“Hago esta publicación en acuerdo con la fiscal que lleva mi causa, para que cualquier otra víctima de este sujeto en este lugar, pueda hablar y sanar este sufrimiento, esta oscuridad, este vacío que cargué tantos años, porque estoy segura de que no soy la única”, escribió en Facebook una ex alumna del Colegio Nacional de Buenos Aires luego de radicar una denuncia penal contra P.M., el hombre que fungió de coordinador de un viaje de estudios a Tilcara en 2008. En ese momento, la joven estaba en 4º año y había viajado con sus compañeros, en lo que era una práctica habitual para los últimos cursos. En el posteo, la joven, Emilia Viacava, no da el nombre del denunciado y apenas comparte información que permita identificarlo a quienes no lo conocieron, pero esa publicación escueta alcanzó para que ex alumnas y ex alumnos reconocieran enseguida de quién se trataba y comenzaran a aportar nuevas observaciones sobre las situaciones que vivieron en esos viajes. La publicación de Viacava también impulsó la de testimonios de otras ex alumnas en los que las situaciones se replicaron como en espejo: el abuso comenzó en el refugio Alfarcito, un espacio cercano a Tilcara al que sólo el denunciado llevaba contingentes; continuó en Buenos Aires, luego de que el denunciado buscara en las fichas médicas de las alumnas sus datos de contacto y comenzara a acosarlas y manipularlas. Poco después de que Viacava anunciara que había hecho la denuncia, otra ex alumna, Lara S., publicó en Facebook testimonios de haber padecido abusos a manos del mismo hombre. Ni una ni otra dieron a conocer el nombre del abusador, en resguardo de la situación legal.
El denunciado viajaba con los contingentes de estudiantes en nombre de la empresa Grupal Viajes, que llevaba a chicas y chicos de cuarto año del Buenos Aires y, durante algunos años menos, de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, a un recorrido por el norte de Jujuy. Se presentaba como antropólogo, y le gustaba que chicas y chicos le dijeran “el Pelado”; usaba sombrero y, según testimonios coincidentes, solía encontrar espacios de complicidad con las y los adolescentes. Para algunos, era carismático; para otros, “pesado” e insistente. En los viajes a Tilcara, solía reservar una jornada para ir hasta el refugio de Alfarcito, ubicado en la altura, a unas horas de caminata. El contingente llegaba al atardecer, comía allí; de noche, el denunciado alentaba a algunos chicos a caminar por la montaña, en las cercanías del refugio, pero solos; a otros les proponía acercarse a un fogón, donde él contaría historias de pueblos originarios, de miedo, de mitología. El grupo dormía, luego, en el refugio. Allí, explicó Viacava, y coinciden otros testimonios, comenzó para algunas chicas la situación de abuso que perduraría durante meses.
“Quiero intentar reparar la angustia que me envolvió durante todo este tiempo, y también que deje de abusar de otras niñas y adolescentes menores de edad. Insisto en que estoy segura de que hay más víctimas. Si vivís en Jujuy, o si viajaste con él, si esta foto (N. de R.: la del refugio de Alfarcito) te recuerda algo, no estás sola: podés comunicarte conmigo por privado y acompañar mi denuncia penal con tu testimonio”, escribió Viacava. Pocas horas después, otra joven sumó un testimonio también en su muro de Facebook. “Me da bronca que algunxs recuerden el refugio como una gran noche de Tilcara, mientras yo vengo hace años tratando de interpretar y reinterpretar lo que pasaba ahí. Que tengo que recordarme admirando a este tipo, riéndome de su forma excéntrica de ser, totalmente rendida a sus pies por las historias delirantes que contaba y las meditaciones guiadas en las que nos hacía falsear. La maldita estrategia del pelado funcionaba”, recordó Lara S., en un texto en el que también contó cómo, al regreso a Buenos Aires, el coordinador siguió buscándola. Después de haber tenido contacto sexual con él, escribió la joven, ella lo contó a unas amigas, “sintiéndome muy capa y muy bien”, pero luego un amigo le dijo “eso es un abuso”. “Le di la razón años después, más atravesada por el feminismo, habiendo entendido la desigualdad.”
Aunque los viajes del Buenos Aires y el Pellegrini eran tradicionales en Tilcara, y disparaban una logística recurrente en el lugar, cuando Viacava viajó para radicar la denuncia, “en Jujuy nadie conocía el lugar específico” donde ocurrían los abusos. “Recordé el nombre del refugio de Alfarcito, pero ningún fiscal ni psicólogo ubicaba el lugar. Tampoco salía en Google maps. Entonces, desde Tilcara, comencé a subir los caminos de montaña y luego de 6 horas de ascenso y gracias a las indicaciones de las únicas 2 personas que me crucé en el camino encontré el lugar en donde comenzaron los abusos sexuales que sufrí en esa época. También gracias a una de estas personas que me encontré, me enteré de que este espacio sólo lo usa el denunciado, quien al día de hoy continúa trabajando con otras niñas, adolescentes, menores de edad. Pude sacar las fotos del lugar y presentarlas como prueba de su existencia”, relata la joven.
Viacava dio a conocer la denuncia solo por un motivo: ampliarla con testimonios de otras jóvenes abusadas. “Si vivís en Jujuy, o si viajaste con él, si esta foto te recuerda algo, no estás sola: podes comunicarte conmigo por privado y acompañar mi denuncia penal con tu testimonio”, escribió, junto a la imagen del refugio.