Jorge Kasparian acaba de dar un paso más en su largo camino hacia las entrañas del universo Spinetta. El primero fue a través de un singular y venerable libro hecho en páginas de tela (La Biblia Spinetteana). El segundo, mediante un programa radial que, bajo el mismo nombre, le puso voces a aquel trabajo. Y el tercero, por otro libro –pero de hojas de papel– que indaga en diversas aristas del primus inter pares del rock argentino, a través de treinta testimonios y un nombre que los unifica: Luisito. “Todo lo que pasa, lo que me cuentan y lo que vivo a diario no hace más que confirmar lo que siempre intuí de Luis Alberto como ser humano”, dice el serigrafista y melómano cordobés, y no resulta difícil adivinar el qué. O los muchos qué de este trabajo que el artesano presentará en el Espacio Cultural Universitario de Rosario el viernes 3 de mayo, con Claudio Cardone tocando. Por caso, que el último músico en ser invitado al show de Las Bandas Eternas fue Gustavo Cerati, según revela Pablo Mangone, productor de ese tremendo evento. O que los Spinetta eran una familia peronista, como asegura Gustavo, hermano de Luis.

También que la “Vieja” Barrios, una de las personas que Luis más quiso, fue el mentor del título de su último disco (Los amigo). Que el músico organizó la famosa cena entre amigos de los miércoles para que el bajista Machi Rufino atravesara un mal trago en su vida, como recuerda el baterista Daniel Colombres. Que Paul Dourge, guitarrista de Jade durante nueve meses, una vez no pudo tocar “Mula alma”, porque un porro le había pegado fuertísimo. Que Charly García, Fito Páez y Ricardo Mollo lloraron durante la vuelta de Invisible en Vélez, según lo vio Lito Epumer, otro violero amado por el Flaco. Que el luthier Cristian Iannamico no conocía la música de Luis cuando éste lo contrató, ni siquiera sabía de la existencia de Artaud. Que Luisito, atestigua Jota Morelli, quitó “Parlante” de Téster de violencia, porque era un tema comercial, y decía que en otra vida ¡había sido un auto! (dixit Roberto Mouro). O que Ana, la hermana del Flaco que no dormía esperando el día, también es la “Iris” de Los Amigo.

Kasparian, además, busca aristas del ecosistema spinetteano en los “quiénes”, que no son solo músicos de larga data o familiares directos del creador de “Fina ropa blanca”, sino también bellos satélites humanos suyos. “Podría decir que todas las entrevistas mueven alguna fibra emocional, sobre todo para los lectores sensibles en el tema. Cada entrevista es una pieza de un rompecabezas, en donde cada uno arma un Luis Alberto diferente: compositor, guitarrista, obsesivo de los ensayos, hermano, amigo, vecino, fan total de los autos y hasta paciente de su odontólogo”, asegura el autor del libro. “Muchas veces hubo que cortar y parar porque nos quebrábamos todos, entrevistador y entrevistados. Me emocionó todo lo de Ana (Spinetta). Su relato es un viaje a Arribeños, cuando eran niños. El de ‘Pricky’, el arquitecto que le diseñó su casa dentro de su estudio es muy gracioso, subraya el humor extraordinario de Luis Alberto. Arrom relata con lujo de detalles el famoso episodio del incendio del colectivo en 1988, en camino a un show en Córdoba en el que perdieron una cantidad de equipos e instrumentos. Javi Galarza, uno de sus asistentes, me estremeció con su relato de un Flaco paternalista con el grupo humano que había creado a su alrededor”.

Y así, con otros quiénes. Mario “Pototo” D´Alessandro, por caso, el odontólogo que una falsa noticia mató por dos días en 1968, los suficientes como para que Luis escribiera su tema. O el inhóspito Martín García Reinoso, cuya guitarra aparece en un solo disco: Argentina Sorgo Films. Obras en vivo; Matías Méndez, el último bajista en subirse a un escenario con Luis, el 14 de junio de 2011, en Santiago de Chile; Marcelo Novati, baterista que solo orbitó en el planeta Luis cuando tuvo que reemplazar a Morelli durante la grabación de Exactas, en vivo. O el ya mencionado arquitecto “Pricky” Pricolo, quien tuvo el honor de tocar la pandereta en el estribillo de la versión de “Abrázame inocentemente”, en el Obras de diciembre de 2001.

–Según consta en el prólogo, las entrevistas se transmitieron en el programa radial que sucedió al libro de tela. ¿Qué reacciones recordás por parte de los escuchas?

