Las prácticas de fecundación asistida, que han facilitado la construcción de organizaciones familiares por parte de parejas que no lograban tener hijos, al mismo tiempo han aportado determinados problemas que no podían imaginarse en décadas anteriores.
Surgieron alternativas que no solamente asombraron a sus participantes sino que generaron consultas que contrastaban con los principios éticos de quienes debían atenderlos.
Son ejemplos de situaciones que compaginan interrogantes impensados una vez que se ha decidido la puesta en marcha de aquello que favorecía la concepción tan deseada por una pareja, sostenida por la habilidad profesional de los expertos.
La pareja solicita la realización de las maniobras necesarias para la producción del embarazo mediante todos los cuidados necesarios, previa espera, y al mismo tiempo los diálogos familiares durante el tiempo del ensueño.
Históricamente se propiciaba el embarazo de dos embriones porque se podía correr el riesgo de una pérdida. De allí la reiterada aparición de madres transportando a dos bebes en sus cochecitos especializados en el traslado de dos criaturas que habitualmente encontrábamos recorriendo las calles.
Pero sucedió que un matrimonio que ya había concebido una criatura decidió incorporar un hermanito –y ésta es historia clínica– potenciando una política familiar mas amplia. En realidad, no habría un problema con “agrandar” la familia, que era lo deseado… Sin embargo, la biología cumple sus propias leyes, las respeta y avanza sin titubeos.
Se multiplicó uno de los embriones y entonces resultó que ahora serán tres los bebes que habrían de nacer en esa familia. Realidad ajena al deseo de la pareja y que demandaba una decisión familiar innovadora.
Los principios éticos quedaron sacudidos y la decisión –que no dejaba lugar para dudas desde la perspectiva ética de la medicina– atravesaron la vida de este grupo familiar que ya no bendecía la posibilidad que le habían aportado las nuevas técnicas reproductivas.
El ejemplo seguramente no fue el único y estas alteraciones de la vida familiar y estas desesperaciones ante la realidad que conducen a pensar si hay que sacrificar a un bebe, a cuál de ellos, si es un delito, pero al mismo tiempo ¿cómo asumir cuatro criaturas en el presupuesto familiar, y quién asumiría la elección, y si los médicos comprenderían, y si sería posible proponer semejante planteo? Los interrogantes se enarbolan de repente en familias que esperaban dichosas el futuro mediante las técnicas de reproducción asistida que han beneficiado a tantas familias pero que han sacudido a otras tantas ante el precipicio de dudas inesperadas que al mismo tiempo conllevan la alternativa de lo posible, de lo que “se puede hacer” cuando se decide hacer lo que no se querría ni siquiera imaginar.
Tema del que se habla poco, no se menciona porque tampoco se produce con frecuencia porque la medicina ha avanzado como para prevenir apariciones imprevistas pero que se encuentra en la narrativa de alguna familia, por lo menos lo escuchamos en la consulta cuando la familia ha resuelto el problema, pero no está segura de haber procedido bien.