¿Cómo podían reír los judíos confinados en guetos y campos? Precisamente, no tenían otra salida. Hacer humor constituía una actitud desafiante; sabían que arriesgaban la libertad y la vida, pero, como dijo una sobreviviente, “sentíamos que los nazis eran dueños de la última bala, pero nosotros teníamos la última palabra”. El chiste elaborado en pleno infierno no era producto de la frivolidad, sino de una imperiosa necesidad de conservar el equilibrio frente a la NADA. Que quienes no lo sufrieron hagan bromas a cosas del Holocausto es perverso, pero que quienes lo protagonizaron se hayan reído de él, resulta sublime.
Es riquísimo el léxico creado en los guetos y campos, con irónicos juegos de palabras intraducibles, y un humor que se expresaba, ante todo, en un argot singular que los judíos utilizaban entre ellos, un argot que, por su aislamiento, solía varias de gueto en gueto, por ejemplo, en el de Lodz llamaban “feigalaj”, “pajaritos”, a los bombarderos, y a las bombas las llamaban “kneidalaj”, por esas bolitas de masa que se comen con caldo, especialmente en la Pascua judía. En otros guetos, a los “kapos” los llamaba “shadjunem”, “casamenteros”, porque combinaban el matrimonio de la gente con el ángel de la muerte. A sus miserables uniformes rayados los denominaban “bigdei maljus”, “ropaje de reyes”. A una radio escondida la llamaban “afikoimen”, por el trozo de matzà, de pan ázimo, que en la Pascua judía se suele esconder como juego para que los chicos los encuentren. Llamaban “actior”, “actor”, al judío que pasaba al lado ario porque tenía que simular ser no judíos. Forzados a usar la estrella amarilla, decían que no era una medalla pour le mérite, sino una medalla pour le sémite. Decían también que, gracias a esa imposición, el gueto de Varsovia parecía Hollywood. A donde uno dirigiese la mirada veía estrellas.
El humor judío, también en esas circunstancias, se expresaba en primer lugar con ironías acerca de sí mismos. Así describían su vida en el gueto: “Vestimos como en Purim, vivimos como en Sukot y comemos como en Iom Kipur”. Recordemos que Iom Kipur es un día de ayuno, en Sukot se vive en cabañas precarias y en Purim, especie de carnaval, la gente va disfrazada.
Al cínico cartel colocado por los nazis a la entrada de los campos “Arbet macht frei”, “el trabajo libera”, los judíos le agregaban “fun lebn”, “libera, de la vida”. Los internados del gueto de Sobibor pintaron sobre la señal caminera la leyenda “camino al cielo”. Cuando los alemanes se aprestaban a liquidar el gueto de Vilna, en julio del ’44, mientras avanzaba el Ejército Rojo que los liberaría, los judíos del gueto describían así su situación: “Tenemos la redención sobre la nariz y el puñal sobre el cuello...”.
Comentaban: “Los alemanes bombardean Londres y los ingleses, Berlín. Para ahorrar combustible deberían ponerse de acuerdo para que los ingleses bombardeasen Londres y los alemanes, Berlín...”.
Los siguientes son, a título de ejemplo, algunos chistes del repertorio concentracionario:
- Kohn se encuentra con Goldstein en una calle del gueto y le cuenta que Rubinstein acaba de morir. Levantando los hombros, Goldstein comenta:
–... Y bueno, si tuvo la oportunidad de mejorar su situación...
- Dos judíos, hambrientos y anémicos, se cruzan en una calle del gueto y uno de ellos ve que el otro se ajusta un punto la hebilla del cinturón.
–¿Qué hacés? –le pregunta.
–Nada. Es mi almuerzo.
- –Dicen que los nazis se proponen destruir a los judíos y el abecedario.
–¿Por qué el abecedario?
–Porque es tan simple de destruir como los judíos.
- Un agente de la Gestapo interroga a un niño:
–Dime, ¿tienen en tu casa colgado un retrato de Hitler?
–No.
–¿Y tienen colgados retratos de Goebbels y de Goering?
–No –responde el chico–, pero papá dijo que en cuanto salga del campo de concentración va a colgarlos a los tres.
- Antes de que los judíos fuesen expulsados de las escuelas, en una de ellas, en el día del cumpleaños de Hitler, un maestro arenga a sus alumnos:
–Nuestro querido Führer es más que un líder; es un padre para nosotros. Díganme, si fuese de veras vuestro padre y cada uno pudiese pedirle lo que más quiere, ¿qué le pedirían?
–Yo quisiera que me haga capitán –gritó el pequeño Franz.
–Y a mí, que me haga general –gritó el pequeño Kurtz.
–Y a mí, que me haga ministro –gritó el pequeño Fritz.
–Y a mí, que me haga huérfano –gritó el pequeño Moisés.
- A Goebbels le fascinaba hablar a las masas y a Goering, pavonearse con sus uniformes. Los judíos se los imaginaban llegando al infierno y recibiendo cada uno el peor de los castigos:
Para Goebbels, mil radios y ningún micrófono. Para Goering, mil uniformes y ningún espejo.
- Gueto de Varsovia, 1942. Moishe y Saúl se encuentran chistes, como manera de sobrevivir:
–Y conocés ese chiste en el que Hitler, Goering y Goebbels se mueren, y...
–No.
–Yo tampoco, pero sería buenísimo, ¿no?
A 76 años del levantamiento del gueto de Varsovia
¿De qué se reían los judíos en los campos?
En su antología de humor, “Odiar es pertenecer”, Toker y Rudy recorrieron el humorismo antinazi, antiautoritario y antirracista.
Este artículo fue publicado originalmente el día 19 de abril de 2019