Humor ácido y atrevido que te moja la oreja sin dejar que te puedas acomodar. El ritmo vertiginoso va de la superficie a la profundidad de los temas, ametrallando una sucesión de gags que nos hace reír de lo mal que están los demás y de lo peor que estamos nosotros. Reírse de uno mismo no es otra cosa que buscar alivio a las vergüenzas propias y ajenas. Lo cual, en otro sentido, también implica deconstruir lugares comunes o establecidos. Reírse sigue siendo, ante todo, un hecho político. Acaso en todo esto resida una de las sustancias más pregnantes de El Sketch, el formato multiplataforma del actor Guillermo Aquino que se convirtió furor en redes sociales y grupos de WhatsApp gracias a su capacidad de interpelarnos en cada uno de los chistes y de obligarnos a definir de qué lado de la mecha nos encontramos.
El primer gran hit de El Sketch fue aquel video de diciembre en el que un joven del futuro llama por teléfono a su anterior yo, de principios del 2018, para decirle todo lo que iba a ocurrir ese año. La vuelta al FMI, el dólar y las tarifas multiplicadas hasta las nubes, Boca y River jugando una final en Madrid, el lenguaje inclusivo y la media sanción de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Es decir, escenas que nadie imaginaba reales en enero del año pasado. Y poco después llegó el segundo golazo: los titulares periodísticos que instaban a comer tierra, regalar cajas vacías o tomarse vacaciones mentales.
Pero la viralidad no encontró a Guille Aquino buscando éxito como youtuber con ansiedad sino trabajando en la senda por la que venía hacía años. Por ejemplo, con las diez obras de teatro que escribió, dirigió y protagonizó. O también en su trabajo como guionista en la órbita de la mejor época de PPT, escala previa a su irrupción traspantalla con el personaje Paco Cambiasso en Duro de Domar.
Incluso circula por YouTube un video de ocho minutos, titulado Esther, que protagonizó junto a otro actor en 2007, y que doce años después se volvió una especie de objeto de culto con casi un millón de reproducciones. “Es increíble lo que pasó con ese video tiempo después, porque hay versiones de gente que se grabó haciendo los mismos diálogos, o varios que ahora me escriben para preguntarme: ‘Pará, pará, ¿vos sos el chabón de Esther?’”, cuenta Aquino. “Lo grabamos en una plaza y era el pedazo de una obra de teatro que estábamos haciendo en San Telmo, a la gorra. ¡Me encuentro a mucha gente que dice haber visto el video pero hasta ahora ninguna que haya visto la obra!”
Entre 2015 y 2018, casi en simultáneo con su aparición y crecimiento frente a la cámara, Guille le dio rodaje a Antisocial, su última obra de teatro. El próximo 14 de junio hará la única función de 2019, en el teatro El Nacional: interesante oportunidad para verlo en otro formato, más extenso y directo que el de los videos virales. En esta puesta, Aquino repone en escena al mismo protagonista de la mitad de sus otras obras: “Gustavo Aquiles, un alter ego mío pero siempre tres años menor. Eso me permite poder correrme un poco de mí... para poder burlarme bien. Mientras tanto, el personaje va creciendo conmigo”.
“Antisocial” circuló por muchas salas, entre ellas el Salón Pueyrredón, de donde quedó una buena relación con uno de sus organizadores, el Batra Luna, que incluso tuvo un rol en la producción de la obra. Nada fue casual sino que tiene que ver con la impronta del guión: “Habla de cierta fantasía de nuestra generación acerca del rock o la fama, que fueron de la mano en el punto de hacernos creer que el camino era ése... o morinos. Pero de repente llegás a los treinta y ves que esos mandatos te llevaron a una vida de mierda. Nadie te quiere y te convertís en la resaca de vos mismo. Entonces decidís dejar el alcohol y las drogas. Vendés la viola, vendés la droga. Y te ponés a estudiar Administración de Empresas, te anotás en Megatlón. Aunque antes de eso te tomás una noche para despedirte de todo, a modo de cierre. Y ahí es donde transcurre la obra”.
