado, incluso decapitado. Un sacerdote interpreta la catástrofe como un anticipo del viernes santo, de la pasión de Cristo: el edificio simboliza su cuerpo martirizado por las llamas. El cuerpo de la nación, de los y las católicas, de quienes habitan la ciudad, de quienes la visitan… Un cuerpo que se convierte en cenizas en el tiempo de Cuaresma.
El presidente y la alcaldesa se hacen presentes. La clase política también está conmocionada y expresa su consternación en un registro levemente modificado, más cercano al de una laicidad republicana: el de una comunidad que asiste a la pérdida de una parte de su historia material y simbólica a la vez. Emmanuel Macron refuerza la metáfora: "Es triste ver cómo se está quemando una parte de todos los franceses". Anne Hidalgo agrega: "Esta tarde, todos los parisinos y franceses lloran este emblema de nuestra historia común". Jean-Luc Melenchon exclama "¡París está en llamas!" y evoca la catedral como el lugar donde los franceses se encontraban en cualquier circunstancia y cualquiera fuera su fe. Para otros, representa otra tragedia que lastima la relación de los franceses con su patrimonio. Ya está en marcha un llamado a la gran colecta nacional para reparar el cuerpo dañado. "Reconstruiremos Notre Dame" anuncia Macron desde la Isla de la Cité todavía ardiente. Es lo que la historia se merece, añade.
Las noticias acerca de las piezas rescatadas --entre ellas, las más importantes: la túnica de Saint-Louis y la corona de espinas-- alivian a los dolientes. Cuando trasciende la noticia acerca de que las dos torres de la catedral de Nuestra Señora de París están a salvo el abatimiento cede aún más, la estructura de la catedral está a salvo. Una parte de la identidad francesa, también.
CONICET-Instituto Ravignani-UBA/UNLu. Profesora Invitada de la EHESS (Écoles des Hautes Études en Sciences Sociales)