Puede ser una anticipación. El equilibrio que debió hacer Evo Morales en su nueva visita a la Argentina permite imaginar qué desafíos afrontará un nuevo gobierno el 10 de diciembre si la Casa Rosada no fuese ocupada por Mauricio Macri o alguien de Cambiemos. La clave es mantener las relaciones de Estado a Estado y al mismo tiempo no romper el vínculo histórico con los amigos políticos de siempre.
El presidente boliviano, por eso, desdobló su visita. Dedicó el domingo a encontrarse con dirigentes de la comunidad boliviana en la Argentina. Lo hizo nada menos que rodeado por Verónica Magario y Fernando Espinoza, dos precandidatos a la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Intendenta de La Matanza, Magario. Ex intendente, Espinoza.
En el acto de La Matanza hablaron 27 oradores antes que Evo. Hay una explicación doble. Por un lado Morales mantuvo siempre los lazos con la emigración boliviana por motivos de solidaridad elemental. Por otro lado, en Bolivia habrá elecciones presidenciales el 20 de octubre y en la Argentina sobre alrededor de dos millones de inmigrantes bolivianos hay 210 mil empadronados en condiciones de votar. La asistencia suele ser alta. En las últimas elecciones votó casi la mitad y el número podría aumentar. Pero además el voto va mayoritariamente hacia Evo.
El ex embajador en Bolivia Ariel Basteiro, uno de los mejores conocedores argentinos de la realidad boliviana, explicó a este diario que la Argentina sería el tercer distrito electoral después de Santa Cruz y La Paz. Cada voto cuenta en unos comicios que se presentan reñidos entre Evo y Carlos Mesa, el mismo que como vicepresidente a cargo de la presidencia condujo la transición hacia las elecciones de 2005 después de una gran crisis. Evo gobierna desde enero de 2006.
El reto electoral encuentra a Bolivia con una economía estable, de solo un 4 por ciento de inflación anual, y con un crecimiento proyectado para este año de un 4,5 por ciento, una cifra francamente superior al estancamiento de sus vecinos más grandes, la Argentina y Brasil.
Uno de los nudos de la estabilidad es el ingreso de divisas producto de la venta de energía, justamente, a Brasil y la Argentina. Bolivia necesita sí o sí que no se corte la exportación de gas a la Argentina y ésa es una de las explicaciones de la necesidad de preservar una relación civilizada con el gobierno de Macri. Incluso cuando, como es notorio, difieren en la postura diplomática sobre Venezuela, sobre la pulverización de Unasur y sobre la intensidad de las relaciones exteriores con los Estados Unidos.
En la reunión entre Evo y Macri privó el espíritu práctico. La Argentina quiere venderle a Bolivia aviones Pampa. Bolivia quiere preservar el mercado argentino para su gas y añadirle valor agregado. Morales lo dijo en la declaración ante la prensa en la Casa Rosada: “En el tema energético, Bolivia ya está autorizada a ser operador del sistema eléctrico argentino y, al concluirse la instalación del tendido, vamos a empezar a compartir lo poco que tenemos en el tema energético”. Contó que también “tendrá la posibilidad de comercializar directamente gas natural, en la Argentina, mediante las empresas privadas argentinas”, y busca participar en la inversión de plantas de Gas General Licuado destinadas a la exportación.
Macri también estuvo práctico. “Venimos con el presidente Morales del aeropuerto de El Palomar, donde estuvimos hablando del contrato de gas y del avión Pampa, avión con el que esperamos equipar la Fuerza Aérea Boliviana en un programa de capacitación conjunta”.
Para el macrismo la comunidad boliviana también es un territorio de disputa. Desde los tiempos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner los bolivianos pueden votar en la Argentina, aunque no para Presidente.