“Tardé once años en poder hablar, pensando que era la única”, explicó Emilia Viacava, la joven que denunció ante la Justicia por abusos sexuales a P.M., el coordinador de viajes estudiantiles de una agencia que al menos hasta el año pasado se encargaba de llevar contingentes de chicas y chicos del Colegio Nacional de Buenos Aires a Jujuy, y, hasta hace dos, también del Carlos Pellegrini. Durante seis horas, Viacava se sentó ante una fiscal y declaró todo lo que había vivido cuando tenía 17 años y su victimario, 43. Recordó: la noche en Jujuy en que, delante de sus compañeros de curso, abusó de ella bajo una manta; cómo la buscó y manipuló al regresar a Buenos Aires; el lugar en Turdera al que la hizo ir y donde, además de abusar de ella –reiteradamente y con acceso carnal–, le mostró pornografía infantil y espacios donde todo parecía dispuesto para producir videos y fotografías de ese tipo. Contó, también, sobre las amenazas que él le hizo para que no contara nada, y cómo para ella la angustia y el silencio se convirtieron en una década a merced de depresiones y ataques de pánico. Hizo la denuncia por ella, pero también “por todas”. Después de radicar y ratificar la presentación, en Buenos Aires y también en Jujuy, pidió medidas de protección; la Justicia dictó medidas de restricción de acercamiento para protegerla de su abusador, el presunto antropólogo que vivía de viajar con adolescentes ante quienes “se presentaba como místico, como un chamán, vestido como Indiana Jones”. Sus compañeros de curso, recuerda Viacava, “tenían fascinación con él”, y ese halo le allanaba el camino para cometer los abusos que, como indican las respuestas a la publicidad que ella dio a la denuncia (ya cuenta con tres testimonios más para apoyar su denuncia judicial), eran habituales, respondían a una estrategia común y tuvieron distintas víctimas a lo largo de los años. Para aportar pruebas a la Justicia, Viacava caminó seis horas sola en la montaña, en las afueras de Tilcara, hasta dar con el refugio donde habían comenzado los abusos, un lugar solitario que sólo usaba PM para sus contingentes: la joven no sólo dio con el refugio, sino que también lo documentó en fotos y videos que aportó para sustentar la denuncia.
–Yo era virgen, nunca había tenido experiencia sexual con nadie, ni novio ni nada. Los primeros abusos ocurrieron en el refugio éste, incluso delante de mis compañeros: de noche, él nos puso en una fogata, nos hizo sentar en ronda. Se sentó al lado mío, puso un poncho arriba y comenzó a abusar de mí, a tocarme, bajo esa manta. Como una hora. Me quedé helada. Todo mientras él seguía relatando historias. En Buenos Aires, me contactó, me mandó un mensaje por Messenger, porque él tenía los mails de todos y nos escribía en cadenas, que también aporté a la fiscalía.
–Al día siguiente de esa noche, de ese abuso, ¿te dijo algo?
–Nada. Me tiraba cosas al día siguiente, me daba su sombrero, se hacía el copado conmigo, me decía que me pusiera protector solar en las piernas o me iba a tener que poner él. Y yo sentía que no podía decir nada, yo no sabía qué estaba pasando, nunca nadie me había tocado.
–Al regreso en Buenos Aires, entonces, te contactó, ¿para qué?
–Para invitarme a salir. Me invitaba al cine, y cuando nos encontrábamos por ahí decía “no, acá no porque alquilé una película”, y entonces me llevaba a una de las dos casas. El tenía una, que decía que era la suya, en Lomas de Zamora, y otra, que decía que era de la hermana, donde nunca había nadie, en Capital. Me acuerdo de una vez que me rompió un vestido. Puso la película, espantosa, todo tenía contenido sexual. Todo empezó a ser muy perverso, violento; yo le dije que no me gustaba, que era virgen, que no había ido para eso, que no tenía ese propósito. Me dijo que le gustaba, que sabía, se rió, me dijo “es obvio, está bien”. Otra vez, me hizo ir a Turdera, a la casa de Lomas de Zamora que decía que era la suya. Me dio indicaciones de qué combi tomar, dónde bajar; cuando llegué me agarró de la mano y me dijo “hagamos de cuenta que soy tu tío, para que nadie diga nada”. Me llevó hasta una casa abandonada, en medio de la nada. El decía que era su casa y me la iba mostrando: en una habitación, cuando entro, había pornografía infantil, películas, gigantografías de películas. También en la casa había computadoras, videocámaras, cosas profesionales. Y él sacaba fotos. Me acuerdo de que había una estatua también, no sé bien qué era pero sí que era de algo sexual.
