La primera vez que escuché “Milonga de Manuel Flores” me la mostró un ex suegro. Ahora que lo pienso: ¿los suegros son ex también o sólo las novias? El asunto es que yo había conocido a Eduardo Danauchans apenas unos días antes. Corría el año 1997 y, luego de forzar la suerte, Eduardo me había invitado a verlo en el inolvidable sótano de un antro montevideano llamado Amarcord, pero esa es otra historia.
La historia de la canción con la que solemos cerrar todos los recitales de Los Problems empieza luego de ese show fascinante y transformador para cualquiera, pero para un jovencito de 14 años que no sabía nada, de golpe, fue como saberlo todo. El concierto fue un miércoles, el sábado siguiente yo no podía hablar de otra cosa y mi (ex) suegro Raúl me contó sin demasiado entusiasmo que tenía un disco del Darno. Inmediatamente fuimos a buscarlo entre sus discos, lo encontramos y lo hicimos sonar.
“Manueeeellll Flooooores vaaaa aaa moriiiiiiiIIIIIIIrrrr...” Nunca me voy a olvidar de la sensación de escucharlo por primera vez, aferrado al escritorio, de frente a los parlantes, absorbiéndolo todo, como quien mira un abismo. Y sobre aquel abismo, la voz de un Darnauchans (que en esa grabación, que abre su primer disco, era apenas menos joven que yo entonces) planeaba como ave enorme. Terminada la primera estrofa a capella, la entrada de la guitarra, alegre y mundana, todo lo alivia. Luego lo que ya sabemos: un texto imposible y perfecto como el de Jorge Luis Borges, una interpretación vocal alejada de todo lo que conocemos, el arte del Maestro para el truco del final... luego el silencio.
El disco sigue, y vaya que sigue. Y yo seguí conmoviéndome, pero ésa, la primera, fue una puñalada que me obsesionó. Eduardo siguió invitándome a todos los conciertos que vinieron después, y yo seguí yendo. Siempre pidiéndole que tocara esa canción, y siempre un no esquivo como respuesta. Tiempo después, cuando ya éramos amigos me dio una explicación no menos esquiva. Mencionó como al pasar una autorización oral de Borges, luego una prohibición de su heredera a quien nombró no sin maldad, alguna maldición y fin del asunto.
Durante muchos años Eduardo no tocó esa canción y yo no se la pedí, ni siquiera tocando a solas en su casa: era un tema cerrado y misterioso. Hasta que un día cumplió 50 años y se armó un concierto, un cumpleaños que lo celebraba. Y de la nada, en la prueba de sonido, me enteré que “Milonga de Manuel Flores” estaba incluida en la lista. No necesito contar mi alegría. Le comenté asombrado la novedad, a lo que respondió con un insulto plural y escatológico dirigido a un ellos indefinido. Desde ese día la canción volvió a aparecer en los conciertos, no siempre, pero seguido.
Eduardo murió en 2007, eso es moneda corriente. Mucho tiempo había pasado pensando en qué canción suya tocar con Los Problems. Probamos algunas con distinta suerte, pero nunca quedaba convencido. Por esa época yo estaba componiendo algunas canciones de inspiración country & western, alentado por la facilidad con la que las formas tradicionales de la canción rioplatense se adaptan en métrica y estructura, y porque se banca ser tocado por una banda que toque fuerte sin perder del todo su gracia.
No recuerdo cómo fue que uní todos los cabos, pero una noche de 2007 en el viejo BJ Bar, Eté & Los Problems tocó por primera vez “Milonga de Manuel Flores” y supe que había encontrado cuál era la canción con la que iba a saludar al hombre que me enseñó este oficio. Cuando terminamos de tocarla tuve un sentimiento ancestral y poderoso, y dije para mis adentros: “Salú Maestro”. Lo sigo haciendo, todas las veces.
“Milonga de Manuel Flores” no está en ninguno de nuestros discos, mitad para evitar los mismos conflictos que tuvo Darnauchas, mitad porque me divierte mantener la maldición. Pero la tocamos siempre (o casi) desde aquella noche, y la grabamos para la serie Pardelion y para el bendito Compipulenta, por ninguna de las dos versiones ganamos dinero así que, en principio, nadie nos puede venir a cobrar.
En la versión de Pardelion, además, participan Seba y Tincho Cáseres de Los Hermanos Láser (una banda uruguaya muy hermana nuestra) en la que además participan como letristas los hermanos Cunha, hijos de Victor Cunha, el más hondo amigo de Eduardo. De algún modo esa canción se convirtió en el saludo que los sobrinos por elección le brindamos a la memoria de Eduardo para decirnos que no lo olvidamos, que no olvidamos nada.
La semana pasada, luego de la presentación de nuestro disco Hambre, se me acercó emocionado Victor Cunha (que además escribió muchas canciones junto a Eduardo) para decirme: “Todavía recuerdo el día que entré a la habitación de Eduardo, con 15 años y un ejemplar de Para las seis cuerdas, y nos pusimos a buscar textos hasta que encontramos ‘Milonga de Manuel Flores’ y él le clavó la música ahí mismo”.
Es difícil explicar lo que sentí al escucharlo, pero digamos que el círculo está cerrado y ahora sólo nos queda seguir cantando y volver a brindar...
Salú Maestro.
Ernesto Tabárez es compositor, guitarrista y voz líder de la banda uruguaya Eté & Los Problems, que existe desde el año 2005. Llevan editados cuatro discos: con el primero, Malditos banquetes (2007), fueron galardonados como revelación del año en los premios Graffiti, los Gardel uruguayos. Luego fue el turno de Vil (2011), y más tarde El éxodo (2014), que incluye el hit “Jordan”, premiado en los Graffiti como canción del año. Como productor, Tabárez estuvo al frente del disco Un mundo sin gloria (2012), debut como solista de Garo Arakelián, guitarrista y compositor del popular grupo de rock uruguayo La Trampa. Su último disco al frente de Ete & Los Problems lleva por título Hambre, y acaba de ser presentado a sala llena en Montevideo. Es el disco que el grupo viene a presentar el próximo fin de semana en Buenos Aires: la cita será el sábado 27 en el Xirgu Untref, Chacabuco 875. A las 21.