–La gente empezó a escribir y llamar para exigir cosas. Que entrevistemos a tal o repitamos aquel programa, esas cosas. El concepto fue muy simple: juntarnos a hablar sobre el Flaco y escuchar su música. Lo mismo que hacíamos cuando íbamos al colegio secundario y salía un disco nuevo. Lo escuchábamos mil veces y leíamos los créditos de los long plays hasta saberlos de memoria... ¡hasta los agradecimientos! Eso fue el programa de radio, una recreación de aquella sensación inolvidable. Así se fueron redescubriendo personajes que no están muy vinculados con Spinetta. Por ejemplo, Paul Dourge o el “Negro” Colombres, a quienes todos relacionan más con Fito o con Lebón, pero también tuvieron su paso por la música y la vida de Luis. Y ni hablar del “Doc” Rawsi, del querido Pototo, de García Reinoso (el responsable del amor del Flaco por la comida mexicana) o de Robertito Mouro, coautor de siete canciones junto a Luis, nada menos. Y obviamente, el prócer: Aníbal “La Vieja” Barrios, su histórico asistente.

–Que impresionante que casi todos los entrevistados se hayan referido a Luis en tiempo presente, ¿no?

–Impresionante, sí. Este es otro detalle que agiganta su figura. Ese fue un denominador común. Y el otro fue que todos en algún momento lo llamaron Luisito, por eso le puse así al libro. En efecto, lo más fácil del libro fue encontrarle el título, no cabía otra posibilidad, y esto es porque Las entrevistas, entre las que también aparecen las de Juanjo Carmona, Baltasar Comotto, Graciela Cosceri, Nico Cota, Juan del Barrio, Juan Carlos Diez, Dhani Ferrón, “Bocón” Frascino, “Pomo” Lorenzo, Frank Ojterseck,  Marcelo Torres y Sergio Verdinelli, representan casi la mitad de las que el autor había hecho para el programa de radio. “Tenía hechas más de setenta, y en ese momento Roque Di Pietro (editor de la editorial Vademécum) me propuso hacer este libro”, cuenta el neófito escritor. “Algunas notas las había hecho personalmente y otras fueron telefónicas. Además, hubo una metodología que me sirvió: a medida que el programa radial avanzaba y se hacía conocido en el micromundo spinetteano, se iban encadenando personajes, y cada uno de ellos me sugería dos o tres nuevos reportajes. Así se fue engrosando la lista”, afirma Kasparian.

Ahora, el serigrafista va por otro mojón en su camino hacia Luis, que implica expandir la Biblia a ochocientas páginas divididas en catorce tomos, incluido un documental de cincuenta y cinco minutos dirigido por Verónica Rocha, que retrata el proceso de realización del libro, y ciento treinta y dos textos sobre el Flaco, escritos especialmente por periodistas y músicos. “El proyecto surgió a raíz de una charla con Ferrón en la que me dijo que la Biblia estaba bárbara, pero le faltaba Los amigo. Así que me puse a laburar, hasta que llegué a las ochocientas páginas repartidas en catorce tomos. El último de ellos es un “Glosario arbitrario spinetteano” que se originó en un trabajo de lectura que hice con el escritor Diego Vigna. Ambos leímos todas las letras de Luis y rescatamos más de quinientas palabras que no existían hasta que aparecieron en esa letra, o que sí existían, pero Luis Alberto las había utilizado de un modo atípico, o más bien típico de su poética”, informa el autor, mientras piensa publicar cuatrocientos ejemplares sin fines de lucro.

“En el medio de la tarea se me ocurrían cosas y a veces las hacía. Por ejemplo, compaginé el tomo doce, que es la ficha técnica de Pescado 2, en la que se me ocurrió poner los dibujos y textos de cada página uno al lado de otro, ampliarlos a setenta centímetros de alto, e imprimirlos con tinta negra en un rollo de tela blanco, como si fuese un rollo de fotos de treinta metros de largo. Y ya está: es como una bandera de cancha, pero en vez de decir “Budge” o “La Butteler” tiene la ficha técnica de ese disco, una de las tantas obras maestras de Luis Alberto”, cuenta Kasparian, que vio en vivo a su artista adorado entre febrero de 1984 (La Falda) hasta el último concierto en Córdoba, ocurrido el 2 de julio de 2010.

–¿Qué balance hacés de La Biblia Spinetteana, tanto en su formato de libro-tela como en el radial? ¿En qué te modificó?

–La primera edición en tela fue para empezar a curar la herida por la partida de Luis; demoré tres años en hacerla, estuve mucho tiempo solo, laburando el proyecto, volviendo a escuchar su música, etcétera. Creo que el libro me hizo crecer, me hizo madurar y a raíz de esto apareció la posibilidad de la radio, cosa que jamás había hecho en mi vida. Fui aprendiendo a producir, a armar entrevistas y esas cosas. ¿En qué me modificó? Bueno, a mí Spinetta me modificó la vida, lisa y llanamente. Me permitió entender lo sutil del arte. Me empujó a hacer con lo que tuviese a mano, a tener un norte claro. Me enseñó a no claudicar. Me enseñó, en resumen, a estar en el jardín de los presentes.