El gran Eduardo Galeano describió la utopia con sabiduría. “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Parafraseando al escritor uruguayo, la televisión argentina parece reemplazar a la palabra “utopía” por “límite”. Siempre puede correrlo un poco más. Y no lo hace para “caminar”, sino simplemente para atraer la mayor audiencia posible. ¿Entonces para que sirven los límites en la televisión? Para eso, sirven para transgredirlos y sumar algún puntito más de rating.
La última prueba de la perversidad que tracciona a buena parte de los contenidos de la pantalla chica argentina sucedió el lunes, en la emisión de Despedida de solteros. El reality show de Telefe, en el que los miembros de diferentes parejas son separados y aislados en casas filmadas las 24 horas, tiene por objetivo poner a prueba el amor de los tortolitos. Claro que la tarea no es nada sencilla, ya que la producción del programa hace lo imposible para que la infidelidad se produzca. La bienvenida a los participantes a cada una de las casas fue con una barra ofreciéndoles únicamente tragos con alcohol. Incluso, los participantes tienen la posibilidad de “espiar” lo que hacen sus enamorados en la otra casa, con videos oportuna e interesadamente editados por la producción.
El lunes, pasó lo que en esas condiciones podía llegar a pasar. A uno de los participantes, Matías, le mostraron un video de su novia coqueteando con otro compañero del “PH” en el que conviven, masaje incluido. Matías -que en la semana había dado muestras de inestabilidad y había pedido apoyo psicológico- enloqueció, saltó la medianera del “loft” en el que estaba aislado y entró violentamente a la casa dónde estaba su novia, derribando a patadas la puerta. El pánico se desplegó entre los participantes. Hubo quienes intentaron pararlo y otros que simplemente fueron paralizados por el miedo. La producción del programa de Telefé no mostró las imágenes del sector en el que irrumpió el violento. En realidad, lo hizo desde una habitación lindante. En las imágenes que emitió el programa se escucharon ruidos y gritos. Mientras Marley aclaró que “no hubo ni golpes ni violencia”, algunos participantes afirmaron que Matías “le pegó” a Yanina. Incluso, cuando sus compañeros la contuvieron, se dijo que la participante había sufrido violencia de género. Llamó la atención que en una casa en la que todo se ve, con cámaras hasta en los baños, justo no haya habido imágenes de lo que ocurrió en ese cuarto.
Durante la emisión, ni los conductores ni los columnistas repudiaron la violencia, se haya limitado a la psicológica o haya sido física. Lo mismo da. O no, pero sí a los efectos de emitir un mensaje claro. Al contrario, tanto Marley como Carina Zampini promocionaron las imágenes que iban a emitir más tarde. De hecho, continuaron con el “show” como si se tratara de una situación “normal” de eliminación, cuando en realidad la producción del reality expulsó a los participantes. No por la violencia –de eso no se habló–, sino por haber violado la regla de encierro.
¿Hubo violencia de género, tal como dejaron entrever los participantes?
¿Fue ocultada por la producción? ¿Cuáles son los límites de la televisión? ¿Cuál fue el criterio de selección de participantes? ¿Qué perfiles de parejas y personalidades buscaron? ¿Qué actitud toman los televidentes ante este tipo de programas que crean las condiciones para generar conflictos? Tras lo mostrado y lo omitido, ¿siguen viendo Despedida de solteros como un programa más para entretenerse? ¿Acaso nadie pensó que alguna situación como la que se vivió el lunes podía ocurrir?
Interrogantes cuyas respuestas estarán en la conciencia de productores, programadores, conductores y columnistas del reality show producido por Kuarzo Endemol Argentina, la misma productora de Gran Hermano.
Una única certeza: la televisión ya no se piensa; sólo se mide.