Ma no es la apócope de mamá, y mucho menos de Mauricio, ni Macri, aunque se le parezca en ciertos pensamientos. Ma es Jack Ma, el multimillonario chino dueño del sitio de comercio electrónico Alibaba, que a su vez es propietario del 40 por ciento del club Guangzhou Evergrande, el múltiple campeón de la Superliga del coloso asiático. El mismo empresario que en su última visita a la Argentina en 2017 dijo del presidente: "Respeto su sacrificio, su apertura y su gran visión para este país". El hombre que sostiene sin rubor: "Cualquiera debería estar preparado para trabajar 12 horas al día si quiere tener éxito". El "visionario" según los medios hegemónicos, pero que no se sostiene en su propia contradicción: combina su pensamiento esclavista con su afiliación al partido comunista.

Ma no salió de un repollo. Es miembro privilegiado de la casta empresaria que prospera en una nación donde el capitalismo convive en armonía con el PC que lidera Xi Jinping, un fanático del fútbol. El deporte más popular del planeta se empezó a imponer en China como un motor más de su desarrollo, incluso proyectado por afuera de sus extensas fronteras. Así como los magnates rusos de la post Perestroika compraron clubes en Europa (Roman Abramovich al Chelsea o Alisher Usmanov al Arsenal), los chinos los siguieron con los yuanes que les sobran en sus cuentas bancarias. Se sumaron a un mercado donde ya estaban fondos buitre como el de Paul Singer que se apoderó del Milan italiano, o empresarios de potencias emergentes como la India (Lakshmi Mittal en el Queens Park Rangers) o Qatar (Nasser Al-Khelaifi en el PSG francés). Ahí está el problema. En la voracidad de las corporaciones, cualquiera sea su bandera.

Se consolidó tanto el avance de las transnacionales en el fútbol que hasta los medios les atribuyen operaciones que después se comprueba, son una ficción. Tal vez para subirles el precio a los clubes colocados a la venta. A Ma se lo relacionó en 2016 con un presunto interés para comprar el Milan, pero en abril de ese año tuvo que salir a desmentirlo. Para ese momento ya había adquirido el 37,81 por ciento del Guangzhou Evergrande en su país. La negociación prosperó en 2014 y Alibaba se asoció con el conglomerado cantonés volcado al mercado inmobiliario, que ya le había colocado su nombre al equipo: Evergrande, del magnate Xu Jiayin, el principal inversor del club hasta ahora. Claro, Ma -su verdadero nombre es Ma Yun- no se quedó atrás. Le agregó al Guangzhou Evergrande un tercer nombre: Taobao. Una plataforma virtual de consumo que pertenece a su gigante Alibaba.

Esa es la manera de hacer que el fútbol instale una marca, gane mercados y fidelice a su clientela. La pelota suele ser un símbolo más efectivo que una campaña publicitaria millonaria. Incluso es un método más rápido para embolsar dividendos si viene acompañado del éxito deportivo. Habría que revisar las estadísticas de venta de camisetas del Real Madrid, tres años consecutivos campeón de la Champions League y del Mundial de Clubes. Ma sabe de vender en Alibaba desde un celular hasta un tractor.

Cuando compró una parte importante del Guangzhou por 1.200 millones de yuanes en 2014, el magnate que sugiere elevar la jornada laboral a épocas previas a la Revolución industrial, se sumaba a la fiebre china por el fútbol. El plan, con fuerte respaldo del estado, consiste en transformar al gigante en potencia regional para 2020 y mundial en 2050. Todo lo que China es en otras actividades, pero no es en fútbol. Por eso sus clubes salieron a contratar jugadores de cachet europeo. De Argentina, el que hizo más ruido fue Carlos Tevez, más allá de su fracaso deportivo en el Shangai Shengua del que volvió a Boca en una operación que dejó heridos a los hinchas de ambos equipos.

El Guangzhou Evergrande Taobao de Ma tiene en su plantel actual al brasileño Paulinho, adquirido al Barcelona. Cuando el club catalán por lo general compra a precios multimillonarios, se lo vendió a los chinos por 42 millones de euros. ¿Qué otro club del planeta -excepción hecha de los grandes de Europa-, podría pagar semejante suma a otra potencia futbolera? Al momento que Guangzhou empezaba a ganar en fila sus siete ligas consecutivas en China, contrató a otro argentino al que le pagó una fortuna: Darío Conca, el volante que hoy está en el Austin Bold FC, de la Segunda División de Estados Unidos. Pero el club de Ma y Xu Jiayin, si en algo se especializó fue en incorporar entrenadores de la élite mundial: Luiz Felipe Scolari, Marcello Lippi y Fabio Cannavaro.

Los empresarios como Ma y su socio en el Guangzhou invierten cada vez más en clubes europeos. Distintos artículos periodísticos lo señalan, pero uno de la revista Apertura, publicado el 20 de abril de 2018 por los periodistas Ben Bland y Murad Ahmed, es muy documentado al respecto. Señala que "parte de una amplia racha gastadora en respuesta al llamado de Xi de hacer una revolución futbolística, hizo que magnates chinos invirtieran unos US$ 2500 millones en los últimos tres años en 20 clubes europeos, desde gigantes como el Manchester City y el AC Milan a equipos más pequeños como el FC Sochaux en Francia o el Northampton Town de Inglaterra". Algunas aventuras terminaron mal, como la del chino Li Yonghong en el Milan. Asfixiado financieramente tuvo que cederle el comando del club al fondo buitre Elliott Management de Paul Singer. Además de por el club italiano, los capitales chinos han pasado o continúan en Manchester City, Lyon, Southampton y West Bromwich Albion, entre otros.

Pero la jugada clave de Jack Ma no guarda relación con la compra de un equipo, ni de futbolistas, ni de un estadio al que ponerle un nombre. Se asoció a la UEFA a través de Alipay, una aplicación para pagos por telefonía celular operada por Ant Financial -subsidiaria de Alibaba-, que será aceptada en todos los torneos que organice la Unión Europea de Fútbol, incluidas las ediciones de la Champions League y las Euro 2020 y 2024. Su símbolo comercial es una hormiga (ant en inglés). Del laborioso e incasable trabajo de esos insectos quizás provenga la idea de Ma, resumida en tres cifras: el sistema 996. Trabajar de las 9 de la mañana a las 9 de la noche seis días a la semana. "Cualquiera debería estar preparado para trabajar 12 horas al día si quiere tener éxito", escribió el chino en su blog y levantó revuelo. ¿Qué pasaría si aplicara ese régimen en el fútbol donde invierte?