La visita del presidente Mauricio Macri a su par brasileño Michel Temer se produjo en un contexto de economías en caída en ambos países, con la relación comercial en su peor momento en décadas. A esto se suma la fallida intención de incorporar el Mercosur al Tratado Transpacífico, interrumpido con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. En su reemplazo, la apuesta de ambos mandatarios parecería ser negociar con la Eurozona, pero existen varias asimetrías entre ambos países y respecto de ese bloque que haría imposible un acuerdo que no conlleve un importante sacrificio de la industria nacional. De todos modos, para los analistas consultados por este diario se trata de una señal de simple posicionamiento político, como sucedió en la década del 90. En el caso de la relación bilateral, los dos años y medio de fuerte recesión brasileña, sin perspectivas de recuperación, suma también interrogantes respecto del riesgo de que Argentina sea arrastrada a una crisis aún más pronunciada.
El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, aseguró ayer que “la integración económica con Brasil es clave para fortalecer el Mercosur”. Pero esa relación está en su peor momento. El intercambio de bienes el año pasado alcanzó los 22.506 millones de dólares, el nivel más bajo de los últimos diez años, según datos del Ministerio de Industria y Comercio Exterior de Brasil. Por su parte, la participación del país vecino en el comercio exterior argentino es la más baja desde la creación del Mercosur, de acuerdo con un relevamiento de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC). La incidencia el año pasado fue del 20 por ciento, la más baja de los últimos 25 años. Y en materia de inversiones, Brasil ocupa el cuarto puesto, con el 6,5 por ciento y 6715 millones de dólares, detrás de Estados Unidos, España y Holanda.
Esta situación se combina con una fuerte crisis política en Brasil, junto a un fuerte plan de ajuste. “No veo que Brasil tenga un problema fiscal, sino que se lo argumenta para hacer un ajuste fiscal motivado por un posicionamiento virulento de un clase social alta contra los avances sociales de los últimos años”, señaló a PáginaI12 el economista y politólogo Eduardo Crespo. “Esta situación de descomposición social se conjuga con una crisis política monumental, en la que no se sabe si su presidente no termina preso”, agregó el especialista. Para Crespo, la apuesta argentina a un despegue de la economía brasileña es un error. “En estos momentos están pensando más en privatizar universidades que en un proceso de recuperación”, señaló. El economista en jefe de la Unión Industrial Argentina, Diego Coatz, sostuvo que ante ese escenario “la Argentina debe evitar ser arrastrada por la capacidad ociosa de la industria brasileña”. “Cualquier acuerdo coyuntural no debe obstaculizar la visión de largo plazo”, advirtió.
Sin embargo, la visión expuesta tanto por Macri como por Temer es hacia una mayor apertura comercial, en busca de las tan ansiadas inversiones. En ese sentido, el presidente argentino había anticipado que buscaría sumarse al acuerdo Transpacífico, mientras que el canciller brasileño José Serra había señalado su idea de desarticular el Mercosur. Sin embargo, la aparición de Trump en escena cambió todo el mapa geoeconómico y ambos mandatarios analizan alternativas, entre las que podría ser un acuerdo con el bloque del Mercosur.
“Una negociación entre Mercosur y Unión Europea es problemática y va a generar un mayor costo y sacrificio para nuestras economías”, detalló la ex subsecretaria de Comercio Exterior, Paula Español. La economista alertó respecto al riesgo de que ambos países acentúen su idea de inserción internacional. “Hay dos problemas graves: cómo insertarse y qué ofrecerle a una economía tan proteccionista como la europea; y a qué costo”, agregó la titular de la consultora Radar. Sobre esta posibilidad, Alejandro Fiorito, economista y docente de la Universidad de Luján, remarcó que “la Argentina no tiene nada que ofrecer a la Unión Europea que estén dispuestos a comprar”. “Son acuerdos de posicionamiento político, como en los noventa. Se busca hacer buena letra a la espera de que haya un derrame geopolítico”, agrega Fiorito, para quien “no hay que firmar nada”. “Estos acuerdos para lo único que sirven es para garantizar a países centrales que puedan realizar mayores ventas”, sumó el economista.
El riesgo de una estrategia única de apertura comercial es que se acentúe la restricción cambiaria y que esa situación se busque compensar, como hasta ahora, con emisión de deuda. “Te van a tener que terminar prestando plata para que les compres. Por lo tanto, tampoco es sostenible en dólares. Es lo contrario a lo que habría que hacer: sostener el mercado interno y generar divisas”, sostuvo Fiorito. “Abrir el comercio no implica exportar más, sino que importes más y desaparezcan cosas que se producen acá, generes desempleo para reducir salarios. Ellos apuestan a ese cambio cultural”, aseguró en referencia al plan de “reconversión” que promueve el gobierno argentino.
La idea de disciplinar a los trabajadores en materia salarial generando un ejército de reservas de desempleados es compartida por ambos mandatarios. Pero el problema, además del impacto negativo en la industria interna, no sólo es Trump sino también el reordenamiento en Unión Europea a partir de la salida del Reino Unido de ese bloque. “Lo de Macri y Temer con el acuerdo Transpacífico era una idea de inserción neoliberal en un contexto en donde se empieza a desarmar. Y no por una simple oposición nacionalista o populista sino por el propio Estados Unidos. En tanto, la Unión Europea se encuentra en un proceso de desarmado y de descomposición con la salida de Reino Unido. Acá el problema es que además de todo, están llegando tarde”, concluyó Crespo.