Pueblo, petróleo, globalización, internacionalismo, Estado, desarrollo, democracia, clases sociales, etnias. Alrededor de esas palabras se organiza Actualidad de la nación.Materia y memoria de la vida popular, coordinado por Esteban Vernik y prologado por Eduardo Rinesi. Desde diferentes ángulos, esta obra colectiva vuelve sobre la clásica pregunta de Ernest Renan: ¿qué es una nación? El ejercicio es paradójico: el problema de la nación es más actual que nunca porque está ausente. Ricardo Aronskind lo plantea de un modo inquietante: la ideología de la globalización ha logrado poner en cuestión los supuestos básicos de la nación en América Latina al punto de hacernos dudar hasta de su existencia. ¿Cómo no ver, entonces, que hoy uno de los grandes temas que nos asedian es el de la nación? ¿Cómo no verlo si una vez más, aunque con distintas modalidades –¿vino viejo en odres nuevos?–, reaparece la descarnada intromisión imperialista sobre los asuntos políticos internos de nuestros países, como sucede en las dramáticas horas que vive la República Bolivariana de Venezuela? ¿Cómo no verlo si en Argentina el gobierno de Mauricio Macri cede al FMI el control de las políticas económicas de nuestra bastardeada vida nacional? En este contexto, ¿qué queda de la nación? ¿Qué nos ata todavía a ella?
Esa paradoja nos remite a otra: cuando el libro dice actualidad dice historia. No hay posibilidades de pensar el presente sin volver sobre el pasado. Pero que se entienda: no se trata de un pasado que ya ha pasado, sino de uno que sigue viviendo, aunque sea en forma de restos, o de espectros, en el pantano del presente. De ahí que no resulte extraño que Vernik viaje a principios del siglo XX para estudiar las relaciones entre nación, clase y etnia en la obra del sociólogo alemán Max Weber –escrito que además nos regala una desconocida anécdota sobre el primo de Weber en Argentina, nada menos que Ernst Bunge, co-fundador de Bunge & Born–, que Mônica Dias Martins interrogue las tensiones entre nacionalismo e internacionalismo en Antonio Gramsci, que Horacio González y Jorgelina Loza indaguen en los vínculos entre nación y petróleo en Argentina y México, respectivamente, que Gabriel Cohn analice los lazos históricos entre nación y desarrollo en Brasil o que Cristian Gaude se pregunte por la idea de nación a partir de los debates sobre la Ley de Residencia en Argentina, desde su sanción en una noche de sábado de noviembre de 1902 hasta su derogación durante la presidencia de Frondizi. Si la pregunta por el presente es siempre una pregunta por el pasado, pensar el problema de la nación no puede ser otra cosa que interrogar las memorias nacional-populares, los dramas y sentimientos y las relaciones materiales que traban los sujetos, actores y clases en su lucha por imponer una “comunidad imaginada”. ¿Qué de toda esa masa de ideas en pugna sobre la idea de nación sirve para proyectar la nación hoy?
Los caminos históricos y teóricos que desanda el libro son revisitados para hacer una constatación: la nación no es nunca algo dado de una vez y para siempre. No alcanza con enunciar una comunidad de lenguaje, idioma, territorio, religión, etnia y economía para decir que la nación existe. Porque la nación no es un dato, una descripción o una esencia, sino una construcción, un proceso, o, como nos dice Cohn, un proyecto. Y como toda construcción, es un elemento en disputa. Como lo es el petróleo, al que González lee como lo profundo del territorio. René Zavaleta había pensado al territorio como lo profundo del pueblo y Cohn al pueblo como lo profundo de la nación. Interesante silogismo que va desde el olor a petróleo a la nación, y cuya trama nos narra González en un trabajo exquisito. Pero entonces, ¿a qué huele la nación? Tal vez a nada, si por aroma entendemos una esencia. O tal vez a algo demasiado inasible, como lo es el olor a dilema irresuelto. Pero nunca a muerte, como pretende la ideología de la globalización, esa que Aronskind desmonta agudamente en este libro. Porque, como escribe Cohn, ellos parecen olvidar que “lo históricamente obsoleto puede volver con furia cuando es despreciado”. Actualidad de la nación puede ser leido como parte de una disputa en el campo de la cultura contra todo ese desprecio que nos envuelve.