Durante semanas los medios oficialistas estuvieron anticipando supuestas medidas para conjurar el impacto inflacionario. El desquicio de precios descontrolados, tarifas en incesante aumento, despidos y suspensiones masivas dibujaron una obra invendible aún para los espectadores ansiosos por seguir creyendo en los atributos de los protagonistas. La calidad del producto es lo que está en crisis. La comunicación de Cambiemos hizo ya más de lo imaginable. La realidad, ese concepto tan difícil de asir, le mostró un límite y todo el andamiaje propagandístico se derrumbó.
“Insólito video”, titularon los mismos medios que vienen haciendo esfuerzos sobrehumanos para sostener la confianza en el Gobierno. El calificativo es benévolo. Hace una semana tras la reunión con el radicalismo, habían informado que hoy el Presidente daría un discurso o una rueda de prensa para anunciar el paquete salvador.
No fue así. Mauricio Macri pasó de sobreactuar el enojo con el vulgar “estoy recaliente” a mostrarse en una especie de video casero con cara de dormido, desganado, a punto tal que la vecina sostenía la dramaticidad de esa obviedad que el Presidente acababa de registrar: el pueblo no aguanta más.
El recurso remanido de la impostada espontaneidad está gastado. Durán Barba lo explotó hasta poner en riesgo lo verosímil. Ya fue.
Saludar al vacío y sostener que “lo peor ya pasó” fueron soslayados por ese público que quería seguir confiando. Después las “tormentas” invadieron los relatos hasta que sólo si se los resignificaba como tsunamis podían seguir usándose. Demasiado riesgoso, después de eso no queda nada.
El 1º de marzo viró a la calentura. Tampoco resultó. Las redes sociales empezaron a rogar que no hable más porque el dólar rebotaba cada vez que lo hacía. Ni qué decir de los precios.
Hoy quedó en evidencia que la comunicación tiene un límite. La política es irreemplazable. Después de tres años y medio, el envase no puede disimular más la descomposición del contenido.