Viacava recuerda también que esa vez, en esa casa, PM redobló la presión sobre ella y abusó otra vez, nuevamente con penetración y toqueteos, aunque ella le pedía que no lo hiciera. Luego, “él eyaculaba y como que terminaba todo, de repente agarraba un libro, me decía que se tenía que ir”. “Es como que al principio yo decía que no, pero él seguía, y yo me paralizaba, era como que veía todo desde afuera. Disociaba todo. Yo me abstraía. Recuerdo todo como visto desde arriba. Yo no decía nada más, ya había dicho que no”, explica.
–¿Había amigas, amigos o compañeros tuyos con quienes podías hablar de esto?
–No. Yo esa última vez, cuando salí de Turdera, estaba tan mal que le pedí otra vez algo que ya le había pedido: “¿No le puedo contar a mi mejor amigo nada?”. El siempre me había dicho que no, y siempre me lo decía bien, pero esa vez me lo dijo mal. Me amenazó. Fue la última vez que lo vi. Después empecé a tener un cuadro depresivo, ataques de pánico y demás. Estuve muy mal. Fui a una psicóloga, algo le conté, ella contactó a mis padres y ahí se cortó todo. Mis padres supieron y yo me puse muy mal, no quería hablar. Me enojé, le escribí “mirá todo lo que me hiciste, ahora tengo este problema en casa”. No sabía cómo hacer, con quién hablar y ahí me bloqueó. Tuve un cuadro depresivo que me duró tres años, secuelas físicas fuertes, no pude nunca tener relaciones sexuales con un novio que tuve después, también del colegio, con quien salí dos años y a quien le conté muy por arriba lo que había pasado. Me cuesta inclusive hoy tener relaciones sexuales.
–¿Cuál fue tu click, por qué te decidiste a hacer la denuncia ante la Justicia?
–Fue el año pasado. Yo durante mucho tiempo me aislé de todo lo que tuviera que ver con el colegio, no quise ver a nadie, no iba a las reuniones, porque me recordaba todo a eso, para mí 5º año fue de depresión. El año pasado empecé a reconstruir todo esto, porque dije “si tan mal estoy, es porque pasó algo”. Nunca lo hablaba con nadie y no lo pensaba, no asociaba nada a eso, estaba muy mal pero era siempre yo mal por algo, me echaba la culpa. Esa reconstrucción terminó en querer morirme, pero cuando superé el momento dije “voy a hacer esto y voy a hacerlo bien”. Primero la denuncia fue para mí, pero después pensé también en las demás chicas, sobre todo de Jujuy, porque también había rumores de chicas abusadas ahí.
–Ya habías hecho la denuncia, ¿por qué necesitaste contar públicamente que la habías hecho y contar lo que había pasado?
–Yo quería contar porque me lo quería sacar de encima, era odioso tener ese secreto. Era como un secreto entre él y yo, que seguía ahí aunque hubiera una causa judicial en el medio. Y yo no quería que hubiera secreto. Y tiene peso saber que hay otras más. Esto que pasó, de que tanta gente, aunque yo no dijera el nombre, sabían de quién y qué hablaba, es un alivio para mí. Hasta el lunes pensaba que quizás existía la posibilidad de que yo fuera la única. Saber que estuve tantos años en soledad en esto. Que de repente pueda ayudar mi sufrimiento a otros y prevenir también otros casos... todos fueron rumores durante veinte años.