Uno de los actores de Antisocial es una de las espadas de El Sketch: Andrés Ciavaglia, conocido por papeles como el del cura. Ambos equipos se armaron con gente que Aquino fue conociendo en el camino, bajo una templanza indie y autogestiva. El Sketch es un material llave en mano que Guille entrega a la plataforma que fuere –hoy es el programa Sobredosis de TV, spinout de TVR en C5N, con factoría propia–, y que es el producto de una larga autodidáctica: “Cuando empecé a protagonizar mis propios guiones en tele, me cebé y compré cámara y compu, así me grababa y editaba. Ejecutar esas cosas vos, antes que pedírselas a otros, te hace ganar tiempo de resolución”.
Salvo excepciones como las del propio Aquino, Ciavaglia o Pablo Mir (también guionista y con experiencia en el stand up), el elenco se fortaleció con actores que nunca lo fueron ni se formaron. Hasta que, de golpe, se vieron revelados como tales. La gimnasia de El Sketch es similar a la rotación del vólei para definir al sacador: los de producción, los que filmaban, todos pasaron también por la actuación. “Me parece que eso les dio a los sketchs una vibra incómoda que finalmente le aporta más realidad. Los actores componen. Acá, en cambio, juegan con pocas herramientas y eso terminó convirtiéndolo en una representación más sincera”, defiende Guille.
Uno de los ejemplos más notables de esto último fue Lucía Iacono, a quien Guille Aquino conoció como productora del programa La Hormiga Imperial, donde en verdad comenzó este formato de El Sketch. “Una genia del humor y una súper buena actriz... que nunca había actuado. Cuando está ella, salimos a golear. Siempre yendo al impacto, cada vez más terrible y peor, a diferencia mía”, dice Guille. Aunque aclara: “A lo mejor parezco siempre el más bueno en los sketchs, pero en realidad soy el menos malo. Mi personaje es súper egoísta y cobarde, no está informado ni sabe mucho de nada, pero son tan malos los otros que se termina convirtiendo en una voz de sentido común... aunque esa voz no sea tan buena ni sepa expresarse muy bien. Creo que finalmente ninguno sale bien parado ni limpio, y eso nos parece lo más interesante: que todo el tiempo tengas que estar preguntándote quién es el bueno y el malo”.
¿Cuáles son los límites a la hora de elegir temas y “atacarlos” desde el tipo de humor que hacen ustedes?
--Con los temas no tenemos límites. Tal vez sí con algunos chistes que, mientras los grabamos, medio que nos asustamos, jaja. Pero todo tiene pasar por la vara de que sea gracioso: las ideas se descartan cuando no lo son. Y desde ya que lo hacemos con cierto grado de responsabilidad. Yo sé que de afuera parece que nos tomamos una pepa y decimos cualquier barbaridad, pero nos manejamos con mucho respeto y buscando hacer los chistes de determinada manera. Tiene que tener un grado de culpa muy grande un chiste para no hacerlo. Algo que también obedece a cómo tengas la conciencia. Sé que soy buena persona y tengo buenas intenciones, no salgo a herir ni a dañar a nadie. Sólo quiero que sea divertido y que en algún punto te mueva.
Más allá del tema abordado en cada sketch, hay una fuerte estética rockera en la construcción de cada relato. ¿Por qué esta predominancia?
--Porque el rock entretiene y también editorializa. Entonces es un formato muy lindo para presentar un tema y debatirlo. Mezcla info, gracia y sentimiento, y además obliga a salir de las solemnidades. No confío en la gente que te viene a decir algo muy seriamente y sin ninguna duda. Eso no tiene nada de humanidad, porque ser humano es estar todo el tiempo dudando, fallando y contradiciéndote. Nadia debería estar convencido demasiado de nada, y en cierto punto el código es reírse de esa gente, incluso cuando esa gente también seamos nosotros mismos.